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14.09.16

Mar de fondo

(El Observador) La oposición se mueve. Algunos de estos movimientos son imaginativos y audaces, levantan olas y podrían generar impactos profundos. De todos modos, sigue sin estar claro cómo podrían concatenarse las distintas novedades entre sí. Hay muchas más preguntas que respuestas.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) En el contexto de una opinión pública que exhibe tenues pero perceptibles señales de insatisfacción con la oferta política existente, el tablero político uruguayo empieza a generar algunas novedades de interés. Mientras en el Frente Amplio se va instalando la discusión sobre la candidatura presidencial de 2019 (dijo José Mujica: “No sé si Astori es el mejor candidato”), en los partidos de oposición asoman liderazgos y estrategias novedosas. En el Partido Colorado buscan reanimar la tradición batllista y desplazar a Pedro Bordaberry. En el Partido Nacional algunos dirigentes en ascenso se atreven a mostrar sus cartas y a desafiar liderazgos bien establecidos. El Partido Independiente multiplica gestiones y contactos con referentes de los demás partidos buscando construir un “espacio socialdemócrata”. La oposición se mueve. Como siempre, hay más competencia que cooperación.

Se mueve la interna del PN. La fracción liderada por Jorge Larrañaga empieza a crujir. Eber Da Rosa (intendente de Tacuarembó), que se alejó hace tiempo de Alianza Nacional, viene reuniéndose con varios de sus colegas de Alianza Nacional, entre otros, con Enrique Antía (Maldonado), Adriana Peña (Lavalleja), Dardo Sánchez (Treinta y Tres) y Sergio Botana (Cerro Largo). En estos encuentros, según se supo, analizan el escenario político y debaten alternativas. La senadora Verónica Alonso, mientras tanto, según trascendió estos días, no descarta competir por la candidatura presidencial. No hace falta tener mucha imaginación para concluir que estas grietas tienen relación con las dos derrotas sucesivas sufridas por Larrañaga en la competencia por la candidatura presidencial del partido (en 2009 frente a Lacalle Herrera, en 2014 frente a Lacalle Pou). Es más difícil, en cambio, conjeturar el desenlace. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar los rebeldes? ¿Hasta dónde está dispuesto a resistir la embestida el tenaz caudillo sanducero?

Se mueve la interna del PC. Acá también pesan, y mucho, las derrotas. A pesar del enorme esfuerzo realizado por sus dirigentes, y en particular por Pedro Bordaberry durante la última década (candidato a la IMM en 2005 y a la Presidencia en 2009 y 2014, fundador y líder de Vamos Uruguay, activísimo senador desde 2010, referente central en el debate público sobre seguridad ciudadana), la ciudadanía insiste en mirar para otro lado. El retroceso electoral registrado en 2014 tuvo un fuerte impacto en la interna. A esta altura, Vamos Uruguay se tambalea. Se fueron Daniel Bianchi y Guillermo Facello, apostando a la ilusión que despertó la excelente votación de Edgardo Novick en la elección departamental de Montevideo el año pasado. Antes, ya habían emigrado del sector algunos referentes importantes, como Ope Pasquet y Fernando Amado. Ambos, cada uno con su perfil y sus énfasis, apuntan a reanimar la tradición batllista. De hecho, de este modo, suman su esfuerzo al de Tabaré Viera y José Amorín Batlle, que insistieron todo el tiempo en recorrer ese camino. El mapa de la interna, por tanto, viene cambiando rápidamente. Cabe esperar, por tanto, que se reanime la competencia. Lo que no es posible asegurar es que las novedades sean suficientes para darle el fuerte impulso que precisa el partido para recuperar el terreno perdido.

Se mueve el PI. Los independientes vienen impulsando un proyecto realmente ingenioso: se han propuesto construir un nuevo proyecto político que permita la convergencia de quienes, a pesar de pertenecer hasta ahora a partidos distintos, tienen afinidades ideológicas significativas. Pablo Mieres ha tendido puentes hacia frenteamplistas, blancos y colorados. El objetivo explícito es crear un nuevo lema con distintas listas al Senado apoyando una fórmula presidencial a definir de común acuerdo en torno a una plataforma socialdemócrata. El éxito de la propuesta, naturalmente, depende de su capacidad para atraer referentes de peso de los demás partidos. Desde este punto de vista, la incertidumbre es muy alta. Si los batllistas crecen dentro del PC tendrán fuertes incentivos para no apoyar el nuevo proyecto. Otro tanto puede decirse de quienes, en el PN, no comparten (por razones de estilo y/o de contenido) la propuesta política encarnada por Luis Lacalle Pou: si creen que pueden vencerlo preferirán esta opción a la de apoyar un nuevo lema electoral. Finalmente, si quienes están descontentos con el predominio del MPP y del PCU en la estructura del FA llegan a percibir que Danilo Astori puede ser candidato a la Presidencia probablemente lo piensen dos veces antes de emigrar hacia el naciente Espacio Socialdemócrata.

La oposición se mueve. Algunos de estos movimientos son imaginativos y audaces, levantan olas y podrían generar impactos profundos. De todos modos, sigue sin estar claro cómo podrían concatenarse las distintas novedades entre sí. Hay muchas más preguntas que respuestas. Sigue siendo un enigma, por ejemplo, cómo se articularía el Espacio Socialdemócrata en formación con el resto de la oposición si Lacalle Pou y Bordaberry conservaran la mayoría (y las respectivas candidaturas presidenciales) en ambos partidos fundacionales. ¿A quién preferirían apoyar en un eventual balotaje los “socialdemócratas”? ¿A Lacalle Pou o a José Mujica? Tampoco está claro, al menos para mí, qué harían en otros escenarios posibles. ¿A quién preferirían votar? ¿A Jorge Larrañaga o a Danilo Astori?

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)