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15.08.13

Sobrevivir a Chávez

(Buenos Aires Herald) La ausencia de un líder que puede asumir el papel de manera eficaz y polémico interpretado por Hugo Chávez ha debilitado aún más el ALBA en lo que solía ser su mejor dimensión, el simbolismo. Aunque el presidente Rafael Correa parece interesado en ocupar el papel de Chávez como el líder regional izquierdista, el Presidente ecuatoriano carece del carisma y los bolsillos llenos.
Por Patricio Navia

(Buenos Aires Herald) Después de la muerte de Hugo Chávez, iniciativas de integración regional defendidas por el fallecido presidente de Venezuela, perdieron tracción. Debido a que es poco probable que alguno de los demás presidentes del Círculo Bolivariano proyecte el mismo reconocimiento internacional como Chávez, es altamente improbable que cualquier país proporcione la financiación, el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) podría muy bien sufrir una muerte lenta pero segura.

Desde que asumió el poder en 1999, el presidente carismático venezolano puso en marcha un número de programas apuntados al aumento de su influencia política en la región. Su proximidad ideológica con la revolución cubana hizo que la ayuda al gobierno de Fidel Castro fuese una prioridad para su gobierno. La estrecha relación de trabajo que resultó de las exportaciones de petróleo de Venezuela a Cuba y el apoyo técnico y estratégico que brindó el gobierno cubano a la Revolución Bolivariana hizo que Hugo Chávez creara en su país Habana-Caracas, la coalición política más poderosa en América Latina en la historia reciente.

La serie de victorias electorales de candidatos de izquierda en América Latina, desencadenada por el rechazo popular a las políticas de consenso draconiana de Washington generó un entorno que era amistoso a la retórica antiimperialista y a favor de un papel más fuerte para el sector público en actividades económicas. La decisión de la administración Bush de lanzar la guerra contra Irak con la justificación de los ataques del 11 de septiembre dañó gravemente la reputación que los EE.UU. habían construido en América Latina como un amigo y aliado durante los años de Clinton.

El ALBA había sido la iniciativa de integración más popular y mejor financiada. Liderada por el Presidente Chávez, el ALBA pretende reducir la interdependencia económica entre los países latinoamericanos y los Estados Unidos. Al ofrecer petróleo a precios subsidiados a los países dependientes de energía en América Latina, el presidente Chávez fue capaz de construir una red sólida y confiable de gobiernos amigos. Los EE.UU. ya no podían confiar en sus antiguos aliados incondicionales de América Latina en las organizaciones internacionales. En parte debido a la política optimista insistida por la administración de Bush en asuntos exteriores, incluso los gobiernos que eran amistosos con los EE.UU. retiraron su apoyo a algunas de las políticas más indignantes defendidas por la Casa Blanca. Desde el gobierno de EE.UU. fue percibido cómo tras el fallido golpe de estado contra Chávez en 2002 se polarizó aún más la región contra EE.UU. y su  intervencionismo.

La llegada de Barack Obama a Washington en 2009 suavizó la polarización y lo ha hecho más fácil para los gobiernos favorables al mercado en América Latina para empezar a insistir en alternativas a las iniciativas de integración defendidas por Chávez. Problemas políticos internos y la caída de la producción de petróleo redujeron la influencia de Chávez en el extranjero y en los países vecinos. La elección de Juan Manuel Santos en Colombia y de Sebastián Piñera en Chile, dos presidentes derechistas moderados, permitieron el surgimiento de una iniciativa de integración comercial alternativa, la Alianza del Pacífico. Definida como un bloque favorable al mercado, la Alianza del Pacífico pretende socavar la influencia y el atractivo del ALBA de Chávez. Dado que el gobierno de Venezuela se vio limitado en su capacidad de ofrecer el subsidio del petróleo y que varios miembros del ALBA aparecieron pagando sólo de dientes para afuera, la ambiciosa iniciativa de integración promovida por Chávez, el ALBA, comenzó a estancarse, mientras la Alianza del Pacífico avanzó.

Las disputadas elecciones presidenciales en Venezuela limitaban la influencia de Chávez y su capacidad. Con el tiempo, el cáncer hizo evidente que el ALBA fue mucho más por iniciativa propia que por una iniciativa de integración institucionalizada. Después de su muerte, el futuro del ALBA estaba en duda. Nicolás Maduro, su sucesor como presidente de Venezuela, carece del carisma de Chávez y tiene mucho menos poder discrecional sobre el petróleo venezolano. Aunque presidentes izquierdistas en América Latina se han comprometido a profundizar las iniciativas de integración del ALBA no han logrado hasta el momento poner su dinero donde está su mensaje. La ausencia de un líder que puede asumir el papel de manera eficaz y polémico interpretado por Hugo Chávez ha debilitado aún más el ALBA en lo que solía ser su mejor dimensión, el simbolismo.

La cumbre del ALBA que se celebró en Guayaquil ha atraído sólo a un puñado de líderes nacionales. Sin Chávez, el ALBA carece de su controversial potencial y peso político. Aunque el presidente Rafael Correa parece interesado en ocupar el papel de Chávez como el líder regional izquierdista, el Presidente ecuatoriano carece del carisma y los bolsillos llenos. Justo cuando lloraban la muerte de Chávez en las calles de Venezuela gritando que Chávez nunca moriría, líderes regionales en Guayaquil insisten que el ALBA va a sobrevivir y será más fuerte. Esas promesas son poco más que una ilusión.

Traducción de Luis Armando Colina Palacios.

Fuente: Buenos Aires Herald (Buenos Aires, Argentina)