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13.05.19

Schiaretti no dedicó a nadie su victoria, ¿a quién achacará la UCR su derrota?

(TN) Se dice que las derrotas políticas no tienen dueño y las victorias tienen siempre más de uno. En el caso de Córdoba sucede lo contrario.
Por Marcos Novaro

(TN) No perdió el tiempo el gobernador cordobés y antes de que cerrara el comicio advirtió: “Acá en Córdoba los de afuera son de palo”. Para no dejar lugar a dudas de lo que pretendía transmitir agregó que ningún otro referente de Alternativa Federal estaría presente en el festejo de su victoria, y que tampoco debía nacionalizarse el resultado, ampliamente favorable para su sector: “En absoluto se puede hacer una lectura nacional de las elecciones… acá se elige gobernador e intendente... cuando sea el turno, se elegirá la persona que se considere más capaz para que sea presidente”.

Si Roberto Lavagna esperaba que el cordobés aprovechara su rutilante reelección para levantarle la mano, se habrá llevado una fuerte desilusión. Y en cambio Mauricio Macri debió respirar aliviado cuando escuchó sus palabras: podría haber sido un domingo mucho más negro para él después de todo.

Cambiemos va de mal en peor en los comicios distritales, y sin duda el resultado cordobés es el más apabullante y, por el tamaño de la provincia, también el más relevante de los muy malos que ha cosechado hasta aquí. Pero si encima Schiaretti aprovechaba la ocasión para apuntalar a los precandidatos presidenciales del peronismo moderado y para confirmar y nacionalizar la imagen de una coalición oficial en declive, la depresión en Olivos iba a ser total.

¿Por qué no lo hizo? En parte seguramente porque sabe que nacionalizar su victoria iba a forzar las cosas, y a los votantes cordobeses no les iba a sonar del todo bien, ni los iba a convencer de nada. Porque el cordobesismo, para bien o para mal, existe, no es una fantasía: la fuerte discordancia entre el voto cordobés en elecciones distritales y nacionales viene dándose desde hace años, y seguramente volverá a darse en esta ocasión. De hecho, aunque las encuestas en esta provincia le están dando bastante peor ahora que en otros momentos, Macri sigue recibiendo mucho más apoyo aquí que en el resto del país, y supera ampliamente a CFK, y por supuesto a Lavagna.

Por otro lado, Lavagna no ha hecho realmente mucho mérito para ganarse el apoyo que tanto esperaba. Su insistencia en no presentarse a las PASO sigue generando desconcierto en los demás socios de Alternativa Federal, y en particular en Schiaretti, que se pregunta con toda razón si el ex ministro tiene realmente alguna de las muchas virtudes y ventajas que se autoatribuye como para considerarse “líder natural” de un sector al que, encima, le viene costando desde hace tiempo ganar protagonismo, entre otras cosas porque está habitado por muchos caciques y pocos indios, y los caciques se creen todos titulares, no se ponen de acuerdo en qué regla darse para definir el rol de cada uno.

Así que no se trata solo de localismo. Hay también una estrategia nacional en el rechazo de Schiaretti a nacionalizar su victoria: la construcción de una alternativa desde el peronismo no es tan sencilla como creen los que actúan a la bartola, confiando en su olfato y en que los demás ya han demostrado ser entre malos y pésimos. Para eso ya están, como dice Durán Barba, los expertos en competir por descarte, y la grilla está completa.

Los peores dolores de cabeza para Macri por lo sucedido este domingo no van a venir de sus adversarios cordobeses, si no de las propias filas de Cambiemos. Ahí el “desastre cordobés” es una carga de profundidad, y su onda expansiva recién está haciéndose sentir. Los costos autoinfligidos por un pésimo manejo de la interna radical, tanto por los propios radicales como por los responsables nacionales de mantener en pie la coalición gubernamental, pueden ser mucho más graves de lo que se ha visto hasta aquí.

Perder la provincia por porcentajes nunca vistos, y tanto el municipio de la capital como otras intendencias importantes son muy malas noticias. Pero lo peor va a ser que esos resultados alimenten el siempre feroz internismo radical, que en los últimos años estuvo sorprendentemente controlado. Seguramente porque casi ningún radical imaginó que iba a salir tan bien parado de todos los desastres que vivió y cometió su partido durante la década larga del kirchnerismo. Pero ahora que ya no se acuerdan del milagro que significó para ellos votar en 2015 una estrategia de alianzas sin romperse en varios pedazos, y más todavía que el encuentro con Macri diera tan buen resultado en lo inmediato, puede que el monstruo faccioso se despierte.

También podría suceder que el descalabro cordobés haya sido tal cachetazo para todos los grupos internos que invite a la reflexión, serene los ánimos y ponga un plus de sentido común en las próximas sesiones de la Convención Nacional del radicalismo. Habrá que esperar a fin de mes para saberlo.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)