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09.09.16

Impopularidad de Bachelet, no de las reformas

(El Líbero) La estrechez económica no remplazará la demanda de los chilenos por reformas. Igual que quieren más de ambos en lo que para otros sería una disyuntiva Estado versus mercado, la gente también querrá que el próximo gobierno promueva el crecimiento económico a la vez que implemente (de buena forma) las reformas que siguen siendo populares.
Por Patricio Navia

(El Líbero) La baja aprobación presidencial que tiene la Presidente Michelle Bachelet puede llevar a algunos aspirantes presidenciales a creer equivocadamente que la gente ya no quiere las reformas que Bachelet prometió como candidata en 2013. Si bien la portadora de las banderas del cambio erró en su diagnóstico sobre qué generaba el descontento ciudadano y en la forma en que quiso implementar las reformas, los chilenos siguen queriendo un líder que termine con el abuso, empareje la cancha, expanda las oportunidades y haga que el sistema de libre mercado funcione para todos.

Ahora que se ha desatado la carrera presidencial, un área en que los candidatos pueden marcar diferencias con sus rivales es respecto al gobierno de la Presidenta Bachelet y a sus reformas. Después de que Bachelet fue un Rey Midas electoral en 2013, ahora nadie parece querer estar cerca de una mandataria con menos de 20% de aprobación. La errática forma en que Bachelet ha reaccionado a los escándalos que han afectado a su círculo cercano y la incapacidad que ha demostrado para impulsar sus reformas y para responder a las expectativas de los ciudadanos ha llevado a varios a huir de cualquier cosa que se pueda asociar con Bachelet.

Pero el hecho de que la gente rechace a Bachelet no significa que las reformas sean impopulares. Tampoco significa que la gente no quiera cambios o que los chilenos se hayan puesto nostálgicos y quieran volver a los años de la Concertación. Bachelet equivocadamente creyó que el descontento de los chilenos era con el modelo. Cegada por su izquierdismo nostálgico, creyó que los chilenos querían cambiar la dirección en la que avanzaba el país. Por eso impulsó reformas fundacionales que buscaban remplazar el mercado con el Estado.

Pero los chilenos no quieren cambiar mercado por Estado. Ciertamente, los chilenos quieren más Estado. Después de todo, los países industrializados a los que nos queremos parecer tienen estados mucho más presentes que Chile. La gente quiere educación pública de calidad, salud a nivel OECD, pensiones dignas garantizadas por el Estado y un estado regulador que combata la colusión y el abuso con fuerza y herramientas poderosas.

Pero los chilenos también quieren más mercado. La gente se ha acostumbrado a la competencia. En el debate educacional, los estudiantes se relacionan con las instituciones educativas desde la perspectiva de clientes. Cuando los chilenos oyen que en otros países los padres están obligados a enviar a sus hijos al colegio público del barrio, les encanta que el colegio sea público pero no entienden por qué no pueden escoger entre distintos colegios. Cuando el Estado falla, la gente reclama en calidad de consumidores. La gente no acepta que el Estado funcione en la medida de lo posible (o de lo que permiten los presupuestos financiados con sus propios impuestos), quiere la rapidez y la búsqueda de la satisfacción inmediata que prevalecen en los mercados competitivos.

De hecho, a diferencia de la visión que parece prevalecer en el mundo político, los chilenos no ven un juego de suma cero entre el Estado y el mercado. La gente quiere más Estado y más mercado a la vez. La incapacidad de Bachelet para entender eso la llevó a promover el crecimiento del Estado en desmedro del crecimiento del mercado. Aunque les guste que el Estado se fortalezca, los chilenos terminaron por abandonar a Bachelet porque rechazan la idea de minimizar el mercado.

Ahora que los candidatos comienzan a preparar sus mensajes de campaña (frases y mensajes cortos más que extensos programas que nadie leerá), hay muchos que equivocarán el camino, ya sea criticando a Bachelet y tratando de convertir la campaña en un juicio retrospectivo sobre su gobierno o alejándose de las reformas que Bachelet prometió en 2013. Una lectura correcta de la realidad de Chile hoy debería llevar a los candidatos a hablar más del futuro que del pasado (ningún elector quiere que le digan que se equivocó al votar por Bachelet). De igual forma, la estrategia correcta es volver a tomar las banderas que ya tomó Bachelet en 2013. Pero esta vez los candidatos deberán tener un mejor plan para convertir esas aspiraciones en realidad.

Si bien el enfriamiento de la economía obliga a poner también el foco en el crecimiento, los sueldos y la creación de empleos, la gente no siente que una cosa quite la otra.La estrechez económica no remplazará la demanda de los chilenos por reformas. Igual que quieren más de ambos en lo que para otros sería una disyuntiva Estado versus mercado, la gente también querrá que el próximo gobierno promueva el crecimiento económico a la vez que implemente (de buena forma) las reformas que siguen siendo populares. Aunque el desafío es complejo para quien vaya a ganar, hay un creciente número de interesados en llegar a La Moneda. Aunque algunos advierten que ahora es más difícil gobernar, sobran los que están dispuestos a hacer el sacrificio.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)