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22.08.18

Macri, ahora, necesita rescatar al círculo rojo

(TN) El presidente se la pasó dos años despotricando contra el personal estable de la política y los negocios en el país. Pero ahora que las miserias de ese círculo de privilegiados están a la luz, él necesita practicar un rescate selectivo de sus tribus, para evitar que la economía se detenga en seco y el sistema institucional vuele por los aires.
Por Marcos Novaro

(TN) Claro que Macri no es el único que está obligado a cambiar su diagnóstico y su menú, en medio del torbellino de la crisis. Los opositores tienen tanta o más necesidad que él, y cuanto más atados están al antiguo régimen, más dificultades enfrentan para encarar la cuestión.

En particular, esto es bien visible en el kirchnerismo, que entiende cada vez menos lo que sucede a su alrededor y dispara a tontas y a locas. Como siempre han dicho que este es un gobierno “de los ricos”, no comprenden por qué está tolerando y hasta prohijando que la Justicia detenga, procese, indague y en general humille a los más ricos de entre los ricos.

Otros van incluso más allá y postulan que la conspiración tiene alcance internacional: su alianza con Estados Unidos y el FMI impulsa a Macri a destruir la patria contratista para reemplazarla por firmas norteamericanas. El objetivo sería sí la transparencia, pero de la total sumisión al imperio. Un argumento que ya usó el PT en Brasil para descalificar el Lava Jato. En una ofrenda nacionalista en defensa de la corruptela, Guillermo Moreno acaba de convocar al movimiento para destituir a Macri y reemplazarlo por un gobierno de transición, transición hacia atrás, se entiende, bajo el lema “teníamos Patria”.

Y hasta Horacio González hizo su aporte al respecto hace unos días, dando rienda suelta al delirio. Según él, hay un plan de tierra arrasada y regeneración moral nacido del colapso de la política económica oficial: las cosas van tan sin remedio al desastre que no alcanzaría con distraer a la gilada esmerilando o hasta metiendo presa a Cristina; así que, para salvarse, Macri estaría ahora dispuesto a masacrar a sus propios representados. No lo dice pero se intuye la conclusión: el campo “nacional, popular y democrático”, también conocido como la mafia de los bolsos y sus seguidores, debería convocar a “los ricos”, los que cobraban un plus de 40% y dejaban 20 en esos bolsos, para detener al “loco que los inmola”. Así, todo vuelve a la sana normalidad nac &pop y el que celebra, chin chin, es “el pueblo”.

Como suele suceder, mientras se derrochan litros de tinta en hacer circular estas y otras teorías por el estilo, el gobierno de Macri demora en marcar un camino. ¿Qué querrá hacer ante el imprevisto descalabro desatado en la élite empresarial a raíz de la causa de los cuadernos? ¿Buscará salvar a parte de ella, así como a la porción amigable y menos comprometida del peronismo? Ojalá hubiera algo en las cabecitas de la Rosada de todo lo que fantasean los devotos de las teorías conspirativas: si no un plan, al menos un esbozo de, alguna iniciativa, algo.

Pero no. Por ahora no se practica más que el habitual “esperar y ver”, la frases de circunstancia del estilo “celebramos que la Justicia trabaje con independencia, no tenemos nada que ver ni con ella ni con los acusados”. Y mientras tanto, el tiempo se consume, el ritmo de las novedades en la causa se acelera y los efectos económicos no queridos de la lucha contra la corrupción también. La parte del delirio de González que conecta con la realidad es precisamente que esos efectos son muy perjudiciales para el propio gobierno: la obra pública corre el riesgo de congelarse, cae la inversión aún más de lo que ya venía cayendo, por lo que es de esperar que crezca el desempleo. Nadie espera ya que los PPP logren despegar a tiempo para compensar el ajuste en el gato público.

El señor Centeno, ¿no podría haber entregado sus cuadernos un año antes? Pregunta que desnuda lo ridículo de las teorías conspirativas en circulación: si alguien del gobierno hubiera podido manipular este escándalo, obviamente que el momento indicado para soltar la bomba no era este, sino antes de las legislativas del año pasado, tal vez a continuación de ellas, jamás cuando la economía entraba en recesión.

Pero volviendo a los problemas de Macri para fijar una posición y un rumbo una vez que la bomba estalló y se rompió el pacto de silencio entre los empresarios y kirchnerismo (¿o el peronismo?): ¿qué puede hacer, cuáles son sus opciones?

En verdad, no tiene muchas. Seguir ignorando el asunto, o lo que es lo mismo, surfeando la ola con el discurso de que su gobierno celebra que la Justicia avance, porque a la larga le va a hacer muy bien al país, no alcanza. Tampoco alcanza con ofrecer recompensas por datos sobre los fondos sustraídos: se estará pensando en alguien que ayudó a construir bóvedas, cavar pozos a lo Breaking Bad, o cosas por el estilo, pero lo más probable es que el dinero esté invertido aquí o afuera y su detección dependa de un rastreo financiero, más que del dato que pueda brindar el conductor de una retroexcavadora.

El Ejecutivo estaría por respaldar a las constructoras menos comprometidas para que logren el financiamiento externo que necesitan para los PPP y con ese objetivo habría enviado una misión encabezada por Quintana a EE.UU. y anunciaría la creación de un fideicomiso. Pero si no se logra convencer a los inversores de que compren bonos argentinos, pese a las altas tasas y el respaldo enfático del FMI, ¿puede esperarse un mejor resultado de esas gestiones?

Tal vez, las mejores soluciones para el corto plazo sean las que atiendan también en alguna medida al largo. Para empezar, quebrando definitivamente los pactos de silencio entre Estado y empresarios, que ya antes de los Kirchner nos empobrecían, y estos llevaron a su más perversa y destructiva versión.

Echar luz en las relaciones entre funcionarios y mundo de los negocios con reglas exigentes y efectivas sobre licitaciones, contabilidad y gobierno corporativo, fortalecer a las entidades empresarias y obligarlas a que ellas mismas apliquen códigos de ética y reglas de buenas prácticas pueden ser vías para avanzar en este camino. Los gobiernos hasta aquí más bien han actuado en dirección contraria, debilitando las organizaciones empresarias para dividir y reinar. La única excepción fue, en tiempos de los Kirchner, el club de la obra pública en que se convirtió la Cámara de la Construcción, y así terminó.

Y el mismo problema se enfrenta en el terreno político: si toda la política se desprestigia con la revelación del saqueo montado por los Kirchner, ¿qué posibilidades tiene el Gobierno de recuperar algo de la confianza perdida en la opinión pública? Si el peronismo en su conjunto teme quedar salpicado por el destape de la corrupción, ¿qué incentivos tendrá para colaborar con el oficialismo, sea en este terreno, vía la ley de extinción de dominio o los allanamientos a Cristina, o en el económico, con la aprobación del presupuesto y la distribución de la carga del ajuste fiscal?

Es imposible ofrecerles a esos sectores peronistas un fideicomiso equivalente al que se está diseñando para las empresas. Pero puede que un manual de buenas prácticas sea útil y viable también en este campo. Algún tipo de acuerdo sobre reglas de juego de aquí hacía adelante. Aunque finalmente va a depender de los propios peronistas decidir si quieren colaborar al saneamiento o seguir abonando la desconfianza de la sociedad y apostar al eventual estallido salvador.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)