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04.12.15

Transiciones que dan pena

(La Nación) Tanto se ha naturalizado esta concepción del Estado como un botín de guerra y saqueo que los ciudadanos asisten con tristeza ante estas transiciones. Lo que debería ser un acto rutinario, simple y silencioso, se ha convertido en un show en el que las administraciones salientes juegan a las escondidas y hasta buscan complicar a las gestiones que las sucederán.
Por Ricardo López Göttig

(La Nación) Los argentinos estamos asistiendo a un espectáculo desagradable: una presidenta que, aferrada al poder, usa y abusa de su posición hasta el último minuto y no brinda información sobre el estado de la Nación a las autoridades electas. En la provincia de Buenos Aires, en donde también habrá cambio de gobierno, la fuerza política que está desde 1987 apenas da información a cuentagotas al equipo de transición de la gobernadora electa María Eugenia Vidal. En algunos municipios se está denunciando la desaparición de muebles, juegos de las plazas, televisores y computadoras.

Tanto se ha naturalizado esta concepción del Estado como un botín de guerra y saqueo que los ciudadanos asisten con tristeza ante estas transiciones. Lo que debería ser un acto rutinario, simple y silencioso, se ha convertido en un show en el que las administraciones salientes juegan a las escondidas y hasta buscan complicar a las gestiones que las sucederán. Algo tan sencillo y que debiera estar al alcance de cualquier ciudadano, como conocer el organigrama estatal, es una labor de detectives avezados. Conocer presupuestos, reservas de los bancos, deudas, plantel administrativo se ha convertido en un saber esotérico al que ni siquiera tienen acceso los legisladores de las bancadas opositoras. Los nombramientos de empleados a último momento, los ascensos en los escalafones a las apuradas, el envío de pliegos de embajadores y fiscales al Senado para ubicar a los amigos de militancia son señales de la absoluta falta de profesionalidad y de la más descarada arbitrariedad en el uso de los recursos públicos. A esto se añade esa permanente extorsión de que se van a llenar las calles y plazas con piquetes militantes, como si un partido fuera la expresión del todo y pudiera adueñarse de los espacios públicos a su antojo.

La tarea que heredan los gobiernos entrantes es ciclópea, ya que no sólo deben ordenar las cuentas y conocer la situación real de lo que reciben, sino que también deben dar inicio a una cultura cívica de la transparencia de la información al ciudadano -publicando los organigramas y listas de asesores- y profesionalizar el acceso a la función pública mediante concursos inobjetables, privilegiando la idoneidad y calificación. Para eso es preciso un compromiso activo y decidido de las administraciones que asumen, de las fuerzas opositoras y de la sociedad civil, sentando bases nuevas para una cultura cívica democrática de transparencia gubernamental.

Sería, pues, un logro de las administraciones de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal que sus futuros sucesores en la presidencia y la gobernación, sean del partido que fuere, pudieran tener el más pleno acceso a la información cuando terminen los mandatos constitucionales, para que las próximas transiciones sean silenciosas, tranquilas y meramente protocolares.

Fuente: La Nación (Buenos Aires, Argentina)