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23.05.16

¿Por qué al Papa le causan la misma alarma Venezuela y Argentina? P

(TN) El anticapitalismo, el nacionalismo virulento y el estatismo desbordado, Francisco debería saberlo después de tantos años de experimentos argentinos y latinoamericanos de los que él también en alguna medida ha sido víctima, tienen en común el desprecio por las libertades individuales y el pluralismo. Pero además comparten un vicio más general propio de las ideologías cerradas, alimentan la pretensión de superioridad moral de quienes las profesan. Nadie duda de las buenas intenciones del Papa. Pero tal vez sea hora de que se haga cargo de que el camino del infierno está tapizado de buenas intenciones.
Por Marcos Novaro

(TN) Si lo que quiso fue parecer neutral en las disputas ideológicas y políticas que atraviesan la política latinoamericana, la fórmula que usó no ayudó demasiado. Todo lo contrario, más bien dejó a la vista su parcialidad, su afecto cada vez menos disimulado por las opciones populistas, encima en un asunto en el que los costos de reputación no van a tardar en hacérsele sentir.

Al decir que estaba igual de preocupado por la situación social y política que se vive en Venezuela que por lo que pasa en Argentina dejó bien en claro, queriendo o sin querer, que comparte el alarmismo de la oposición peronista y de izquierda frente a Macri, pero no comparte en cambio las mucho más fundadas razones que han llevado a toda la dirigencia democrática de la región a reclamar, ya no sólo un cambio de rumbo al gobierno de Maduro, sino una urgente intervención del sistema interamericano para frenar lo que es a todas luces una catástrofe en cámara lenta.

Tal vez le convenga a Francisco leer con más atención los diarios de los últimos tiempos. Ya nadie discute en la región ni en el mundo que el chavista es un régimen en descomposición. ¡Si hasta los políticos latinoamericanos más de izquierda, que hasta hace poco resistían los reclamos contra los atropellos chavistas lanzados por “la derecha” de sus países o por EEUU,ahora los están ellos mismos impulsando!

“Más loco que una cabra” lo definió Pepe Mujica, expresidente de Uruguay y examigo de la revolución bolivariana. “Dictadorzuelo” le espetó Luis Almagro, actual presidente de la OEA, e igual que Mujica dirigente del Frente Amplio uruguayo. Se referían al mismo Nicolás Maduro, el colega que está hundiendo a su país en un caos sin fondo con dosis crecientes de violencia, torpezas económicas y delirios antimperialistas.Mujica y Almagro, ¿hasta donde cambiaron de actitud? ¿Hicieron autocrítica de su anterior indiferencia a la violación de derechos en el país hermano o simplemente la situación venezolana se volvió tan terrible que ya no pueden disimularla?

De pronto lo más plausible es que ambos estén tratando de despegar a la izquierda, al menos la porción democrática de ella, de los desmanes cometidos en su nombre. Y que se abstengan de reconocer el fracaso de su previa política de buena vecindad con el régimen venezolano. ¿Pensarán que los fines nobles que se propone la izquierda no hay que dejar que sean mancillados por los desastres del chavismo?

Con ideas como esas no les va a alcanzar para hacer mucha autocrítica. Pero al menos están evitando caer en el absurdo que en cambio incurre Francisco: lo de Venezuela para ellos no es comparable a ninguna otra cosa que esté pasando en la región, eso queda claro.

Destruir un país del modo en que lo han hecho Chávez y sus seguidores no es nada sencillo. Requiere de gran coordinación de esfuerzos, nutrirse de ideas absurdas como el anticapitalismo, el estatismo prebendario y el antimperialismo, y cerrarse contra toda advertencia disuasiva dellevarlas a la práctica, sostener esa voluntad durante años y años, hundiéndose más y más cada día en arbitrariedades y necedades, tomándolas por acciones razonables y benéficas.

Muchos políticos e intelectuales de izquierda creen que cuando se llega a una situación como esta sólo puede atribuirse a locura; es decir, una deformación perversa e irracional de ideas e intenciones nobles. Pero tal vez sería bueno preguntarse por las razones que hacen que esas ideas resulten proclives a usos tan nefastos.

A la luz de este proceso, y lo mucho que de él se conocía desde hace años, es difícil de entender además que las izquierdas de la región que se consideraban democráticas no prestaran más atención a esa deriva, no le dieran mayor importancia o directamente la justificaran. Si hubieran reaccionado antes tal vezse podría haber frenado la violencia y la destrucción a tiempo,podría haberse abierto una salida institucional menos costosa de lo que ya ha sido el proceso chavista para millones de venezolanos.

Ahora que seguir siendo complacientes con estas ideas y prácticas en medio de la catástrofe es ya del todo injustificado. El anticapitalismo, el nacionalismo virulento y el estatismo desbordado, Francisco debería saberlo después de tantos años de experimentos argentinos y latinoamericanos de los que él también en alguna medida ha sido víctima, tienen en común el desprecio por las libertades individuales y el pluralismo. Pero además comparten un vicio más general propio de las ideologías cerradas, alimentan la pretensión de superioridad moral de quienes las profesan. Nadie duda de las buenas intenciones del Papa. Pero tal vez sea hora de que se haga cargo de que el camino del infierno está tapizado de buenas intenciones.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)