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10.06.15

Juntos en Roma, Cristina y Moreno extinguen la pobreza

(TN) Si millones de familias argentinas dependen para comer de un ingreso, la AUH, discrecionalmente asignado, financiado con recursos que tienden a agotarse, y además debido al criterio con que se otorga y el nulo aliciente existente para la generación de empleo genuino, a esas familias se las condena a seguir en esta situación ad eternum, no poder acceder más que a trabajos informales y mal pagos, no puede considerarse que el resultado sea ni sustentable ni efectivamente integrador.
Por Marcos Novaro

(TN) A diferencia de su ministro preferido, la presidenta no teme contar pobres, porque está segura de que no hay casi nada que contar.

Y así se lo ha hecho saber al mundo: en Argentina ese problema, como tantos otros, estaría camino a desaparecer: sería menos del 5% de la población, y la indigencia menos del 1%. Entre nada y casi nada. Así que con un poquito más de la misma medicina que ella sabiamente ha venido administrando alcanzaría para olvidarse del asunto.

Y lo mismo deberían hacer todos los gobiernos del mundo, si no fueran tan necios y reaccionarios, explicó Cristina en Roma, contagiada tal vez por la vocación pastoral del Papa, con quien venía de entrevistarse y a quien cada día que pasa se parece más y más.

El reconocimiento que le otorgó la FAO al país, y que CFK aprovechó una vez más para el autobombo y dar lecciones Urbi et Orbi se debe a los esfuerzos hechos por reducir la desnutrición infantil, y es probablemente en alguna medida merecido. Pero conviene hacer algunas aclaraciones.

En primer lugar, se justifica por los cambios logrados en los últimos veinticinco años, lo que abarca según la lectura histórica oficial una década de neoliberalismo salvaje, así que tal vez Cristina podría compartir el premio con Menem y De la Rúa.

En segundo lugar, se basa en cálculos hechos con las estadísticas oficiales y ya se sabe de los drásticos métodos aplicados en particular a la desnutrición infantil para hacerla desaparecer de regiones particularmente atrasadas del país: los hospitales de Chaco, por caso, tienen por costumbre registrar los casos que atienden de desnutrición como si fueran cualquier otra cosa, llegándose al extremo de que los decesos producto de ese flagelo quedan siempre anotados como si fueran efecto de dolencias cardíacas o respiratorias. Así cualquiera se puede hacer pasar por la Madre Teresa.

En tercer lugar, es cierto que algunas iniciativas de los últimos años han servido para reducir la indigencia, y con ello la desnutrición, en particular es el caso de la AUH, pero eso poco tiene que ver con la reducción de la pobreza, que es un problema mucho más amplio, y bien distinto.

Si observamos las dos variables a lo largo del tiempo descubrimos algo bien curioso: desde que se instauró la AUH (recordemos, una iniciativa de la oposición) entre fines de 2009 y 2010, la indigencia bajó y mucho; en cambio la pobreza, que se había reducido bastante rápidamente entre 2002 y 2008, desde este último año, es decir durante prácticamente todos los años de CFK en la presidencia, se mantuvo bastante estable, con una leve reducción en 2011, último año en que la economía creció, y un lento pero sostenido incremento desde entonces.

Los cálculos estadísticos difieren, pero nadie en su sano juicio se cree lo del 5% de pobres que cuenta el INDEC. Ni siquiera los funcionarios de Cristina defienden ese dibujo: no lo hizo siquiera el fiel Julián Domínguez, precandidato oficial a la gobernación bonaerense, que hace poco confesó que para él el número era alrededor de 15. Y podría haber dado cualquier otro por arriba o por abajo, dado lo poco que importa el rigor de la información en el discurso oficial.

Y en cuarto y último lugar, relacionado con lo anterior, está el problema de la sustentabilidad: una cosa es que se encuentre una salida circunstancial y precaria a un problema, y otra muy distinta es que el problema haya sido erradicado.

Si millones de familias argentinas dependen para comer de un ingreso, la AUH, discrecionalmente asignado (basado en un decreto y no en una ley, porque el Ejecutivo así lo quiso), financiado con recursos que tienden a agotarse (como es el caso de los fondos previsionales, utilizados para todo tipo de finalidades en estos años, y ya desde un principio fuertemente deficitarios para atender su fin específico, el pago de las jubilaciones y pensiones que corresponden), y además debido al criterio con que se otorga y el nulo aliciente existente para la generación de empleo genuino, a esas familias se las condena a seguir en esta situación ad eternum, no poder acceder más que a trabajos informales y mal pagos, no puede considerarse que el resultado sea ni sustentable ni efectivamente integrador.

Cristina también dijo en Roma que todo lo logrado en estos años (no se sabe si se refería a los 25 o los 12 o los 8) se debe a las “políticas activas del estado”, a su intervención sobre la vida económica, en suma, a sus decisiones de gobierno y nada más. No se dignó explicar por qué si esto es así, la pobreza bajó de 45% a 25% en los primeros cinco años de salida de la crisis, cuando la intervención del estado fue menos intensa, y siguió en esos mismos niveles desde entonces, cuando ella tomó la posta presidencial y estatizó todo lo que tuvo a su alcance.

Tampoco explicó por qué si reconoce que la generación de empleo es tan importante para combatir la pobreza y la exclusión no hace nada para corregir el hecho de que desde hace cinco años sólo crece el empleo público en el país, y hace tres se viene reduciendo el empleo privado formal.

Tampoco explicó por qué, si todo lo que cambió para bien en Argentina se debe a su gestión y la del kirchnerismo en general, todos los demás países de América Latina también crecieron y la mayor parte de ellos lo hizo con mejor ritmo y más empleo productivo, con menos inflación y más inversiones, y además lo sigue haciendo en estos años mientras Argentina está estancada. Podría haber hablado de algo de todo eso pero entonces se le hubiera aguado un poco la fiesta.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)