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11.05.18

Campeón de la austeridad fiscal en problemas

(El Líbero) Ahora que el ministro Larraín aparece como el padre Gatica, que predica ahorro fiscal pero no lo practica, la estrategia de promover el ahorro puede perder un importante vocero. Por más irrelevante que haya sido el gasto en el que se incurrió con su viaje a Harvard, el propio ministro había mencionado a los viajes al extranjero y los viáticos como un área en la que se podía ahorrar recursos públicos.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Más allá de la inoportuna decisión del ministro de Hacienda Felipe Larraín de usar fondos públicos para pagar su viaje como presentador a un encuentro de ex alumnos de la Universidad de Harvard, el escándalo que se ha suscitado en torno a esa gira amenaza con tener repercusiones negativas sobre el esfuerzo del gobierno del Presidente Sebastián Piñera por imponer una férrea disciplina fiscal. Porque Larraín debe impulsar el esfuerzo por ahorrar en gastos innecesarios, la polémica sobre qué tanto respeta el propio ministro la política de austeridad fiscal que quiere imponer al resto del gobierno amenaza con descarrilar ese valorable esfuerzo por cuidar mejor cómo se gasta la plata de todos los chilenos.

Parece increíble que un ministro experimentado en la política, y con reconocidas habilidades para evitar involucrarse en problemas, haya caído en una polémica tan innecesaria como trivial. El viaje de Larraín a Harvard para dar una charla en un encuentro de ex alumnos nunca debió convertirse en tema de debate. La evidencia de que se metió en un lío innecesario está en el solo hecho de que su ministerio haya tenido que salir a dar explicaciones de que Harvard es una universidad de prestigio, que la audiencia que escuchó su charla sea influyente y que le hace bien a Chile que sus autoridades sean escuchadas y respetadas en el mundo. Cuando un ministro tiene que salir a dar esas explicaciones, es porque en algún momento de la planificación de su agenda se cometió un error táctico y estratégico.

Resulta inverosímil ver cómo la oposición intenta lograr una superioridad moral criticando el gasto innecesario y acusando a Larraín de predicar una austeridad que no practica. Después de que el gobierno de Michelle Bachelet aumentó de forma desmedida el gasto y abandonó la siempre necesaria disciplina fiscal, la reciente conversión de legisladores izquierdistas parece, cuando menos, oportunista.

Pero La Moneda debiera anticipar que la oposición va a aprovechar cada oportunidad para bloquear el avance de la agenda oficialista y para desviar la atención de las prioridades del gobierno hacia cuestiones que avergüencen a esta administración. Por eso, resulta todavía más inverosímil que, sabiendo que la oposición va a aprovechar cada una de estas ocasiones para deslegitimar al gobierno, Larraín haya cometido un error tan burdo. Primero, si Harvard invitaba con gastos pagados, no era necesario que el ministro usara el aparato público para comprar el pasaje. Podría haber usado su propia tarjeta de crédito. Por el contrario, si Harvard no pagaba todos los gastos, Larraín debió haber aplicado su propia política de apretar el cinturón fiscal y debió haber anulado su viaje. Si lo que el gobierno quiere hacer es dar señales de que hay que apretarse el cinturón y cortar el gasto, el ministro de Hacienda debió predicar con el ejemplo.

Ahora que Larraín aparece como el padre Gatica, que predica ahorro fiscal pero no lo practica, la estrategia de promover el ahorro puede perder un importante vocero. Por más irrelevante que haya sido el gasto en el que se incurrió con ese viaje, el propio ministro había mencionado a los viajes al extranjero y los viáticos como un área en la que se podía ahorrar recursos públicos.   

Resulta imperativo que el gobierno redoble esfuerzos para reducir el gasto público, que aumentó en forma desmedida durante la administración de Bachelet. Pese a haber quedado manchado por la polémica, Felipe Larraín debiera seguir adelante con la cruzada por reducir el gasto y mejorar la posición fiscal. Para que la economía chilena crezca más rápido, es crucial que el Estado gaste sus recursos de forma más eficiente, focalizando en lo que más se necesita.

La política está hecha de símbolos. En la ley de los grandes números, el viaje de un ministro a una universidad estadounidense es una trivialidad de gasto. Pero en el debate público y en la construcción de la imagen pública de las prioridades del gobierno y del compromiso de éste con las metas que se ha autoimpuesto, las señales de autoridad que entregue el Ejecutivo le permitirán ganar la necesaria credibilidad para impulsar los recortes más significativos en el gasto fiscal, que implican, entre otras cosas, disminuir el número de empleados públicos.

Los desafíos en materia de disciplina fiscal que enfrenta el gobierno —y en particular Felipe Larraín, el jefe de la billetera fiscal— no son menores. Mantener la disciplina fiscal y apretarse el cinturón en el gasto público deben estar entre las prioridades del gobierno. Después de la confusa señal que representa la polémica sobre el viaje del ministro Larraín a Harvard, el gobierno deberá recuperar el terreno perdido en la batalla simbólica por comunicar el mensaje de que la disciplina fiscal es una prioridad y que La Moneda está determinada a apretar el cinturón del gasto público para ayudar a financiar su ambicioso proyecto de reformas económicas y sociales.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)