Artículos

05.09.19

Hipertensión

(7 Miradas) Lo mejor para la Argentina es que Macri termine su mandato, como sea, aun pagando todos los costos políticos, y aun cuando deba llamar a Alberto todos los días para recibir su opinión. Será duro para él, pero será mejor para el país. Al menos, habremos mantenido la normalidad institucional en el medio de una anormalidad económica.
Por Carlos Fara

(7 Miradas) La Argentina sufre de varias enfermedades crónicas. Obesidad es una de ella. Otra es hipertensión. Como si no pueda vivir tranquila. Pareciera ser un amante de las crisis recurrentes –casi terminales- para mostrar su capacidad de resiliencia. Tanto que la palabra se puso de moda. La pregunta es: ¿no sería mejor tener menor capacidad de resiliencia y más capacidad de aprendizaje sistemático para no andar a los saltos?

La primera vez es casualidad. La segunda es cierta tendencia. La tercera conforma un patrón. Nos gusta vivir en crisis aunque no lo reconozcamos. Como el chiste del oso y el cazador en los bosques de Canadá: el oso le termina diciendo “Richard, vos no venir a cazar osos….”.

Es terriblemente complicado seguir intentando gobernar cuando ya todos los actores están mirando hacia otra parte. Requiere del líder un carácter especial. Alerta pero relajado. Empático pero no ridículamente desenfocado con el contexto. Suficientemente entusiasta, pero suficientemente recatado. Es una cuestión de dosis milimétricas, como si se estuviera frente a una consola de sonido chequeando permanentemente los distintos elementos del ecualizador.

Atrás de eso hay un personaje de carne y hueso con virtudes y errores. Con una experiencia de vida que lo lleva a refrendar una y otra vez sus rutinas intelectuales, sus sesgos cognitivos: “Por qué si siempre fue así, ahora debería ser distinto?”, seguramente se preguntará en su intimidad. Sin ir más lejos, también le pasó a Scioli en todo el proceso 2015: sistemáticamente aplica una fórmula –consciente o inconsciente- que no va a dejar de utilizar en el momento culminante de su carrera. Son pocos los personajes que tienen una versatilidad tal que le aporta una creatividad extra ante cada nuevo desafío. En esa situación está Macri.

Lo que aparentemente le dio resultado en SOCMA, en Boca, en el gobierno de la CABA y en la misma campaña electoral para llegar a la presidencia, hoy no alcanza. Implica revisar la rutina cognitiva y eso a medida que pasa la edad se vuelve más complejo, aunque no imposible. En el medio de una profunda crisis económica se vuelve una quimera. Por lo tanto, toda la serenidad que pueda mantener es clave para soportar la sobredosis de mensajes, rumores, operaciones, ataques, etc. Todo el contexto apuntará a sacarlo de su centro, a desestabilizarlo psicológicamente. Es una táctica clásica en cualquier manual de estrategia: que el adversario no pueda pensar tranquilo, que se desgaste emocionalmente, que pierda sentido de la realidad. En definitiva, que tome malas decisiones.

Habrá lectores que crean que esta es una columna de autoayuda para el presidente. Otros pensarán que el primer mandatario es sencillamente un inepto que no merece consideración humana alguna. Ambos pueden tener algo de razón. Sin embargo, la clave de la Argentina es cómo se llega al 27 de octubre, para saber si crecerá o no la presión para que Macri renuncie y dé por perdida su reelección anticipadamente, o si fructifican ciertas ideas respecto a que es mejor que se baje de la competencia cediéndole la representación alternativa a Lavagna. Todo tiene muchos vericuetos. Por lo tanto, dependiendo de cómo Macri procese la situación, serán diversos los escenarios que pueden acontecer.

Supongamos que por una mezcla de la dinámica económica, lobby y factores personales, el presidente no resiste la presión y decide abandonar el poder. Constitucionalmente la sucesión es Michetti, Pinedo, Monzó, 3 integrantes del esquema oficialista. Ninguno en capacidad política –en estas circunstancias- de conducir el barco. Dada la nueva realidad política –no electoral- respecto a la alta probabilidad de que Alberto sea el próximo presidente, toda la línea sucesoria debería correrse, llamarse a una Asamblea Legislativa para que alguien ocupe el cargo presidencial hasta el 10 de diciembre, cuando formalmente asuma el elegido por el voto ciudadano.

Ese alguien no puede ser Alberto porque no ocupa ningún cargo electivo: no es gobernador, ni diputado, ni senador, ni intendente, ni concejal. Ergo, la legitimidad provisoria debería darse vía la designación por la Asamblea de un representante del futuro presidente, quien empiece a manejar el barco bajo instrucciones políticas del venidero, y así podría empezar a tomar medidas acordes con la nueva realidad política. Nada imposible en términos políticos.

Lo mejor para la Argentina es que Macri termine su mandato, como sea, aun pagando todos los costos políticos, y aun cuando deba llamar a Alberto todos los días para recibir su opinión. Será duro para él, pero será mejor para el país. Al menos, habremos mantenido la normalidad institucional en el medio de una anormalidad económica.

Guste o no, el perdedor no tiene derecho a proteger su ego.

Fuente: 7 Miradas (Buenos Aires, Argentina)