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24.05.19

Alberto Fernández: Nunca Más a la corrupción, pero al revés

(TN) Con su habitual uso jocoso del insulto, Alberto Fernández dio una muestra de la moderación kirchnerista: promete que no habrá indultos. Parece una promesa sin costo porque el candidato viene trabajando, junto al resto de su espacio, para que no haya condenas.
Por Marcos Novaro

(TN) La moderación kirchnerista abarca varios terrenos. Para empezar, las propias candidaturas. Cristina siempre se moderó en las campañas, y luego gobernó radicalizándose. En eso, en principio, no habría mayor novedad. En todo caso, la diferencia con las campañas de 2007 y de 2011, cuando se ocupó de esconder a Bonafini, D´Elía, Moreno y compañía, para después gobernar con ellos, y con la de 2015, cuando ubicó a toda su tropa a la sombra de Daniel Scioli, es que ahora decidió esconderse a sí misma.

Ubicada estratégicamente tras "las faldas" de Alberto Fernández, logró así escapar inteligentemente a un dilema que venía enfrentando y que parecía no tener solución: si no se candidateaba su sector se diluía, porque ninguno de sus acólitos arrastra votos, no tiene ya a un Scioli a mano; y si se presentaba le hacía el juego a Macri, empujándolo hacia arriba en la intención de voto debido al rechazo que genera su eventual regreso al poder. Ahora es y no es candidata al mismo tiempo, encontró la cuadratura del círculo: gran idea.

Importa destacar, con todo, que no buscó de este modo evitar la polarización, si no una que le resultaba inconveniente: la que divide el voto opositor entre "los K” y “los no K”. Para potenciar la otra, la “polarización correcta”, que le podría permitir sumar a todos contra Macri. Pero claro, con presentarse “solo a la vicepresidencia” no iba a alcanzar. Así que, para que no se crea que es solo cosmética de campaña, está permitiendo que su candidato avance en varios asuntos en que ya su sector venía moderándose, pero no resultaba muy convincente.

Ante todo, en la economía. Kicillof se pasó varios meses haciéndole gestos de cordialidad al FMI y a los mercados, para diluir los temores a un eventual regreso del kirchnerismo al poder. Sin mayor éxito. El Alberto suma algo de credibilidad a esos gestos, y para potenciarlos se rodeó ya de un grupo de asesores entre los que destaca Guillermo Nielsen, cuya experiencia en finanzas y en negociaciones con el Fondo cuando colaboró con Lavagna puede darle sustento a la promesa de que no patearán el tablero, pretenden renegociar sin romper compromisos asumidos.

Más o menos lo mismo que ha estado diciendo el mencionado Lavagna: pagar la deuda pero creciendo, volver al ciclo virtuoso que se disfrutó entre 2002 y 2006, cuando no había déficit y tampoco una inflación (todavía) crónica. ¿Pero no es eso también lo que viene intentando Macri, al devaluar y combatir el déficit? ¿Se puede lograr sin reforma previsional y tributaria, es decir sin desarmar el entuerto armado por doce años de kirchnerismo? El giro moderado no llega a tanto, o al menos no lo va a blanquear ahora. ¿Cristina dejaría que algo así se haga en su nombre, dejaría que Alberto pase de ser Scioli a ser Menem? Difícil.

Es en el terreno judicial, en tanto, donde el candidato acaba de dar el giro más interesante. Primero, se mostró por completo respetuoso de la ortodoxia K, abundando en gestos a los que ella nos tiene acostumbrados, como amenazar a los jueces y fiscales que pretenden hacer su trabajo. Para lo cual confeccionó incluso una lista de indeseables, de modo de no dejar lugar a dudas de que hablaba en serio.

Prometió además hacer algo que desde el Poder Ejecutivo en una República no se puede hacer, ni siquiera es legítimo amenazar con hacer: “vamos a revisar los fallos de los jueces” prometió. Parecía estar adelantando que indultaría a su gente, una suerte de autoamnistía general para los delitos de corrupción. Un “Nunca Más” al revés. Aunque a continuación vino el giro moderado, su toque personal: “no voy a indultar a nadie, quien piense eso es un estúpido”.

Esa elegante forma de cerrar las discusiones es habitual en el Alberto. Pero en este caso, ¿es convincente?, ¿realmente se desdijo de sus primeras declaraciones, o solo simuló hacerlo?

Por varios motivos, esta moderación resulta menos convincente que la económica. Ante todo, porque no contradice lo que él mismo había dicho ni desmiente la principal sospecha que pesa sobre sus intenciones en caso de ganar: que el kirchnerismo no va a permitir que los procesos terminen, no va a esperar que haya condenas. Es que sería hasta ridículo que deje a los jueces completar su trabajo, para recién después deshacerlo, y solo a medias, sin ya poder alegar inocencia. Más todavía cuando se ha esmerado tanto en quitarle desde el vamos toda legitimidad, alegando “nulidad jurídica” y “manipulación política”, al esfuerzo investigativo realizado en estos años por muchos jueces y fiscales.

No, Alberto ya lo adelantó, no se van a conformar con nada menos que el olvido total y la declaración de “legitimidad de lo actuado”, como hicieran los impulsores de la autoamnistía en el ocaso del Proceso. Para lo cual esperan y no inocentemente la ayuda de otra buena parte de la Justicia, empezando por la mayoría de la Corte Suprema. ¿A alguien se le ocurre que después de octubre o del balotaje, si el kirchnerismo resulta victorioso, la mayoría de la Corte va a permitir que el Tribunal Oral 2 siga su camino? Ya preparó el terreno para tomar el control de la causa y anular lo que se haya avanzado. Y en los demás casos se hará lo mismo: apenas cambie la mayoría en el Consejo de la Magistratura se acabó el Lava Jato argentino.

Alberto quiso liquidar la cuestión de la corrupción con una frase también sugerente: “me voy a ocupar de que el primero que tenga un desliz se haga cargo de lo que hace. Para atrás es un tema judicial. Y espero que la Justicia lo resuelva”. Sonó como una promesa de “Nunca Más Deslices”. Otro Nunca Más, pero al revés.Estúpido es el que piense que habrá condenados que indultar.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)