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07.03.18

Las diferencias con la toma de posesión en 2010

(El Líbero) Nunca es fácil gobernar. Nada garantiza el éxito y la oposición fragmentada y polarizada querrá inducir a que el próximo gobierno tropiece desde el primer día. Pero cuando Piñera se apreste a tomar juramento como Presidente no podrá evitar pensar que, comparado a lo que enfrentó en 2010 —al menos en el papel y al comienzo del cuatrienio—, ahora la cosa se ve menos complicada, la coalición que lo acompaña está mejor preparada y él mismo tiene mayor experiencia.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Nunca es fácil asumir un gobierno, pero hay buenas razones para creer que la toma de posesión de Sebastián Piñera y Chile Vamos el 11 de marzo de 2018 será menos compleja que la del 11 de marzo de 2010. Además de que, al menos hasta ahora, no hemos tenido un desastre natural comparable al terremoto del 27 de febrero de hace cuatro años, la coalición de derecha llega con más experiencia en ejercer el poder. La izquierda, en cambio, ya no tendrá una ex Presidenta popular preparándose para volver a La Moneda. Aunque los movimientos sociales buscarán tomar el control de las calles —y habrá docenas de activistas ocupando escaños en el Parlamento—, las condiciones iniciales que enfrenta la administración de Piñera son más favorables hoy que hace ocho años.

Hacerse cargo del gobierno siempre resulta un desafío complejo y doloroso. Pero es mucho más costoso estar fuera del gobierno que ejercer el poder. Aunque Piñera y Chile Vamos reconozcan las complejidades que deberán enfrentar a partir de este jueves, los ánimos están mucho mejor en el mundo de la centroderecha que en la centroizquierda.

A diferencia de 1010, ésta ya no tiene una Presidenta saliente con enormes niveles de popularidad en torno a quien puedan construir un plan para volver al poder en cuatro años más. Si bien Bachelet sigue siendo la mejor carta que tiene hoy la centroizquierda, el valor de la ex Presidenta es mucho menor al que tenía cuando dejó el poder en marzo de 2010. Es verdad que la forma en que su gobierno respondió a la emergencia asociada con el terremoto del 27F —torpe y tardíamente— dañó la percepción popular de Bachelet. Pero aun con el pasivo del terremoto a cuestas, ella era mucho más popular cuando le entregó el poder a Piñera de lo que es hoy. Por consiguiente, Bachelet le hará mucho menos sombra a Piñera en este gobierno que en el anterior.

El terremoto tuvo consecuencias graves para el país, pero su efecto inmediato en la planificación que tenia el gobierno entrante fue incluso más devastador. Como un equipo que recibe un gol en contra y es penalizado con una expulsión apenas se inicia el partido, el gobierno de Piñera en 2010 debió redefinir prioridades y repensar sus planes a dos semanas de asumir el poder. Las condiciones del juego cambiaron rápidamente y el Ejecutivo debió corregir la hoja de ruta apenas había empezado a echar a andar el automóvil.

Peor aún, porque la derecha llevaba 20 años fuera del gobierno —y porque la última vez había sido en dictadura—, había nula experiencia sobre cómo gobernar en democracia. Después de dos décadas de exitosos gobiernos de la Concertación, la llegada de la derecha al poder no podía ser sino traumática. Aunque figuras de derecha habían acumulado experiencia en gobiernos locales y en el Congreso, una generación completa de líderes del sector sólo había visto desde fuera de La Moneda cómo se ejercía el poder en democracia. Hoy muchos funcionarios de confianza vuelven a los cargos que ya ocuparon o han sido ascendidos a puestos cuyas funciones ya conocen, en tanto fueron asesores. A diferencia de 2010, ahora la derecha sí conoce la chicha con la que se está curando.

Los movimientos sociales que se tomaron las calles hace ocho años rápidamente volverán a las calles, pero será difícil causar la misma conmoción entonces. Si bien habrá más legisladores dispuestos a sumarse a las marchas —de hecho, dado que ahora serán 155 diputados y 43 senadores, varios tendrán más tribuna en las protestas que en el hemiciclo—, la competencia por quién hace más ruido en la calle terminará espantando a las audiencias de los noticieros. Si todos los días hay marchas, dejan de ser noticia.

La economía, igual que en 2010, viene en evidente recuperación. Pero ahora no habrá la necesidad de incurrir en un gasto adicional por la reconstrucción post terremoto. Es cierto que ahora el gobierno recibe una economía más desordenada y que las reformas que Bachelet introdujo en su segundo período necesitan arreglos y correcciones. Pero si el auto recibido en 2010 estaba en mejores condiciones, el actual necesita una pasada urgente por el taller. Las expectativas al alza que dejó el gobierno que termina sobre el gasto público y las deterioradas cuentas fiscales ciertamente limitarán el campo de acción de la administración entrante.

Nunca es fácil gobernar. Nada garantiza el éxito y la oposición fragmentada y polarizada querrá inducir a que el próximo gobierno tropiece desde el primer día. Pero cuando Piñera se apreste a tomar juramento como Presidente no podrá evitar pensar que, comparado a lo que enfrentó en 2010 —al menos en el papel y al comienzo del cuatrienio—, ahora la cosa se ve menos complicada, la coalición que lo acompaña está mejor preparada y él mismo tiene mayor experiencia. 

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)