Artículos

29.04.13

Reforma Judicial: La astucia detrás de los silencios peronistas

(TN) Aunque el problema es mucho más amplio, y refleja todo un método: como sus atribuciones son hoy por hoy estrictamente subnacionales, y la política nacional está tan plagada de conflictos como de incertidumbres, razonablemente prefieren no intervenir en ella y esperar. Aún sabiendo que algunos de esos conflictos son tan graves que a la corta o a la larga los afectarán, como a todo el mundo.
Por Marcos Novaro

(TN) Uno de los datos más curiosos de la política de nuestros días es el silencio en que se refugian encumbrados actores políticos sobre varias o muchas de las cuestiones centrales y más controvertidas de la agenda pública, que para muchos otros, no tan poderosos, justifican hacer un enorme batifondo, sea a favor o en contra.

El más sonoro de esos silencios tal vez sea el que vienen practicando a rajatabla los gobernadores y demás líderes territoriales del peronismo sobre la llamada “reforma de la justicia”. Aunque el problema es mucho más amplio, y refleja todo un método: como sus atribuciones son hoy por hoy estrictamente subnacionales, y la política nacional está tan plagada de conflictos como de incertidumbres, razonablemente prefieren no intervenir en ella y esperar. Aún sabiendo que algunos de esos conflictos son tan graves que a la corta o a la larga los afectarán, como a todo el mundo.

Es así que, mientras pueden, no hablan de la inflación, ni de ningún otro problema macroeconómico, no apoyan abiertamente pero tampoco objetan lo que hace la Cancillería, ni el Banco Central, ni el Ministerio de Justicia, ni lo que dice la televisión pública, ni ninguna otra de las agencias a través de las cuales el “modelo” se ejecuta y, en el último par de años, se radicaliza más y más.

Hay algunas honrosas excepciones, claro, que resaltan precisamente por serlo. Scioli se animó hace un par de semanas a hablar por primera vez de inflación. Toda una audacia. Aunque en seguido volvió a su mutismo. Es cierto también que un par de diputados que le responden votaron en contra de algunos de los proyectos de la reforma judicial en danza. Pero al día de hoy no se sabe si lo hicieron porque el gobernador les dio libertad de acción o porque los instruyó, si el tema a Scioli le preocupa o no, si no sabe qué hacer o sabe pero está esperando que la incertidumbre en la materia se despeje, o el problema se resuelva solo. Lo que, cualquiera sea el caso, no deja de sorprender si tomamos en serio su pretensión de suceder a Cristina. Porque obviamente ello lo obligará a decidir  si sigue adelante con las particulares ideas sobre la división de poderes que la actual Presidenta está imprimiéndole al sistema institucional, y que en alguna medida le sobrevivirán, si las revierte, o busca alguna otra salida. Lo mismo puede decirse de Sergio Massa y de muchos otros, tengan o no inmediatas aspiraciones nacionales.

La explicación que correlaciona incertidumbre y abstención de participar da cuenta de la situación, pero sólo en parte. También influye, como se ha dicho infinidad de veces, la capacidad de daño que todavía posee el gobierno central, aunque su futuro esté en duda: a cualquiera que asome la cabeza se la pueden cortar, como ya le está pasando a Scioli, así que mejor poner las barbas en remojo, mostrarse lo más ambiguos posible y esperar. Todo eso es cierto, pero no agota la cuestión. Hay que valorar también otros motivos que impulsan a la dirigencia peronista.

Al menos dos que, aunque parezcan contradictorios, tienen efectos complementarios. De un lado, puede que el grueso de esa dirigencia peronista sea más optimista que la de otros partidos y crea que las cosas no van a pasar a mayores porque el cristinismo duro se consumirá en su propio caldo, así que calcula no le conviene gastar pólvora en chimangos ni batallas inútiles, que es mejor dejar que el tiempo y la propia torpeza gubernamental hagan su trabajo. Si este diagnóstico es acertado, la República Argentina tendría motivos para respirar aliviada: no es que a los miembros del partido mayoritario no les importe su deterioro ni la eventual chavización del sistema, es que son más astutos de lo que parece, no creen que esos peligros se vayan a materializar, y con su prudencia están ayudando sutilmente a que el mal trago de la decadencia y agotamiento del modelo K fluya por su aparato digestivo sin hacer demasiado daño.

Del otro lado, puede que la astucia peronista consista en una combinación algo más compleja e inconfesable de escepticismo sobre la perdurabilidad del kirchnerismo y especulación sobre la conveniencia de que sí perduren sus instrumentos de gobierno, que esa dirigencia espera poder usar pronto en su provecho. En este sentido, tal vez la reforma judicial sea un buen ejemplo: ¿por qué iba a querer la dirigencia peronista un Consejo de la Magistratura o una Corte Suprema poderosos e independientes? ¿Acaso no comparten el arrepentimiento con que los Kirchner recuerdan el “momento de debilidad” en que los promovieron o toleraron? ¿Si no para usarlas, las leyes que está haciendo aprobar en estos días Cristina no serán al menos buenas piezas de cambio para negociar con la corporación judicial y los opositores?

La hipótesis de que esto pesa se refuerza en cuanto consideramos el pronóstico que en esa dirigencia empieza a madurar sobre los años por venir: ya sin los recursos extraordinarios de la fase de auge del modelo k, lo más probable es que el próximo presidente y quienes le sigan tengan muchos más problemas que Cristina en su trato con gobernadores, intendentes, sindicatos, jubilados, acreedores e infinidad de otros actores. Si encima tienen que hacer buena letra frente a jueces independientes las suyas pueden terminar pareciéndose demasiado a las administraciones radicales. No hay fantasma más espantoso que ese para “los que saben gobernar”.

Fuente: TN (Buenos Aires, Aregentina)