En tercer término, las historias tiene algo semejante al tiempo real: al tener más tiempo para desarrollarla, existen más recursos para que el espectador se meta en la intimidad de los personajes, y así generar un fenómeno de identificación (como sucedió con Doug, el asesor de Underwood en “House of Cards”).

Cuarto: ya no existen personajes secundarios, ya que a lo largo de muchas horas todos pueden llegar a desempeñar un rol crucial en la historia.

Quinto: al igual que sucede en el mundo real, la multiplicación de intrigas hace que al final se deje de entender lo que ocurre. La ficción es igual de complicada que la realidad.

Moïsi concluye que el mundo que nos transmiten estas series es el de la ausencia del principio del orden y de un árbitro ineludible. Es decir, un compendio perfecto de la teoría realista de las relaciones internacionales.

Somos lo que consumimos: en este caso historias que alimentan nuestros miedos y nuestra visión cínica y pesimista sobre el fenómeno del poder.