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08.01.17

Dujovne, ¿la misma política mejor explicada?

(TN) Si el festival de gasto sigue, mientras encima se anuncian recortes de ingresos, las metas fiscales se volverán menos creíbles de lo poco que ya eran; a lo que se sumará una encrespada resistencia opositora, que puede plantear ahora con buenos argumentos que lo único que quiere recortar Cambiemos no es lo distorsivo y perjudicial, sino lo que él no gasta.
Por Marcos Novaro

(TN) Bastó una semana para que una diferencia notable quedara a la vista entre el papel que hacía Prat Gay en el gobierno de Cambiemos y el que tendrá Dujovne: a éste no sólo lo dejan hablar, lo empujan a hacerlo, y él habla mucho y no sólo de sus responsabilidades directas como ministro de Hacienda, también de las ideas generales que organizan el programa económico oficial y sus metas para, al menos, el mediano plazo: reducir el déficit fiscal sin un ajuste nominal (al estilo de lo que por ley, por tanto más creíblemente, se ha impuesto hacer Brasil, y que aquí exigirá una nueva ley de responsabilidad fiscal), reducir impuestos distorsivos y al trabajo (los que realmente afectan al trabajo, no Ganancias, para lo cual Dujovne se reunió para “coordinar iniciativas” con Jorge Triaca y Alberto Abad), lo que supondría poner en marcha y articular una reforma impositiva y un serio blanqueo laboral.

Que alguien cumpliera ese rol de vocero económico era una necesidad imperiosa para el Ejecutivo en el año que se inicia, en verdad lo venía siendo desde muchos meses atrás. Desde que a Prat Gay se le había negado ese papel, un poco por sus resbalones iniciales (segundo semestre, grasa militante, la inflación estará en el 20, 25%), otro poco por los celos y disputas internas, nadie lo venía cumpliendo. Peña podía explicar la estrategia política, pero los intentos de que él o sus secuaces hicieran lo mismo con la economía fracasaron redondamente. Podrán ser la inteligencia, los brazos y oídos del presidente en la materia, pero no pudieron ser su voz pública. Ahora encontraron una solución, que de paso les resuelve el dolor de cabeza que se venía agravando por los tirones constantes con Alfonso.

Ni por afán de protagonismo ni por historia política Dujovne tiene motivos para recaer en las tensiones generadas con su antecesor. Este reclamaba un rol que excedía sus recortadas atribuciones técnicas porque podía considerarse un stakeholder de la coalición gobernante, con más historia en su construcción que muchos otros miembros del gabinete. Aunque sus apuestas electorales de los últimos años no es que lo avalaran demasiado, convengamos. Con el nuevo ministro eso no pasa, todo el capital que pueda conseguir será, ya de partida, propiedad del núcleo gobernante.

Habrá que ver, de todos modos, si no resurgen las tensiones entre el rol que ha vuelto a tener Hacienda en la coordinación de la comunicación económica, y su mucho más acotado papel en la gestión de la economía, este último más acotado todavía que con Alfonso. Algunas señales al respecto ya han aparecido y no dejan de ser preocupantes.

Estas tensiones, aclaremos antes de seguir, obedecen a un problema de base: la vocería económica tiene que convencer a dos públicos, el especializado que toma decisiones financieras, comerciales y productivas, y los consumidores y votantes en general, y el equilibrio que debe encontrar para hacer ambas cosas a la vez es delicado. Porque si habla demasiado de ajuste va a desalentar el consumo, aunque seduzca a los inversores, si habla de ajuste pero no logra concretar ninguna medida al respecto puede no seducir a nadie, aunque siga aumentando el déficit y el consumo deje de caer, y peor le va a ir si le sucede como a Prat Gay (no sólo por su responsabilidad, aclaremos), y los consumidores creen que va camino de ajustar mientras los inversores creen lo contrario. Este es, entonces, el problema de base, lo que se llama coordinar expectativas en un contexto de sábana corta no es nada fácil. Pero menos lo es cuando se suman problemas de coordinación generados en el propio gobierno. Que en la primera semana de Dujovne en Palacio ya despuntaron.

Empezó bien, anunciando la eliminación del descuento de 5% a los consumos con tarjeta de débito, sin que el tema haya generado mayor discusión. Insuficiente, pero buena señal al fin para sostener la convicción de que el gobierno en serio piensa en la meta de 4,2% de déficit en 2017, complicada luego de la generosa reforma de Ganancias.

Pero a continuación se enredó en anuncios sobre una muy difícil reforma impositiva, que enseguida generaron reacciones encontradas, de gobernadores y sindicalistas especialmente, a las que el ministro no tuvo mucho que oponer. Y encima otras áreas de gobierno se lo terminaron de dificultar con un inoportuno y mal explicado aumento de transferencias a la provincia de Buenos Aires. Si el festival de gasto sigue, mientras encima se anuncian recortes de ingresos, las metas fiscales se volverán menos creíbles de lo poco que ya eran; a lo que se sumará una encrespada resistencia opositora, que puede plantear ahora con buenos argumentos que lo único que quiere recortar Cambiemos no es lo distorsivo y perjudicial, sino lo que él no gasta.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)