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23.06.17

Romper un matrimonio de 30 años

(El Líbero) El costo de un quiebre comienza a hacerse tan evidentemente grande, que muchos líderes están repensando sus posiciones anteriores favorables al divorcio de la Nueva Mayoría. Porque ahora tienen que sopesar los costos y beneficios de romper esa exitosa coalición, los líderes razonables del PDC y de los partidos de izquierda de la coalición comienzan a poner paños fríos a los llamados de los más radicales de cada partido en favor del camino propio.
Por Patricio Navia

(El Líbero) 

Aunque el fin de la Nueva Mayoría (Concertación) ha sido anunciado múltiples veces, no va a ser tan fácil terminar con este exitoso matrimonio que ya lleva 30 años de más éxitos que derrotas. Si bien el poder desgasta, es mucho más desgastador no estar en el poder. Porque presentar una sola lista para las elecciones parlamentarias de noviembre asegura un mayor número de escaños que ir en dos listas separadas, los partidos de izquierda y centro de la Nueva Mayoría buscarán superar sus diferencias ideológicas para concordar un pacto que redunde en beneficio mutuo.

Desde que el PDC y el socialismo se unieron para oponerse a Pinochet antes del plebiscito de 1988, han abundado las voces que anticipan el pronto fin de esa coalición. A partir de destacar las discrepancias sobre el tipo de país que ambos sectores quieren construir o las desavenencias respecto de las políticas públicas, muchos observadores —y no pocos líderes de partidos de derecha— se han apurado a proclamar el fin de la Concertación o, desde 2014, de la Nueva Mayoría.

Si bien es innegable que ha habido problemas profundos en la coalición que ha gobernado Chile por 23 de los últimos 27 años, la Concertación/NM ya tiene el récord de ser la coalición más estable y exitosa en nuestra historia republicana. El interés común de consolidar la democracia en los 90 y mantenerse en el poder en los años recientes han logrado que las diferencias ideológicas y valóricas pasen a un segundo lugar. Porque no hay nada mejor para asegurar la unidad que la posibilidad de éxito electoral y no hay mejor poder disuasivo para evitar el quiebre que el temor de tener que iniciar una travesía por el desierto como oposición, la izquierda y el centro han superado sus diferencias y han construido plataformas comunes de gobierno.

Los resultados han sido exitosos. Chile se transformó radicalmente gracias a la Concertación. Si bien en años recientes la Nueva Mayoría ha llevado al país por un sendero que la mayoría de los chilenos hoy rechaza, la Concertación/NM sigue teniendo un legado acumulado mucho más positivo que negativo.

Es verdad que el Chile que construyó la Concertación, amigable con el mercado y capitalista, genera cierto rechazo en sectores de izquierda. También es cierto que el avance de una cultura tolerante de la diversidad y respetuosa de los derechos individuales genera resquemor en sectores conservadores del PDC. Pero esos son los costos de ser parte de un matrimonio que se formó por conveniencia hace 30 años y que ha producido tantos resultados positivos para ambas partes que nadie quiere ponerle fin unilateralmente.

Ahora que se acerca la fecha límite del 21 de agosto para decidir si la Nueva Mayoría se mantendrá como una coalición unida o si la izquierda y el PDC optarán por ir en caminos separados, el costo de las amenazas de un quiebre comienza a hacerse tan evidentemente grande, que muchos líderes están repensando sus posiciones anteriores favorables al divorcio de la Nueva Mayoría. Porque ahora tienen que sopesar los costos y beneficios de romper esa exitosa coalición, los líderes razonables del PDC y de los partidos de izquierda de la coalición comienzan a poner paños fríos a los llamados de los más radicales de cada partido en favor del camino propio.

Es evidente que la candidatura presidencial de Carolina Goic no va a ninguna parte. Pero también queda claro que la de Alejandro Guillier tampoco prende como debiera. Ante el temor de perder la contienda presidencial, los partidos de la Nueva Mayoría están sacando cálculos sobre qué deben hacer para retener una mayoría de escaños en el Congreso. Después de todo, los partidos políticos aspiran a tener poder, y si La Moneda se ve lejana, el Congreso se convierte en una buena alternativa para articularse ante un posible Gobierno de derecha.

La adopción de un sistema electoral proporcional pudiera llevar a muchos a pensar que ahora hay más incentivos para que los partidos se vayan por el camino propio. Pero como la elección presidencial coincide con la parlamentaria, los incentivos para unir fuerzas en torno a una sola candidatura presidencial también están presentes. Es más, porque la fórmula d’Hondt de asignación de escaños en el sistema proporcional premia al partido/coalición que saca más votos, el premio a distribuir es mayor si la Nueva Mayoría sigue unida, que si va en dos coaliciones.

Aunque todavía quedan ocho semanas de plazo para inscribir candidaturas presidenciales (o para retirarlas) y para decidir si van en una sola lista parlamentaria, la Nueva Mayoría parece estar decidiéndose por el camino de la unidad. Las voces que, una vez más, llaman al quiebre o anticipan el fin de la coalición nuevamente serán derrotadas por la fuerza de los hechos, que indica que no tiene mucho sentido poner fin a un matrimonio de 30 años que ha tenido más éxitos que derrotas.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)