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27.05.18

La CGT por ahora ayuda más al Gobierno que el FMI

(TN) La central no tiene previsto hacer un paro, como señal al Ejecutivo de su injerencia para cerrar acuerdos que estabilicen la economía. El impacto del "factor 15%".
Por Marcos Novaro

(TN) Apenas una intrascendente "marcha simbólica" al ENRE en contra del tarifazo, el 4 de mayo, y desde entonces la promesa de que en algún momento se hará un paro -todavía no se sabe cuándo- contra el Fondo Monterario Internacional, el ajuste y también las tarifas. Han dicho que lo convocarán si el Ejecutivo veta el proyecto opositor sobre este último asunto, pero si el trámite de ese proyecto se estira, como ahora parece que sucederá, tal vez sea antes. ¿La concentración realizada el pasado viernes 25 por el sindicalismo combativo, la izquierda y el kirchnerismo, va a acelerar esa medida de fuerza, o la retrasará aún más?

Por ahora pareciera que la mayoría de los gremios sigue prefiriendo la prudencia y esperar a que la situación decante. ¿Por qué? Salvo Juan Carlos Schmid, siempre más cercano a las necesidades del moyanismo, los demás caciques sindicales mantienen la tesitura que adoptaron cuando el jefe de los camioneros se abrazó al sector kirchnerista y la izquierda: aprovechar para matar dos pájaros de un solo tiro, sacarse de encima la asfixiante tutela que Don Hugo ejerció sobre ellos durante largo tiempo, y dar una señal al Gobierno respecto a su disposición a actuar como contraparte responsable de acuerdos para estabilizar la economía.

Recordemos que esa tesitura salió fortalecida tras la demostración de fuerza de la entente opositora del 21 de febrero pasado en la 9 de Julio, y quienes participaron de esta concentración tuvieron desde entonces más problemas que antes: Moyano quedó casi aislado del resto del sindicalismo y del peronismo y sin interlocución con el Gobierno, y la izquierda sindical y los movimientos sociales enfrentaron tensiones y críticas por haber actuado como guardaespaldas morales y físicos en los entuertos judiciales del camionero. No va a ser fácil convencer a quienes se mantuvieron alejados de esos disgustos que tienen que desandar el camino recorrido desde entonces para lograr una CGT con una nueva conducción y libre de los elementos disruptivos y las limitaciones del pasado.

Además pesa el hecho de que la enorme mayoría de ellos aceptó ya la pauta del 15% para sus paritarias, con revisión recién a partir de septiembre de este año. Con lo cual han quedado en alguna medida atados a la suerte del Gobierno, y desatarse les puede resultar muy costoso y vaya a saber si redituable.

El que varios gremios "combativos", Camioneros, docentes y administración pública, entre otros, no hayan firmado todavía sus paritarias y reclamen ahora porcentajes aún más altos que antes para hacerlo no ayuda tampoco a sumar a los demás a las protestas, al menos en lo inmediato. De hacerlo contribuirían a las estrategias de negociación dura de esos sindicatos, a sus apuestas políticas e indirectamente estarían asumiendo que ellos estaban en lo correcto al no aceptar la pauta del 15%. Con lo cual la oportunidad de los moderados de enseñorearse desde la CGT como el gremialismo más adecuado para proteger los intereses de los asalariados en las actuales circunstancias se iría definitivamente al tacho.

Más bien les conviene darle tiempo al Gobierno para que someta a esos revoltosos. Algo que este viene intentando hacer con los docentes, ante los que no cede un tranco de pollo pese a todas las huelgas que siguen haciéndole, con los metrodelegados, cuyas medidas de fuerza incluso mandó a reprimir la semana pasada, y con los empleados de la administración, a quienes ofreció ahora un magro 12%, como para dejarles claro que no les va a ir mejor por más que pataleen.

Después, una vez despejado el camino y más cerca de septiembre, seguramente este sindicalismo hoy tan prudente y conciliador dejará de serlo y se esmerará en recuperar todo lo perdido frente a la inflación. Pero para entonces puede que lo peor de la crisis y de la consecuente aceleración inflacionaria hayan pasado y el Gobierno tenga ya firmado el acuerdo con el Fondo y un mejor control de la situación macroeconómica.

Y a esa altura se habrá despejado entonces también otra incógnita que seguro de momento mantiene a muchos sindicalistas a raya: se confirmará el deterioro de las ventajas relativas de Cambiemos o sucederá como en otras ocasiones, que Mauricio Macri perdió apoyo en coyunturas críticas y pareció más débil de lo que realmente era, pero salió del brete más rápido y mejor parado de lo que sus adversarios esperaban, dejando a estos en off side y sobregirados en sus posiciones.

Es lo mismo que se preguntan muchos políticos peronistas, que desconfían de asumir tesituras demasiado duras por temor a compartir el destino a que se han condenado Cristina Kirchner y los suyos, prisioneros de un ideología harto estrecha, probadamente ineficaz para ganar elecciones, y de un pronóstico catastrofista que necesitaría que todo salga realmente mal para volverse convincente.

De allí que también el regreso de ese discurso a la tapa de los diarios, con la peregrina fórmula "la patria está en peligro", sea motivo de festejo y alivio en la Casa Rosada. ¿Qué más podría pedir un gobierno acosado por innumerables problemas que tener enfrente una oposición que se pega por enésima vez un tiro en los pies y se dedica a pronosticar naufragios sin remedio? Nadie podría hacer mejor que ella, aunque quisiera, el trabajo de volver a darle mínima credibilidad al desprestigiado capitán que al menos nos ofrece de momento una vía para seguir a flote.

Mientras esto siga así, entonces, es dudoso que el sindicalismo vaya a protagonizar un vuelco, reclamar por una anticipada reapertura de paritarias y poner al Gobierno ante problemas serios en el frente en que hasta aquí ha tenido las cosas sorprendentemente más calmas, las calles, no las de la city si no la 9 de Julio y aledañas. Aún cuando algo tenga que hacer, por ejemplo un pronto paro general, como para no quedar demasiado fuera de foco.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)