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31.07.18

La culpa es del gobierno anterior

(El Líbero) Cuando un gobierno nos recuerda que algunas de las malas noticias que se dan en su gestión se pueden explicar por las cosas que hizo mal o dejó de hacer el gobierno anterior, la gente no recibe bien las excusas y explicaciones.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Entre todas las cosas que no se debieran decir en política, la frase “esto es culpa del gobierno anterior” es de las más desafortunadas. Porque los presidentes siempre son elegidos para hacer aquellas cosas que sus antecesores no pudieron hacer y porque la gente quiere soluciones y no excusas, cuando los gobiernos se ven obligados a recordar a la opinión pública que hay algunos problemas heredados —a diferencia de aquellos que se produjeron bajo su gestión— la mejor forma de hacerlo es acompañar ese recordatorio con anuncios concretos que demuestren qué se está haciendo para remediar la situación.

Cuando un gobierno asume, se hace cargo de los activos y pasivos que heredó. Los ingresos fiscales del primer año fueron definidos en la ley de presupuesto aprobada en el último año de la administración anterior. Lo mismo ocurre con la gran mayoría de los gastos. La discrecionalidad que tiene el nuevo gobierno para sumar nuevas personas a los equipos de gestión depende de los cupos que, para tal efecto, hayan sido determinados por el antecesor. Muchas veces, la administración saliente deja miles de operadores políticos “apernados” como funcionarios públicos. El nuevo gobierno debe buscar formas de lograr que esos trabajadores hagan la pega que se les encomienda, o bien deben buscar formas de producir vacancias de tal forma de poder contratar a personas que compartan sus ideales y objetivos, o que, asumiendo su condición de funcionario público, implementen las políticas de la nueva administración (en vez de atornillar al revés).

Los nuevos gobiernos también heredan las cosas que antes se hicieron bien. Si hay instituciones sólidas y las cuentas fiscales están en orden, la nueva administración puede comenzar a mostrar resultados —por lo que se adjudicará un beneficio político—, pese a que buena parte de ellos existen gracias a lo que hizo el equipo anterior. Porque sabe que hay pasivos y activos heredados, la gente rechaza que el gobierno actual culpe al gobierno anterior por los primeros sin reconocer los segundos. No se vale hacer propios los activos y desentenderse de los pasivos.

Cuando un gobierno nos recuerda que algunas de las malas noticias que se dan en su gestión se pueden explicar por las cosas que hizo mal o dejó de hacer su antecesor, la gente no recibe bien las excusas y explicaciones. Especialmente cuando se reemplaza al de un color distinto y cuando su éxito electoral se explica en buena medida por el rechazo que generaba el gobierno anterior, el intento por explicar un problema aludiendo a eso es inútil. La gente dirá que votó para sacar del poder al gobierno anterior y para hacer que el nuevo gobierno asuma precisamente porque ellos no iban a cometer los mismos errores y porque iban a saber solucionar los problemas. De poco sirve insistir en que los problemas se heredaron. La gente dirá que el trabajo del nuevo gobierno es corregir lo malo.

Por eso, la mejor forma de responder cuando un problema heredado explota y se convierte en crisis es a través de una respuesta decidida, que parta por enfocarse en cómo se va a responder a la crisis en el corto plazo, pase luego a las reformas que se implementarán para que la crisis no se vuelva a repetir y termine anunciando pasos concretos para que los responsables de la crisis —el gobierno anterior— paguen el costo político por sus errores y omisiones.

La reacción del gobierno a la reciente baja en la clasificación de riesgo que entregó Moody’s combinó elementos positivos y negativos. Por un lado, acertadamente, autoridades del gobierno insistieron en que se están tomando las medidas para revertir la tendencia a la baja que se inició en el gobierno anterior. Pero, por otro, algunos altos funcionarios oficialistas no se aguantaron las ganas de culpar al gobierno anterior por el deterioro de las cuentas fiscales. Si bien es innegable que el problema ya se venía arrastrando —aunque algunos críticos apuntan a que el deterioro de las cuentas fiscales se inició en el primer gobierno de Piñera y se empeoró en la segunda administración de Bachelet—, de poco sirve ahora buscar culpables sobre quién abrió las llaves del gasto público más allá de lo que era razonable.

La tarea del gobierno es volver a convencer a los actores financieros de que Chile ha retomado la senda de la disciplina fiscal. En vez de echarle la culpa al gobierno anterior, el actual debiera agradecerles a los chilenos por corregir rumbo en las elecciones de 2017 y, junto con reiterar su compromiso de mayor austeridad fiscal, demostrar con hechos concretos que, contrario a lo que sugiere Moody, las perspectivas a futuro, pese a los vientos de incertidumbre que soplan en el mundo, no son negativas. La misión del gobierno es convencer a todos que, ahora que Chile Vamos está en el poder, el futuro de Chile se ve más próspero que nunca.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)