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11.06.18

El peronismo sólo se uniría para pelear por plata para sus arcas

(TN) Tras la discusión por los límites a las tarifas, el PJ se prepara para una nueva pelea por el recorte a las transferencias, una exigencia del FMI. El Gobierno apuesta al salto en la recaudación de IVA y Ganancias.
Por Marcos Novaro

(TN) Terminada la discusión de las tarifas, que los cohesionó por primera vez en mucho tiempo, aunque no les brindó todo el provecho que esperaban, ¿qué otra cuestión es capaz de unir a los peronistas frente a Mauricio Macri? Sí, acertó: la negociación de transferencias para las provincias y municipios que gobiernan. De allí que una prioridad del Gobierno va a ser ajustar lo que se pueda esas transferencias, pero evitando ponerse a todos sus beneficiarios en contra. Y la inflación será de gran ayuda para lograrlo, como ya se está viendo.

Ni el PJ, ni la CGT, ni siquiera Hugo Moyano o Marcelo Tinelli son capaces de lograr una convergencia comparable en el convulsionado espacio opositor. De allí que, mientras la disputa sea con ellos, a Macri va a alcanzarle con el blindaje financiero que obtuvo del FMI para retomar la senda hacia su reelección. Esto se pudo comprobar en los últimos días cuando cada uno de esos actores tuvo su oportunidad de dar un paso al frente, y la desperdició.

En el Congreso del PJ, los kirchneristas y sus pocos aliados siguieron mordiéndose la cola. En vez de dar una señal de apertura y unidad se mostraron abroquelados peleando por un sello de goma que pocos votantes valoran, contra el solitario e inviable Luis Barrionuevo y ante la total indiferencia de prácticamente todos los líderes territoriales con representatividad. Les hubiera convenido reclamar a la Justicia que designara una intervención menos facciosa e impresentable, y así convencer a los gobernadores que no pretenderán usar el espurio control del sello del PJ que conservan para digitar las listas en 2019.

Las desinteligencias entre la CGT y Moyano también aportaron lo suyo. El Gobierno logró que se postergara el llamado a la huelga que casi tenía decidida la cúpula cegetista. Pero quedó a la vista que a ella cualquier excusa le venía bien para dilatar las cosas, de manera de dejar de nuevo solo al camionero en su propia convocatoria a parar el próximo jueves 14. Tan contaminada de urgencias judiciales de la familia Moyano como la movilización del 21 de febrero pasado.

Durante esta semana, el resto del gremialismo tal vez confirme un paro. Pero lo hará sin preguntarle su ex líder, ni a la CTA, ni a los movimientos sociales, que ya tuvieron que levantar sus respectivas convocatorias. ¿Y si Moyano en el ínterin cumple su promesa de volver un infierno el transporte y los accesos a las grandes ciudades, imitando a sus pares brasileños? ¿Una medida tan disruptiva elevaría el valor de la colaboración del resto del gremialismo para el gobierno, o le quitaría legitimidad a sus propios reclamos? Puede que suceda un poco de las dos cosas, y consciente de ello, tal como hizo ya en los dos paros contra Macri, mientras suelta presión a través de una esporádica medida de fuerza, la CGT seguirá apostando a conservar su rol privilegiado en la mesa de negociaciones, muy lejos de cualquier plan de lucha o alianza opositora.

Ni siquiera Tinelli salió bien parado con su inoportuno lanzamiento a la arena política, que varios encuestadores, seguro que nada inocentemente, se ocuparon de anunciar y a la vez torpedear con datos desfavorables de encuestas reales o inventadas. Es cierto que en los sondeos más confiables se observa un creciente malhumor con toda la dirigencia política. Y que circunstancias parecidas de nuestro pasado, o de otros países, han sido favorables a las aventuras de outsiders más o menos populares.

Pero ni Tinelli parece tener las dotes necesarias para encarar una aventura de ese tipo, ni parece haber mayor disposición de sectores peronistas para ayudarlo en la empresa. Tal vez porque saben que la percepción de crisis no es tan aguda y si hay algo que molesta más a la sociedad argentina que las tarifas y la inflación son los gestos demagógicos y oportunistas de corte populista. Doce años de abusos en ese sentido nos mantienen todavía vacunados contra experimentos que en estos días prosperan en otras democracias, algunas de la región como México, y otras mucho más desarrolladas como Estados Unidos e Italia. ¿Seguirá siendo así? ¿Y por cuánto tiempo? Mientras no se produzca un colapso es probable que la moderación y la prudencia conserven su ventaja. Y los Tinelli de este mundo tengan que seguir esperando su oportunidad.

En resumidas cuentas, pese a sus muchos problemas económicos, en el frente político el Gobierno podría decirse que no tiene tanto de qué preocuparse, porque sus adversarios se mantienen muy dispersos, e incluso se anulan entre sí. Aunque, volviendo al comienzo, esto podría cambiar si los opositores que también gobiernan, en provincias y municipios, perciben tener enfrente una común y letal amenaza, y reaccionan anticipando la competencia electoral en la discusión de las transferencias fiscales que necesitan para asegurar su supervivencia.

El acuerdo con el Fondo es un problema a este respecto porque exige que se hagan recortes importantes en esas transferencias. En especial en las llamadas discrecionales para destinos específicos, que se negocian por fuera de la coparticipación. La cuestión es que el Gobierno ha recibido del Fondo también una licencia para anestesiar al menos en parte este conflicto: liberada la inflación del corsé de las "metas" va a diluir parte del gasto público e inflar los recursos, en particular los provenientes del IVA y Ganancias, dos impuestos coparticipables. Con lo cual los recortes reales que se necesitan serán menores que los que se anuncian.

Ya en lo que va del año, gracias a la suba de precios, se coparticiparon 60.000 millones de pesos más de lo que se había presupuestado (cuando se estimaba una inflación del 12% en todo 2018). Es decir que si se recortan en la misma cantidad las transferencias discrecionales el efecto sería casi neutro.

En lo que resta de este año la ventaja para las arcas provinciales (y también para las nacionales) seguirá creciendo, aún cuando haya algo de recesión. Lo que le permitiría al gobierno dar un mensaje navideño que le vendría como anillo al dedo para terminar con la pálida: algo así como "¿vieron que el ajuste no fue tan grave?, y que podemos ahora encarar el 2019 con fe, con esperanza, etc, etc". Sería una segunda oportunidad. Que si se les da, vaya a saber para qué nobles fines la usan.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)