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28.08.13

Las cartas que le quedan a Scioli

(TN) Si la plata no alcanza, ya no importa las cartas que juegue Scioli, ni si los demás dudan o erran en sus pasos. Estar cerca del gobierno y encima no poder decir que se está ahí por convicción será pura pérdida, y lo volverá cabeza de turco ideal de una competencia polarizada. La Plata no será la meca de los peronistas sino la vívida imagen de lo que espera a quienes no se alejen a tiempo de un gobierno que naufraga sin remedio.
Por Marcos Novaro

(TN) Tras las primarias todo está cambiando a gran velocidad. Lo que antes no podía ni mencionarse se vuelve el foco de abiertos debates: todos hablan de transición, de sucesión presidencial y hasta de las PASO de 2015 para resolverla, en suma, de poskirchnerismo. Además, campos y roles que antes parecían claros y fijos están ahora en rápida mutación: sciolistas se hacen massistas mientras ambos campos pasan de potenciales aliados a enemigos acérrimos y algunos kirchneristas parecen dispuestos a volverse sciolistas. ¿Qué de todo esto quedará en pie cuando la polvareda se asiente?

Hay quienes piensan que hasta octubre no se va a saber, porque recién cuando se cuenten los votos se podrá decir si Massa es realmente presidenciable, si Scioli tiene todavía chance de ser candidato de Cristina o de otro sector peronista, etc. Pero lo cierto es que ya en las estrategias de campaña se está sentando posición de cara al escenario futuro, no sólo pensando en cómo conseguir algún voto más.

El primero que lo está haciendo es Scioli, que parece aun más urgido que la presidente y los kirchneristas en mostrar que aun tiene un rol que jugar en la política que viene. Para ello necesita desesperadamente dos cosas: que la elección de octubre no salga tan mal es una, claro; pero tal vez la más importante sea reflotar su idea de una vía media capaz de reconciliar a la familia peronista, puesta en crisis por la polarización entre Cristina y Massa; una “salida segura”, en suma, que combine colaboración con la presidente, para que el gobierno no se asile del todo y no opte por un sucesor ultra k, y presión sobre él, para que el descalabro económico que se viene agudizando no se convierta lisa y llanamente en política de tierra arrasada, con resistencia frente a a Massa para que no se vuelva la única vía de escape.

Para eso fue que se decidió, tarde y con malas compañías algunos dirán, pero se decidió al fin, a correr algunos riesgos jugando las cartas que le quedan: convocó a los jefes del PJ de todo el país, desempolvando su papel de presidente en ejercicio del partido, declaró que “hay que hacer todas las correcciones que hagan falta” para que “este gobierno termine lo mejor posible”, dos cosas que debieron sonar horrible en Olivos (deben estar preguntándose ¿cómo fue que caímos tan rápido y tan bajo como para que nuestro principal sostén hable de nuestro fin y encima de un final oscuro?, ¡lo que hay que aguantar!) y,  lo más importante, anunció su deseo de que una interna entre los presidenciables peronistas evite nuevas fugas y que se corten solos massistas y kirchneristas. O al menos que, al hacerlo, no arrastren a todos los demás en una batalla a todo o nada en que el resto deba ir al pie.

¿Tienen alguna chance de prosperar estas apuestas por una vía media después de lo sucedido en las PASO? Aunque al gobierno le vaya mal en octubre, todavía ella podría resultar atractiva para alguna de las partes involucradas, o ser al menos contemplada por estas como opción que no habría que descartar. Pero para que realmente prospere el sciolismo necesitaría más que esto, debería no sólo contener la progresiva polarización que se ha venido dando entre las apuestas políticas de Cristina, Massa, los gobernadores y los sindicalistas, sino evitar que el continuo deterioro de la situación económica la agudice. Y para esto tal vez sea ya tarde. Veamos.

En principio con quienes menos problemas tiene Scioli para hacer su juego es con los demás gobernadores. Aunque lo más que podrá esperar de ellos sean señales contradictorias. Capitanich apoyó la idea de una interna, pero los demás gobernadores no dijeron ni mu y desalentaron la propuesta de su par bonaerense de hacer una reunión de conducción del PJ en Corrientes, aprovechando un nuevo encuentro del foro kirchnerista Gestar al que sí se sienten obligados a asistir. De allí que Scioli debiera cambiar la cita para más adelante y en Capital Federal, a lo que aun nadie contestó. Los kirchneristas por su parte dejaron hacer a Scioli sin saltarle al cuello, algo que hay que valorar, claro. E incluso algunos fanáticos como Kunkel sugirieron que la idea de la interna no era mala. Pero otros dieron a entender que Scioli estaba dándose demasiadas ínfulas y que la polarización continuará y lo tendrá por principal perjudicado: sin ir más lejos, sólo un día después de la mención de las internas para 2015 Mariotto creó una nueva agrupación bonaerense con la explícita misión de promover la candidatura de Urribarri.

Puede que Cristina, de todos modos, deje pasar el tiempo antes de dar una señal más explícita sobre lo que piensa hacer. Pero se le volverá difícil esperar a octubre sin darla. Supongamos que Massa triunfa por un margen mayor que en agosto, pero Insaurralde no lo hace del todo mal, con el respaldo activo de Scioli, ¿los votos oficialistas serán la base sobre la que el sciolismo empezará a trabajar por las internas y para reflotar la candidatura de su jefe, buscando aliados en el interior como Capitanich, o el cristinismo los reivindicará como asiento de una candidatura propia? Es razonable esperar que la presidente disipe el riesgo de que suceda lo primero. Si no lo hace se volverá prisionera de la suerte del gobernador bonaerense, tendrá luego poco margen para negarle financiamiento, o para promover a figuras más fieles.

El otro costado del dilema de Scioli es si podrá acorralar a Massa, forzándolo a elegir entre mantenerse ambiguamente en el espacio peronista sin poder participar de su proceso interno o alejarse de él y quedar recluido en el de la “derecha anti k”. Massa por de pronto sigue avanzando en la nacionalización de su espacio y el endurecimiento de su rol opositor. Forzado por el gobierno, ha quemado etapas en las últimas semanas en los dos terrenos: habla cada vez más de mani pulite e independencia de la Justicia, mientras suma apoyos en el sur del país, en otros distritos grandes como Santa Fe, y en el sindicalismo. Pero le resultará difícil demorar una respuesta a la oferta de internas lanzada por Scioli si ella no es antes descartada por los kirchneristas, y puede que no pueda evitar dar una ambigua y a la larga inconsistente. De allí que difícilmente el kirchnerismo le simplifique las cosas y descarte de plano la sugerencia del bonaerense.

El Frente Renovador es una expresión panperonista, así como lo es el FPV. Y sólo si éste sigue expulsando a los peronistas de siempre de su coalición le resultará fácil crecer en el interior. Es cierto que hacer pie en algunas provincias grandes puede ser en principio suficiente para asegurarse una coalición competitiva en 2015: si sumara a María Eugenia Bielsa y a Juan Schiaretti, o directamente a De la Sota, tendría ya la mitad del camino asegurado. Pero no todo: si el kirchnerismo diera alas a la idea de una interna podría evitar más fugas y aunque al final no cumpla con esa promesa habrá demorado la migración de dirigentes el tiempo suficiente para que Massa sufra el desgaste de no estar ni dentro ni fuera del peronismo.

En esa misma línea es de prever que tanto el gobierno nacional como Scioli promoverán la candidatura de Macri, como ahora hacen con la de De Narváez, apostando a que el jefe de gobierno y el tigrense se disputen el voto de centroderecha. Ante lo cual una alianza de Massa con Macri podría resultar, más que una solución, el sueño platense hecho realidad: permitiría a Scioli completar su transmutación como continuidad progresista y auténticamente peronista contra la “reacción conservadora”. De allí que para Massa una alianza de ese tipo no tenga ningún atractivo, y se esmere en atraerse figuras del PRO del interior, tal como hizo ya con las bonaerenses, no para facilitarla sino todo lo contrario, para dinamitarla.

En resumen, las cosas no pintan bien para Scioli pero tampoco es que se ha quedado sin cartas en la mano. Con que no se descarte la posibilidad de internas y el grueso de los gobernadores, así como algunos empresarios y sindicalistas, sigan dispuestos a colaborar con el gobierno “para que termine lo mejor posible” (a cambio, claro, de recibir algo más que sablazos de parte de Cristina), la situación podría hallar, aunque sea de momento, un punto de equilibrio. En el que ni Massa tendría todas las de ganar, ni Cristina tendría por qué sentirse obligada a endurecerse del todo.

El problema es que esta situación no será para nada estable dado el proceso económico en curso. Por más que la política no apure las cosas, la economía sí lo hará: puede que se agoten más pronto de lo que se pensaba los recursos que le quedan a mano al gobierno para financiar sus desequilibrios, pueden dispararse protestas intensas de los sectores más perjudicados, como el campo y gremios de actividades en crisis, y puede sobre todo agudizarse la falta de dólares, con corridas cambiarias que el propio gobierno financia con la emisión monetaria.

Si la plata no alcanza, ya no importa las cartas que juegue Scioli, ni si los demás dudan o erran en sus pasos. Estar cerca del gobierno y encima no poder decir que se está ahí por convicción será pura pérdida, y lo volverá cabeza de turco ideal de una competencia polarizada. La Plata no será la meca de los peronistas sino la vívida imagen de lo que espera a quienes no se alejen a tiempo de un gobierno que naufraga sin remedio.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)