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08.12.07

TLC Perú-Estados Unidos: Un gol en el último minuto

Pese a las crisis políticas que ha vivido en los últimos quince años, la estrategia del Perú se ha encaminado firmemente hacia la apertura al mundo, con la firme creencia que la globalización es una oportunidad mucho mejor que el autismo proteccionista intentado por décadas. La firma del TLC con Estados Unidos consolida esta estrategia, dándole al país un valioso elemento para avanzar en su carrera contra la pobreza y conjurar la amenaza de los cantos de sirena populistas que todavía suenan fuerte en el país.
Por Raúl Ferro

Con las justas y contra el tiempo, pero George W. Bush finalmente lo logró. El Senado de los Estados Unidos aprobó a principios de diciembre el Tratado de Libre Comercio con el Perú. En la agenda del Senado estadounidense quedan pendientes los TLC con Colombia, Panamá y Corea del Sur. Su suerte es incierta. El de Panamá, debido al pequeño tamaño de su economía, tiene más posibilidades de ser aprobado, pese al sentimiento anti-TLC de los demócratas. El de Colombia, debido, entre otras cosas, a varios confusos asesinatos de dirigentes sindicales que se han producido en el país sudamericano, suma al sentimiento anti-TLC una genuina preocupación respecto a la capacidad del gobierno de Álvaro Uribe de derechos humanos para poder hacer respetar los mismos en un país donde la violencia desafortunadamente es pan de todos los días.

Dicho esto, es muy probable que el TLC con el Perú sea el broche de cierre de casi dos décadas de una proactiva política de liberalización económica por parte de Washington. En mayo el Congreso no le renovó a Bush el llamado fast-track, o autorización para negociar directamente tratados de libre comercio, dejando a los legisladores la facultad de simplemente aprobar o rechazar los tratados como un todo, y no artículo por artículo. Con esto, podemos despedirnos de la era de los TLC. Al final, el ALCA ha quedado reducido a una versión light que, curiosamente, recorre prácticamente toda la costa del Pacífico del continente (que la recorra en su totalidad, es una decisión en manos de Washington con los TLC de Colombia y Panamá). Muy diferente al sueño original de Bush padre.

En todo caso, son buenas noticias para el presidente peruano Alan García. El TLC extiende de forma permanente los beneficios arancelarios establecidos por los tratados de compensación por la guerra antinarcóticos que permitieron en los últimos años crear una dinámica industria textil que da trabajo a decenas de miles de peruanos. Y no se trata sólo de trabajos de bajo salario. El boom textil ha permitido la creación de miles de microempresas, como cualquiera que visite el barrio de Gamarra en Lima puede atestiguar, y ha obligado a los confeccionistas peruanos a mejorar notablemente sus estándares de calidad y de diseño. En pocas palabras, los ha preparado para competir en el mercado global, sobreviviendo incluso a la temida y temible competencia china.

Pese a las crisis políticas que ha vivido en los últimos quince años, la estrategia del Perú se ha encaminado firmemente hacia la apertura al mundo, con la firme creencia que la globalización es una oportunidad mucho mejor que el autismo proteccionista intentado por décadas. La firma del TLC consolida esta estrategia, dándole al país un valioso elemento para avanzar en su carrera contra la pobreza y conjurar la amenaza de los cantos de sirena populistas que todavía suenan fuerte en el país.

Ahora, el Perú debe pisar el acelerador en sus negociaciones con la Unión Europea, desligándose de la negociación conjunta iniciada con sus socios andinos. Definitivamente, ni Ecuador ni Bolivia son hoy compañeros de viaje útiles en esa negociación.

Y una sola reflexión final. No deja de ser paradójico que líderes que vienen de la centro-izquierda, como Alan García y el presidente panameño Martín Torrijos, estén comprometidos con la estrategia del libre comercio. Es una señal que se trata de políticos sagaces que entienden las nuevas fuerzas que mueven el mundo y que han tenido la valentía política de apoyar e impulsar los cambios que ponen en mejor posición a sus países para avanzar hacia el desarrollo. Quizás les hubiera resultado más fácil atrincherarse en la vieja retórica setentista, pero les hubieran hecho un flaco favor a sus pueblos.