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24.12.18

Cristina Kirchner sigue protegida por la fe

(TN) Los votantes de la expresidenta tienen mayor confianza en los políticos que los de Macri. Aunque solo una minoría cree que pueda resolver los problemas económicos.
Por Marcos Novaro

(TN) A raíz de los recientes avances en las causas por corrupción que involucran a la expresidenta Cristina Kirchner se ha vuelto a plantear la remanida pregunta sobre si algo de lo que vaya a suceder al respecto durante el próximo año puede horadar el apoyo que todavía recibe de la sociedad. ¿Caería su imagen e intención de voto si aparecen más pruebas en su contra?, ¿y si es condenada?, ¿qué piensan de la corrupción quienes la apoyan?

En una encuesta reciente de Opinaia se indagó con más detalle sobre estas cuestiones y los resultados son bastante sorprendentes. Para empezar, la confianza en las instituciones en general y en todos los actores políticos y sectoriales está por el piso. Puede que esto esté influido en parte por la crisis económica: eso es lo que suele suceder en particular con los empresarios, cuando las cosas van bien la opinión sobre ellos tiende a ser buena, y cuando caen los salarios y el empleo, empeora; ahora se suman los cuadernos de Oscar Centeno, pero aún sin ellos seguro habría una animosidad general en su contra debido a la recesión.

Pero de los resultados surge un dato mucho más curioso: la confianza, específicamente en lo que se refiere a la corrupción, es más alta entre quienes apoyan a Cristina que en el resto de los ciudadanos. Sólo el 57% de los que votaron a Unidad Ciudadana en 2017 y 50% de los que dicen que la apoyarían en 2019 están de acuerdo en que "no se puede confiar en la política ni en los políticos". Es decir que entre el 40 y el 50% de los kirchneristas todavía confía. ¿En quién? En Cristina por supuesto.

En cambio entre los votantes de Cambiemos sucede lo contrario, la confianza es un bien mucho más escaso que en todos los demás grupos de votantes. El 89% de quienes apoyaron al oficialismo en 2017 y el 91% de los que lo harían el año próximo dicen no confiar en ningún político ni en la política en general. Los votantes de izquierda, del peronismo federal y de Sergio Massa están en una posición intermedia, y los de Cristina como dijimos, en el extremo opuesto.

¿Estamos entonces ante la paradoja de que los líderes de Cambiemos sufren más la crisis de confianza provocada por el show de la corrupción, cuya investigación y discusión pública ellos han venido impulsando, que Cristina y su gente, que aparecen involucrados en los chanchullos, pero a sus votantes el asunto parece no los afecta tanto, o directamente ni les va ni les viene?

Sería una conclusión apresurada. No es tan cierto que los votantes de Cambiemos, o los que podrían serlo, no valoren el esfuerzo que hacen sus dirigentes contra la corrupción: después de la "relación con el mundo" es el área en que más méritos se les reconoce a Mauricio Macri y su administración, 47% dice que la situación al respecto mejoró gracias a ellos, contra solo 23% que dice que empeoró (41% dice también que esta gestión es más transparente que la anterior, y sólo 27% que sucedió lo opuesto; una relación inversa a la que se observa en el terreno de la gestión económica). Es decir que corrupción y transparencia siguen siendo banderas valiosas en manos del oficialismo, pese al descrédito general que sufre la dirigencia política, que lo incluye. Conclusión: para nada le conviene olvidarse o desatender el asunto.

¿Cuál es entonces la diferencia entre los kirchneristas y los macristas en este terreno? Puede sintetizarse en su contrapuesta forma de relacionar juicios e identificación.

Quienes adhieren a Cristina confían en ella haga lo que haga. Y parte al menos incluso creyendo al mismo tiempo que efectivamente es corrupta (alrededor de un tercio de sus adherentes comparte esa opinión). En cambio, los macristas, para empezar, desconfían de todo, incluso de un gobierno al que le reconocen que algo hace para combatir la fuente mayor de su desconfianza, la corrupción.

¿Es esto una sorpresa? En realidad no. Desde hace décadas que las identidades adscriptas, esas que son impermeables a cualquier juicio más o menos circunstancial sobre acciones políticas y resultados, se vienen debilitando en nuestra sociedad, pero a velocidades diferentes en distintas familias políticas. El peronismo y la izquierda están entre las más resistentes. Es un mérito, pero también una fuente de dificultades, porque debido a eso suelen conectar bastante mal con las preocupaciones, opiniones y juicios de sus propios adherentes.

Podrán decir que si esto pasa en el tema corrupción no es tan grave, porque no es esa una prioridad de la mayoría de los votantes. Pero el problema es más serio, porque les pasa lo mismo con la gestión de la economía: incluso en estos duros meses de ajuste, son bastantes menos los adherentes a Cristina que creen en sus dotes para resolver los problemas económicos (sólo 22% cree que esté capacitada), que los que creen en las capacidades de Macri ( 27%). La fe en Cristina sobrevive, pero no mueve montañas.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)