Artículos

25.06.14

La renovación y sus entredichos

(El Observador) Si esta demanda de novedad existe, y si es tan potente como parece, debería volver a manifestarse en las próximas instancias del calendario electoral. Si la renovación no es una mera ilusión óptica, habría que esperar cambios significativos en las bancadas del Partido Nacional y el Frente Amplio.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) La palabra renovación, de golpe, se convirtió en el eje de numerosos debates. Me propongo contribuir a ordenar un poco esas discusiones. Según una interpretación, lanzada la noche misma de la elección primaria, ese día salió a la luz la existencia de una fuerte demanda de renovación. Los críticos de esta lectura sostienen que hay mucho menos renovación de la que parece a primera vista. Veamos esto más despacio.

El primer argumento de los críticos de la tesis de la existencia de una demanda renovadora en la sociedad uruguaya es que Tabaré Vázquez sigue predominando en el FA, que Jorge Larrañaga (aun derrotado) sigue teniendo el respaldo de la mitad del Partido Nacional (de hecho, conservó casi exactamente el mismo apoyo que el que había obtenido hace cinco años) y que nada cambió demasiado en la “foto” del Partido Colorado entre 2009 y 2014.

El segundo argumento es que no debería hablarse tanto de renovación cuando tres de las principales figuras emergentes de la política nacional de los últimos años (Pedro Bordaberry, Luis Lacalle Pou y Raúl Sendic) son hijos de figuras muy importantes de la política nacional.

El tercero refiere a los contenidos de los discursos de los líderes que han sido mencionados como encarnación del fenómeno de la renovación. Se sostiene que estos dirigentes encarnan ideas muy antiguas, apenas disimuladas por el marketing en el caso de Lacalle Pou, apenas ajustadas a las nuevas jergas de izquierda en el caso de Constanza Moreira y Sendic.

Los tres puntos contribuyen a matizar una interpretación que, para mi gusto, en lo esencial, sigue siendo correcta. La demanda de “lo nuevo” es, siempre, una manifestación de rechazo a “lo viejo”. El lunes de noche, en un seminario en la Universidad Católica, Ignacio Zuasnabar usó una expresión muy acertada: sostuvo que hubo una suerte de “voto castigo”. Siguiendo esa pista agrego: los que votaron a Constanza castigaron a Vázquez, votando a Sendic se desquitaron con Mujica y Astori, apoyando a Lacalle Pou, manifestaron su cansancio respecto a Larrañaga.

¿Puede lo nuevo ser aportado por “hijos de”? Dicho de otra manera: ¿deberíamos pensar que el sistema de partidos uruguayo está dominado por una pequeña oligarquía de familias que transmiten el poder de generación en generación? Me parece evidente que ser “hijo de” representa una ventaja en el punto de partida. Pero esto no vale solamente para la política. Habría que pedir la ayuda de los sociólogos, pero todo indica que también ocurre en otras profesiones y actividades en las que el prestigio de padres y madres, el capital político, económico, social y cultural heredado, se transmite a los descendientes y los ayuda a abrirse camino. Ser “hijo de” ayuda. Pero en la política, como en otras actividades, no es condición ni necesaria ni suficiente. No es condición necesaria. Las elites se renuevan. Constanza, en términos políticos, partió de cero, como antes Vázquez y Mujica. Otro tanto podría decirse de Larrañaga que, en su mejor momento, hace 10 años, también encarnó la renovación. Ser “hijo de” no es condición suficiente: sin algún mérito personal nadie puede hacer carrera.

Para mi gusto, los discursos de los líderes emergentes aportan novedad. Desde luego, se enmarcan en tradiciones ideológicas persistentes. El de Lacalle Pou es una nueva versión del viejo liberalismo blanco. Sospecho que es tan novedoso que hasta puede sonar raro en el oído de los dirigentes herreristas más veteranos que tienen todo el derecho del mundo de seguir pensando que al gasto público hay que “entrarle con una motosierra”. El de Constanza es nuevo en la izquierda política. Ella le aporta al FA temas e inflexiones que vienen de la izquierda social y que los partidos de la coalición han tenido problemas para incorporar (como la nueva agenda de derechos). La novedad del discurso de Sendic está en que recupera y ajusta a los tiempos modernos el viejo anhelo del “dirigismo” desarrollista: un papel más activo del estado en la promoción del crecimiento económico y una apuesta más decidida a la innovación, la ciencia y la tecnología.

Los matices, en esta discusión sobre la renovación como en cualquier otro debate, siempre son bienvenidos. Pero creo que sería un error si por detenernos tanto a observar los árboles terminamos perdiendo de vista el bosque. Hay una demanda de renovación. Confieso que cuando Moreira, en el FA, y Lacalle Pou, en el PN, comenzaron a hablar de renovación no me parecía tan claro. Sigo pensando que la votación del domingo 1º de junio demuestra que una parte muy importante de la ciudadanía comienza a estar cansada de los líderes que ocuparon el primer plano en la Era Progresista, tanto en el gobierno como en la oposición.

Si esta demanda de novedad existe, y si es tan potente como parece, debería volver a manifestarse en las próximas instancias del calendario electoral. Si la renovación no es una mera ilusión óptica, habría que esperar cambios significativos en las bancadas del PN y el FA. En el caso del PN parece claro que, del lado de Lacalle Pou, habrá novedades importantes en el Senado (la lista 404, en particular, tuvo un desempeño excelente y está llamada a confirmarlo). Del lado del FA, habrá que ver cómo se redistribuyen las bancas. El FLS y el Espacio 609 son los sectores más directamente amenazados por el crecimiento de Sendic.

http://www.elobservador.com.uy/noticia/281236/la-renovacion-y-sus-entredichos/