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04.02.19

En Venezuela restablecer la democracia no será nada fácil

(TN) ¿Hay chances de que el chavismo colapse? ¿Las movilizaciones y presiones externas convencerán a militares y seguidores de Maduro a frenar el régimen?
Por Marcos Novaro

(TN) Juan Guaidó anuncia cada vez que puede que pronto los militares van a abandonar a Nicolás Maduro, porque solo una porción de la cúpula castrense está involucrada seriamente en el sostén del régimen y "nadie se va a inmolar para sostenerlo".

Los intelectuales disidentes postulan que es imposible que se produzca un escenario de guerra civil ni nada parecido, porque todo el pueblo está por la recuperación de la democracia, no hay dos bandos en pugna, lo único que controla Maduro es a las bandas paramilitares, y a la fuerza represiva, y a esta a medias, por lo que su recurso a la violencia y la eficacia de la misma también irán menguando.

Los voceros de la Asamblea Nacional, el Parlamento venezolano, confían en que, contando ellos ahora con el apoyo de la amplia mayoría de las democracias de la región y de Europa, y sumándole a eso además las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, el aislamiento internacional va a terminar sofocando al régimen en el corto plazo, porque él no tiene recursos para sostener ni siquiera el muy magro nivel actual de importaciones en rubros como alimentos y medicamentos básicos, y ni China ni Rusia pueden hacer mucho por ayudarlo, ni van a estar dispuestos a arriesgar demasiado por un país tan distante de sus zonas de influencia.

Todos ellos creen, finalmente, que después de años de divisiones y equivocaciones, la oposición ha encontrado, gracias a la autoproclamación de Guaidó como presidente encargado, la vía para sostener la presión de las calles, dándole un vocero común e incuestionable y a la vez invalidar institucionalmente, con la constitución en la mano, la legitimidad democrática que todavía reclaman para sí los chavistas. Por lo cual esperan que las divisiones en ese espacio, sobre todo los desacuerdos con Maduro y su círculo de parte de viejos chavistas, pronto se multipliquen y lleven al colapso del régimen “desde adentro”, sin necesidad de una lucha abierta en las calles.

Estas cuatro fuentes de autoconfianza puede que sean imprescindibles para darle a la oposición democrática la fuerza de voluntad que necesita para movilizarse y sostener la iniciativa política. Dos cosas que pocas veces lograron combinar en años pasados. Y en lo que desde principios de enero vienen sorprendiendo gratamente a los observadores internacionales y a todos quienes se solidarizan con una democracia que parecía estar extinguiéndose sin remedio.

Pero puede que una cosa sea lo que ellos necesitan creer y otra lo que deben saber para no equivocarse, no pecar, una vez más, de exceso de optimismo. Como cuando se convencieron, a fines de 2015, que Maduro era un inepto sostenido apenas por una banda de narcos y un grupo de inteligencia castrista, y habiendo las fuerzas de oposición ganado la mayoría del Poder Legislativo, en poco tiempo podrían sacarlo de las narices del Ejecutivo.

Como sabemos no fue así. Cuatro años después, mirando hacia atrás, lo que vemos es que el régimen fue cumpliendo paso a paso, con paciencia y disimulo, todos los requisitos para convertir una democracia a medias en algo muy parecido a un régimen de partido único y sin ningún freno. Pese a la fenomenal crisis económica y humanitaria que se desató simultáneamente sobre el país. No deja de tener su mérito.

No es nada seguro que vaya a dejar de ser así. Astutamente Maduro anunció que adelantarán las elecciones, no de presidente, si no de legisladores, con lo cual apuesta a hacerse de la oportunidad para borrar del mapa a la última institución que no controla y todavía respeta la letra y el espíritu de la constitución vigente. "¿Quieren elecciones? Les damos elecciones. Las que nosotros necesitamos para sacarlos del tablero". ¿Qué van a hacer los opositores, se presentarán o se volverán a dividir y una buena parte rechazará participar, como sucedió el año pasado?

Es cierto que algunos militares se han rebelado, en los últimos días incluso lo hizo un general. Pero se trató de un burócrata sin mando de tropa, nada que realmente amenace el férreo control que Diosdado Cabello y sus amigos cubanos lograron instaurar entre los uniformados. Muy difícil de quebrar porque involucra infinidad de negocios, mafias y privilegios.

Es cierto también que los opositores han vuelto a ocupar las calles, pero ese tampoco es un terreno que el régimen haya abandonado: ayer mismo logró hacer una concentración para festejar los veinte años de la revolución bolivariana, que rivalizó con las manifestaciones en su contra. Gracias a la cual podrá decir que "el verdadero pueblo lo sigue apoyando", o al menos que hay una "grieta" y nada lo obliga a hacerle caso a la parte del pueblo que, equivocada y manipulada por el Imperio, está en su contra.

Por último, no es menor el interés que en el ajedrez que juegan entre sí las superpotencias, tiene el peón venezolano. Y ni los rusos ni los chinos van a ceder un ápice de las ventajas que le han sacado hasta aquí a Estados Unidos en esa disputa, mientras puedan evitarlo. Menos todavía por una cuestión tan inconveniente para ellos como es la de defender la democracia pluralista y demostrar su superioridad moral o práctica. Nada de eso.

Tampoco hay por qué ser derrotistas. Es indudable que los demócratas venezolanos dieron un fenomenal paso adelante cuando apostaron a la Asamblea, a Guaidó y a impugnar la reasunción de la presidencia por Maduro. Y las democracias occidentales no los defraudaron cuando cerraron filas, casi todas, en su apoyo y dejaron de hacer simples declaraciones de ocasión. Pero nada va a ser sencillo de aquí en más.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)