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08.08.16

Bonafini y Moreno: dos patoteros con look «rebelde»

(TN) Por Marcos Novaro | La democracia liberal está obligada a tratar decentemente, es decir dando la oportunidad de hablar y de votar y de manifestarse de muchas otras maneras, a grupos que no se lo merecen, porque no son ni mínimamente respetuosos de ese orden.
Por Marcos Novaro

(TN) Hay algo peor que un patotero: el que se disfraza de rebelde-luchador contra supuestos dominios y atropellos ilegítimos, que lo autorizarían a practicar la violencia desde condición de “víctimas”. Guillermo Moreno y Hebe de Bonafini dieron dos buenas muestras de ello esta semana.

Lo más increíble del programa de canal 9 en que Moreno insultó y amenazó al economista Martín Tetaz porque este le dijo que estaba mintiendo sobre la inflación durante el kirchnerismo no fue lo virulento de sus ataques, si no la reacción entre dócil y cómplice de las conductoras.

Una le pidió a Moreno que no se siguiera parando y paseando a sus anchas porque ella era la encargada del programa, insólito. Ni siquiera le reprochó las agresiones a su compañero de trabajo y la explicación que dio de su pedido de “calma” fue que “no quería que el programa se volviera una guerra”. Cuando en ningún momento se trató de eso. Había un solo agresor, desatado, imponiendo su ley con gritos y amenazas, que se salió con la suya porque no contestó la pregunta que le hicieron y su interrogador no volvió a hablar. Además de que casi se va del programa. Como dijo el mismo Moreno, quedó exiliado, aislado, exonerado de momento de su puesto de trabajo porque nadie lo protegió, ni la producción, ni sus colegas, ni sus jefes, que era lo que el ex funcionario buscaba y consiguió.

En cualquier país normal un personaje con estos hábitos probablemente hace tiempo que estaría tras las rejas, seguro no lo invitarían a programas de televisión cada dos por tres, y más seguro todavía lo hubieran frenado y echado del set apenas empezó su patoteada. Pero este sigue todavía sin ser un país normal. Y le va a costar serlo, mucho más que el simple cambio de gobierno.

Se dirá que luego Tetaz recibió muchas muestras de solidaridad. Y Moreno muchas críticas. Pero su trabajo ya estaba hecho. Lo que se vio en la escena fue a un patotero imponiendo su ley. Y la teve dejando hacer.

Algo parecido ha sucedido hasta aquí con el pedido de indagatoria, y luego de detención contra Bonafini, y su vuelta a la carga contra los jueces y fiscales que la investigan por corrupción. La cantinela de los fanáticos K que ven en todo eso persecución política digitada desde el Ejecutivo y las “corporaciones” (les faltaría decir “la sinarquía internacional”) era esperable. Lo no tan esperable, más destacable y sobre todo mucho más preocupante fue el silencio de radio de los agredidos y la casi nula reacción del resto de la Justicia.

Bonafini hizo como esos militantes extremistas, de izquierda o de derecha, que van a movilizaciones callejeras a buscar que algún policía los reprima, y si no lo logran están dispuestos a tomar el bastón policial y se lo sacuden por la cabeza. Con el agravante de que en el caso de Bonafini, el policía que busca obligarla a cumplir la ley lo hace por graves acusaciones de corrupción, no por nada que haya hecho en la calle.

Ella dio a entender que estaría feliz si la buscaban por la fuerza y unos cuantos fanáticos la acompañaron montando un show que fue pura provocación. Lo cierto es que a Bonafini le da lo mismo que la metan presa sea por desacato o por corrupción. Lo que no quiere es un juicio imparcial y a la luz pública, porque le complicaría seguir diciendo que sus delitos no existen y es todo una conspiración armada por un poder autocrático e ilegítimo.

Bonafini no sólo se pone así en víctima, se erige en encarnación de una legitimidad tan extraordinaria, que las leyes civiles y penales de este país no valen un pito frente a ella. Y una buena cantidad de kirchneristas fanáticos lo repite y la ayuda a llevarlo a la acción. Por caso, Luis Bruchstein acaba de escribir en Página 12 que si su ídola termina presa, Macri habrá realizado el sueño de Videla, sería peor que él, y por tanto estamos en la “antesala de la violencia”.

Escribir sandeces es legal, claro. Pero hacer lo que hace Bonafini, igual que lo que hace Moreno, no. Sin embargo por ahora al menos ella se sale con la suya. Porque burla a la Justicia, habla y habla, mientras ésta está en silencio, duda y deja hacer.

Un problema serio de los demócratas liberales aquí y en todo el mundo (basta ver lo que sucede en la campaña electoral estadounidense con Trump), es que sus convicciones morales no alcanzan muchas veces por sí mismas para movilizarlos con la contundencia suficiente para defender las condiciones de vigencia de sus principios. Condiciones que son en cambio fácilmente utilizadas por quienes odian esos principios y desean destruirlos para atropellar a su prójimo y a las instituciones.

Esto en parte es incorregible. La democracia liberal está obligada a tratar decentemente, es decir dando la oportunidad de hablar y de votar y de manifestarse de muchas otras maneras, a grupos que no se lo merecen, porque no son ni mínimamente respetuosos de ese orden.

Pero solo en parte es así. Los demócratas tienen también la obligación de decir no y frenar el maltrato injustificado. Dejar en claro que respetar las reglas de juego libre no suponen indiferencia moral ni dejar hacer “hasta que la Justicia se expida”, ser imparciales en la aplicación de la ley no incluye ser indiferentes ante conductas que dañan nuestra convivencia y las reglas básicas que hacen posible nuestra democracia. Moreno y Bonafini están muy lejos de respetar estas reglas, se dedican cotidianamente a dañarlas, y no van a dejar de hacerlo. No se trata de hacerlos callar. Sí de ponerlos en su lugar: no se les debe seguir dejando usar las instituciones de la democracia para destruirla. Ya lo hicieron durante demasiado tiempo.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)