Artículos

14.05.15

Desconcertados

(El Observador) La comparación de los datos de los escrutinios primarios de 2010 y 2014 permite concluir rápidamente que el nuevo partido no logró su objetivo: colorados y blancos habían alcanzado el 38% de los votos emitidos en 2010; cinco años más tarde, la Concertación obtuvo apenas 37%. La principal razón de la baja votación del nuevo proyecto es que, contra toda lógica, ofreció tres candidatos absolutamente nuevos.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) El ciclo electoral 2014-2015 será recordado por ofrecer una mezcla elegante, armoniosa, de novedad y continuidad. Renovación en junio, continuidad en octubre, combinación de estabilidad y cambio en mayo. En ese contexto, lo más novedoso en términos políticos ocurrió en Montevideo, en el frustráneo estreno del Partido de la Concertación.

La elección primaria se hizo bajo el signo de la irrupción de nuevos liderazgos en los dos principales partidos. Por un lado, en el Partido Nacional, el tan sorprendente como excelente desempeño de Luis Lacalle Pou le permitió convertirse en el candidato a la Presidencia y, por tanto, en el principal líder del partido. Por el otro, en el Frente Amplio, la fracción de Raúl Sendic logró una votación extraordinaria que, muy poco después, le valió ser nominado como candidato a la vicepresidencia.

En las elecciones nacionales de octubre y noviembre, en cambio, prevaleció la estabilidad. Aunque la pérdida de votos del Partido Colorado fue muy sensible, el FA y el PN tuvieron votaciones asombrosamente parecidas a las que habían obtenido cinco años atrás. Por su parte, la elección departamental que acaba de cerrar este ciclo electoral exhibe una combinación llamativa de estabilidad y cambio. Salvo los colorados que, aquí también, sufrieron un retroceso visible, blancos y frenteamplistas conservaron cuotas de poder equivalentes a las que ya tenían. De todos modos, por debajo de la estabilidad, asomaron algunos cambios significativos. El FA perdió el gobierno de los departamentos de Maldonado (nada menos) y Artigas. Los blancos perdieron Paysandú (la “heroica”) y Río Negro, y los colorados Salto (el pago del favorito de Pedro Bordaberry). Los tres partidos, por tanto, perdieron bastiones emblemáticos. A su vez, dentro del FA, el MPP, el gran ganador de octubre, fue el principal derrotado de mayo.

Observada con un poco más de perspectiva, de todos modos, la novedad más importante de la elección del domingo pasado fue el estreno del Partido de la Concertación en Montevideo. Este instrumento electoral fue creado por los dirigentes blancos y colorados para, sumando los votos de los partidos de oposición, maximizar la probabilidad de desplazar al FA del principal gobierno departamental.

La comparación de los datos de los escrutinios primarios de 2010 y 2014 permite concluir rápidamente que el nuevo partido no logró su objetivo: colorados y blancos habían alcanzado el 38% de los votos emitidos en 2010; cinco años más tarde, la Concertación obtuvo apenas 37%. La principal razón de la baja votación del nuevo proyecto es que, contra toda lógica, ofreció tres candidatos absolutamente nuevos.

El veto a Jorge Gandini no solamente privó al PN de un candidato tempranamente instalado. Además, reacción en cadena mediante, arrastró al PC que terminó restando apoyo a Ney Castillo, el otro nombre “cantado”. El extraordinario esfuerzo realizado por los candidatos convocados a último momento por las viejas colectividades, Álvaro Garcé y Ricardo Rachetti, no podía ser suficiente para desafiar con éxito la hegemonía del FA en nada menos que su principal nicho electoral.

En ese terreno, gracias a una fuerte inversión en publicidad, desplegando una estrategia de comunicación sencilla y bien pensada, efectiva y efectista, se las ingenió para crecer Edgardo Novick, el tercer y, a la postre, más exitoso candidato de la Concertación, con un discurso que recuerda, al mismo tiempo, a Jorge Pacheco (por lo confrontativo) y Mauricio Macri (por la impronta empresarial y el énfasis en la gestión).

El nuevo partido, reitero, no logró convertirse en una alternativa real al FA. De todas maneras, su irrupción dejó un balance positivo, y las matemáticas, tan tozudas ellas, siguen mostrando que no hay otra opción para los partidos de oposición que transitar por este camino. Permítanme desarrollar a continuación estos dos argumentos.

En primer lugar, la Concertación dejó un balance positivo porque obligó al FA a tomarse en serio la elección departamental. La gestión del FA, que mejoró sobre el final del mandato de Ana Olivera precisamente gracias a la “amenaza” de la oposición unida, fue sometida durante la campaña electoral a un análisis muy exigente. La izquierda, para retener el gobierno de Montevideo, tuvo que esforzarse en dar explicaciones y en formular promesas. En eso, precisamente, consiste la democracia.

Hubo, por fin, rendición de cuentas. Hubo propuestas bien concretas que podrán ser sometidas a un contraste exigente dentro de cinco años. En ese sentido, el nuevo partido contribuyó a incrementar la calidad de la democracia en nuestro segundo nivel de gobierno. En segundo lugar, sigue siendo rigurosamente cierto que la división de la oposición solo favorece el predominio del FA. Si blancos y colorados hubieran acordado construir partidos de la Concertación en otros departamentos la izquierda hubiera obtenido, el domingo pasado, solamente tres intendencias (Montevideo, Canelones y Rocha) y no seis.

Muchos electores colorados votaron en Paysandú y Río Negro por los candidatos blancos. Muchos nacionalistas apoyaron a los candidatos del PC en Salto. La coordinación estratégica de los votantes colorados y blancos en elecciones tan competitivas no podía ser suficiente, y no lo fue. La división de colorados y blancos, obviamente, favoreció al FA.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)