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20.04.16

Cristina, Urtubey o Massa: ¿«dónde está el piloto de la oposición»?

(TN) La oposición necesita votos, un partido y manifestarse en las calles. El problema que enfrenta hoy es que Massa tiene votos, Urtubey está conquistando el partido y la calle todavía le responde, en parte al menos, a Cristina.
Por Marcos Novaro

(TN) La abierta disputa por la jefatura de la oposición terminó de complicarse cuando, encima de todo eso, la lista de unidad para la renovación de autoridades en el PJ fue, aunque más no sea de momento, bloqueada en la Justicia; y a continuación volvió de su retiro Cristina, ella sí para quedarse, convocando a los peronistas y demás sectores que todavía podrían ver en ella una guía para antagonizar con Macri.

“El kirchnerismo nos metió en este lio, así que no va a poder sacarnos de él, nos va a hundir aun más”, parecen decir los gobernadores de la oposición. Y algo parecido piensan en el sindicalismo. Por eso Cristina no empezó por ellos, y más bien trata de ignorarlos o puentearlos: citó a los diputados, no a los senadores, y luego a los intendentes a su recién inaugurada fundación; y a todos les habló de un Frente Ciudadano. Ya no del FPV, pero tampoco del PJ, que para ella nunca, ni ahora ni en el pasado, significó algo atractivo o valioso.

Claro que la mayor parte de la estructura justicialista ha quemado las naves y no piensa ni por asomo en volver a someterse a los dictados de la ex presidenta. Reflejo de ello, tras el acto frente a Comodoro Py anunciaron que redoblarán esfuerzos para imponer la Lista de Unidad, renovar sin demora el 8 de mayo las autoridades pejotistas y dejar afuera o en los márgenes al camporismo. Ya saben que éste no se va a dejar digerir, y que tampoco piensa resignar dócilmente su anterior protagonismo. Así que planean apurar el paso para que Cristina no se siga tomando atribuciones como vocera y estandarte de su espacio político.

La siguiente movida de este sector fue intensificar sus críticas a Macri. Urtubey tomó la delantera y, tras sacarse una foto con él en Salta, le reprochó por primera vez su supuesta insensibilidad social y sus aun más difíciles de desmentir errores de gestión. Si todo sigue su curso también los sindicatos recorrerán este camino: su acto conjunto programado para fin de abril seguramente los mostrará criticando al gobierno más duramente que hasta aquí, para disputarle la calle a su anterior jefa.

Un paso subsiguiente podría ser terminar de partir el bloque de diputados: eso le haría sentir a Cristina que no fueron gratis sus convocatorias a la Fundación Patria. Si este fuera el caso el FPV dejaría en la práctica de ser el horizonte con el que el PJ delinea sus planeas aun antes de que se renueven sus autoridades y la nueva conducción lo anuncie formalmente. Y el lanzamiento del Frente Ciudadano aparecería entonces como lo contrario de lo que Cristina pretendió con él: no la superación de su aislamiento, sino la consumación por sus víctimas del nuevo cuadro de situación, en que todos los demás actores relevantes de la política nacional, incluidos buena parte de sus ex seguidores, le dibujan un cordón sanitario alrededor.

Como sea, el desvelo principal del peronismo “renovador” seguirá siendo no qué hacer con Cristina, sino con Macri.

Parte de la bronca de estos peronistas con el presidente se explica por la sospecha de que él está colaborando con su antecesora para que ocupe el centro de la escena y estirar lo más posible el proceso de sucesión del liderazgo en el PJ. Es decir, para convertirlos en el jamón del sándwich: acorralados entre la resistencia irresponsable y nostálgica y el colaboracionismo desembozado, ¿qué papel le quedaría por cumplir al peronismo territorial y sindical? Uno muy deslucido y confuso. Y en el que, encima, ya Massa está bien perfilado, sino con una comparable base de poder institucional y territorial, sí al menos con una bien definida imagen pública, como el peronista no K con más votos y el menos macrista de los que quieren que al gobierno le vaya bien.

Ese supuesto o real impulso de Macri para que Cristina vuelva a la escena algunos lo adivinan en el propio accionar de los jueces: ¿no es acaso sospechoso que Bonadío haya imputado y citado tan rápidamente a la ex presidente? El favor que le hizo el juez al interés del Ejecutivo es hasta demasiado evidente. Así como lo es en el caso de la decisión con que Servini de Cubría detuvo la normalización del PJ.

Otros descreen de tamaña influencia oficial, pero les alcanza con desmenuzar las intervenciones públicas del presidente y sus colaboradores: Macri no tenía ninguna necesidad de opinar como lo hizo sobre el acto cristinista, de nuevo polarizando la escena entre los K y el resto del mundo. ¿Por qué no la dejó pasar? Como tampoco los ministerios de Seguridad y de Justicia tenían por qué facilitar al camporismo una zona liberada en torno a los tribunales para que se adueñara de la escena. Y lo peor de todo: ¿había necesidad en que la TVP transmitiera en vivo y en directo, en toda su extensión, el discurso de la señora en Retiro? ¿Fue mérito del kirchnerismo residual que todavía resiste en el canal público o de sus nuevos administradores?

Para ese peronismo de siempre, además, sabedor de que las citaciones judiciales contra ex funcionarios se van a multiplicar (ya van cayendo en la volteada Scioli, De Vido, Abal Medina, Aníbal, Capitanich, etc.) la deslealtad del gobierno viene desde su inicio, desde que los convocó a negociar mientras dejaba que Carrió les mordiera los talones. A sus ojos no se trata sólo ni principalmente de sugerirle o no a los jueces y fiscales que tomen una decisión u otra, sino de definir quién conduce la coalición de gobierno, los que quieren gobernar con el sistema de siempre o los que quieren patear el tablero.

Claro que Macri puede decir que tampoco eso depende de él. Que los tribunales que investigan, los dirigentes que denuncian y la sociedad que se indigna con tanta mugre saliendo de debajo de la alfombra son parte de un proceso inevitable. Pero entonces ¿quién conduce?, ¿será que hay que acostumbrarse a que nadie lleve el timón?, ¿o Macri está zurfeando la ola al mejor estilo peronista, y para consolidar su gestión, y en lo posible extenderla cuatro años más, no dudará en sacrificar a sus interlocutores mejor dispuestos, si el tablero le manda hacerlo?

Un problema aun más grave podría estar gestándose: el eventual choque entre dos diagnósticos casi opuestos, ese optimista y oportunista de los surfers oficiales y el que hace el grueso del peronismo, según el cual con simplemente dejar que pase el tiempo, Macri consumirá su crédito y energías en ordenar el desbarajuste que heredó, y el poder volverá a caer en sus manos en 2019.

Ante la eventualidad de un choque de planetas entre estas dos visiones tan distintas sobre los riesgos y oportunidades de cada cual, sería bueno que alguien se ocupe de moderar las expectativas y reducir la incertidumbre. Cuestión de la que en general le toca ocuparse ante todo a las autoridades. Claro que a ellas les conviene que no haya un solo líder ni un solo polo opositor; pero tampoco les conviene que se fragmenten y queden sometidos a un juego especulativo de corto plazo; y menos todavía que los que colaboran se vean perjudicados por hacerlo. Lidiar con esa tensión es una de las tareas que tienen por delante los surfistas de Macri.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)