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29.11.13

Otro balance del congreso del Frente Amplio

(El Observador) En la larga pulseada programática del 2013, que empezó el año pasado en los grupos de trabajo de la Comisión de Programa y culminó el fin de semana pasado en el congreso, ninguna fracción ganó mucho ni perdió demasiado. La hoja de ruta aprobada por la densa estructura frenteamplista, en verdad, es una transacción muy cuidadosa entre distintas posiciones.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Todos se fueron contentos. Tabaré Vázquez y Constanza Moreira, los astoristas y el “grupo de los ocho”, tirios y troyanos, todos salieron conformes del Congreso Hugo Cores. Todos sienten que ganaron. Algo de cierto debe haber. Les propongo analizar más despacio este auténtico milagro político.

Tabaré Vázquez respiró aliviado. Una vez más fue proclamado candidato del Frente Amplio (FA). La argumentación a favor de su candidatura, oportunamente presentada por Juan Castillo, dirigente del PCU, logró un poco más de los dos tercios de los votos que se requieren, según el estatuto, para designar al candidato presidencial de la coalición de izquierda. Además, algunos de los planteos que podían traerle problemas, durante la campaña electoral o en el futuro gobierno, no lograron la exigente mayoría requerida. Entre ellos se destaca el fracaso de la propuesta de establecer en el programa del FA el compromiso de destinar un presupuesto para la educación equivalente al 6% del PIB.

Constanza Moreira, por su lado, también tiene buenas razones para estar satisfecha. Ocurrió algo que, hace solamente seis meses, parecía imposible: el congreso del FA la autorizó a competir contra Vázquez “en pie de igualdad”. Su candidatura recibió 23% de los votos de los congresales, un respaldo menor que el del expresidente pero nada despreciable. Su discurso ante el congreso fue pensado y punzante. Apuntó a un tema clave: la importancia que los gobernantes deben prestarle al programa aprobado por su propio partido político. Cuando terminó, acusando el impacto, Vázquez la saludó con un distante apretón de manos.

El astorismo se fue conforme. En verdad, no les fue tan mal como temían. Tenían muy presente lo ocurrido cinco años atrás cuando, a instancias de comunistas y emepepistas y enarbolando la bandera del “giro a la izquierda”, el congreso frenteamplista aprobó algunas propuestas completamente a contrapelo de sus convicciones como la “extinción del lucro” en el sistema previsional. En particular, lograron evitar que el programa incluyera la promesa de un “nuevo modelo de desarrollo”, expresión incluida en el documento Énfasis programáticos elaborado por el “grupo de los ocho” (1).

El “grupo de los ocho” tampoco se fue con las manos vacías. Tenían algo más del 60% de los delegados y, en consecuencia, lograron que el congreso incorporara buena parte de sus principales preocupaciones. Menciono solamente dos. En primer lugar, en materia tributaria, consiguieron que se aprobaran algunos cambios relevantes en las “reglas de juego”: el congreso encomendó al próximo gobierno del FA avanzar en el incremento de las alícuotas del IRAE para las actividades de renta excepcional vinculadas al uso de recursos naturales y a la concentración de la tierra, crear un adicional a la distribución de dividendos enviados al exterior por las empresas extranjeras y generalizar el cobro del Impuesto de Primaria. En segundo lugar, consiguieron fijar un límite muy claro a la futura política exterior: Uruguay no podrá sumarse a la Alianza del Pacífico o firmar Tratados de Libre Comercio sin tomar en cuenta la posición del resto de los países del Mercosur.

Es evidente que, especialmente, durante el domingo, el “grupo de los ocho” prefirió negociar a imponer. Desde mi punto de vista es lo que más les conviene para extender su influencia en el FA, tanto en las elecciones del año próximo como en el eventual nuevo gobierno frenteamplista. La regla es bien conocida: a la larga, en el FA, el discurso más efectivo es el que prioriza la “unidad”.

En la larga pulseada programática del 2013, que empezó el año pasado en los grupos de trabajo de la Comisión de Programa y culminó el fin de semana pasado en el congreso, ninguna fracción ganó mucho ni perdió demasiado. La hoja de ruta aprobada por la densa estructura frenteamplista, en verdad, es una transacción muy cuidadosa entre distintas posiciones. Ya lo escribí y lo reitero, ahora, pero con más convicción que antes: el programa del FA no representa la continuidad del pensamiento astorista. Es obvio que está más cerca del enfoque neoestructuralista (transformación estructural para la equidad) que de las teorías neoinstitucionalistas que priorizan la estabilidad de las reglas de juego. La política económica del FA, “el modelo de desarrollo” para usar la fórmula tan polémica, que se ha venido alejando silenciosamente del astorismo durante este gobierno, está llamada a seguir tomando distancia de él en el futuro.

La dimensión del cambio dependerá, como acaba de decir con toda claridad Eduardo Lorier en el programa “En perspectiva”, de la correlación de fuerzas en el futuro gobierno. En ese sentido sugiero prestar especial atención a dos momentos. En primer lugar, hacia fines de junio, a la definición de la candidatura a la vicepresidencia. En segundo lugar, en octubre, a la distribución de los votos frenteamplistas en la elección parlamentaria. Me parece claro que, a los efectos de la política económica, no será lo mismo un escenario con una fórmula al estilo de Vázquez-Xavier y un Frente Líber Seregni manteniendo sus cinco senadores que otro con la fórmula Vázquez-Sendic y un FLS electoralmente disminuido.

1) El grupo de los ocho está integrado por Compromiso Frenteamplista - lista 711 (Raúl Sendic), Frente Izquierda de Liberación (Fidel), Liga Federal 1813 (Darío Pérez), lista 5005 (Diego Cánepa), Movimiento Alternativa Socialista (MAS), Movimiento de Participación Popular (MPP), Partido Comunista del Uruguay (PCU) y Vertiente Artiguista (VA).

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)