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17.04.18

El mejor aliado de Piñera

(El Líbero) Ahora que la derecha ha llegado al poder, la izquierda radical ha decidido polarizarse aún más. Pero como saben que la gente quiere políticos que forjen acuerdos y solucionen problemas, el sector necesita construir un enemigo que le permita justificar la polarización. El enemigo preferido de esa izquierda radical es José Antonio Kast.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Mientras la izquierda más radical se siga obsesionando con lo que haga y diga el ex candidato presidencial de extrema derecha José Antonio Kast, el Presidente Sebastián Piñera podrá consolidar su posición como un líder derechista moderado y pragmático. Porque incomprensiblemente ha optado por convertir a Kast en una especie de reencarnación de Pinochet y de símbolo de todo lo que no les gusta de Chile, la extrema izquierda está concentrando sus dardos en combatir al carismático ultraconservador Kast en vez de forjar una alternativa viable y atractiva al gobierno de Chile Vamos.

La victoria de Piñera en diciembre de 2017 representó un duro golpe para la izquierda. Después de cuatro años de sufrir de síndrome fundacional, la izquierda se sorprendió al ver que una mayoría de los chilenos optaron por una alternativa moderada, amigable con el mercado y capitalista. Entre 2014 y 2018, el gobierno de Bachelet nunca quiso entender las razones por la que la gente votó por ella. En vez gobernar por el centro y con moderación —como su primera vez—, se dejó seducir por el canto de las sirenas izquierdistas fundacionales que le hicieron ganar récord de desaprobación presidencial.

En 2017, al formar el Frente Amplio, los radicales de izquierda renegaron de los 20 años de la Concertación e incluso del intento fundacional de la Nueva Mayoría. Se corrieron más a la izquierda. Aunque obtuvieron 20 diputados (de 155) y un senador (de 23 electos ese año), su votación demostró que el camino de la polarización hace noticia, pero no construye mayorías.

Ahora que la derecha ha llegado al poder, esa izquierda radical ha decidido polarizarse aún más. Pero como saben que la gente quiere políticos que forjen acuerdos y solucionen problemas, el sector necesita construir un enemigo que le permita justificar la polarización. El enemigo preferido de esa izquierda radical es José Antonio Kast.

Kast representa todo aquello que la extrema izquierda ama odiar. Es ultraconservador, es peleador, va de frente, simpatiza con la dictadura militar, es homofóbico, paternalista y, como si eso no fuera poco, es adinerado, rubio y descendiente de alemanes. Como la extrema izquierda gusta defender la diversidad, pero vive en sus propios ghettos progresistas, las críticas a Kast desnudan el racismo inverso que existe en el país. Esa misma izquierda que critica a la derecha por no querer que lleguen negros, quiere que los rubios como Kast se vayan del país. La izquierda promueve la diversidad sexual y religiosa, pero no acepta que haya familias que elijan ser ultraconservadoras y militantemente católicas.

Precisamente porque desnuda todas las contradicciones de la izquierda, el personaje de Kast es tan celebrado en la derecha. Muchos en la derecha ven a Kast como la izquierda ve a los jóvenes del Frente Amplio. Es la celebración de la irresponsabilidad de decir lo que se siente en el corazón y levantar muros ideológicos. Si todos los izquierdistas llevan un pequeño revolucionario adentro, los derechistas llevan un pequeño Kast. Pero los políticos responsables y los líderes exitosos se dedican a construir puentes y derribar muros, no a liberar a sus demonios radicales.

Kast es el equivalente de derecha de los jóvenes burgueses intelectuales que lideran el Frente Amplio. Si Kast se complica cuando corresponde criticar la dictadura de Pinochet, los líderes del FA se complican cuando toca criticar la dictadura cubana o el nefasto régimen de Maduro en Venezuela. Si Kast critica a la derecha que busca construir mayorías porque renuncia a la pureza ideológica, el FA critica a la Concertación por el mismo pecado. Si Kast se cree la voz del profeta que clama en el desierto, el FA se ve a sí mismo como la ilustración que liberará a Chile de sus ataduras tradicionalistas.

Es fácil anticipar que esa disputa entre Kast y la extrema izquierda no producirá buenos frutos. Pero en la medida que el grueso de la opinión pública siga en posiciones moderadas y en tanto haya un gobierno que entienda que es más fácil —y más productivo— gobernar por el centro que hacerlo por los extremos, la disputa Kast-FA sólo dominará las noticias irrelevantes de la farándula política.

Como la presencia de Kast ha llevado a la extrema izquierda a apuntar sus balas en esa dirección, el gobierno de Chile Vamos tiene espacio para construir puentes que permitan la rearticulación de la lógica de los acuerdos y la moderación que reinó durante las dos décadas de la Concertación.

No hay mejor amigo del intento por quedarse en el centro que un líder derechista como José Antonio Kast, que se pelée con la extrema izquierda. Por eso, el Presidente Piñera debiera agradecerle al candidato presidencial ultraconservador el gran favor que le hace de poder consolidar a Chile Vamos como una centroderecha, razonable, pragmática, moderada y equidistante de los extremos izquierdistas y derechitas del país que representan el FA y José Antonio Kast.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)