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28.12.16

Una tragedia venezolana

(Buenos Aires Herald) Más que la elección de Donald Trump o el proceso de paz en Colombia, el quiebre del orden social en Venezuela es desafortunadamente el desarrollo más importante y deplorable de 2016.
Por Patricio Navia

(Buenos Aires Herald) La principal noticia de Latinoamérica con la llegada del fin de año es el empeoramiento sin precedentes de la crisis social, política y económica en Venezuela con un gobierno que muestra niveles récord de ineptitud y la oposición se muestra incapaz de formar un frente unificado para ofrecer una alternativa a los desesperados venezolanos. Más que la elección de Donald Trump o el proceso de paz en Colombia, el quiebre del orden social en Venezuela es desafortunadamente el desarrollo más importante y deplorable de 2016.

Los venezolanos comenzaron 2016 esperanzados. La oposición democrática había ganado contundentemente las elecciones legislativas del 7 de diciembre y, contrario a lo que se esperaba, la administración de Nicolás Maduro aceptó la derrota. Habiendo recibido el 56,2 por ciento de los votos, la oposición se aseguró 109 de los 167 escaños en el Congreso unicameral. Si bien era una mayoría clara, no alcanzaba para lograr la mayoría de dos tercios requerida para anular el poder de veto del Presidente Maduro. Más allá de las acusaciones de fraude electoral del gobierno para impedir que la oposición logre los dos tercios para tener poder de veto, la elección – realizada en condiciones desfavorables para la oposición – fue una victoria para la democracia en ese afligido país. El hecho de que el gobierno admitiera la derrota era un rayo de esperanza para quienes trabajan por una transición democrática y ordenada del chavismo en Venezuela.

Un año después, la esperanza por un cambio pacífico de gobierno se ha desvanecido. La oposición está profundamente dividida en cuanto a cómo lograr el cambio político y restablecer la salud de las políticas económicas. Luego de permanentes desacuerdos respecto a qué hacer con el impopular gobierno, la oposición terminó haciendo poco por capitalizar el descontento popular contra Maduro. Mientras el ala más radical quiso sacar a Maduro del poder inmediatamente después de ganar el control de la Legislatura – una estrategia que los habría llevado a violar la Constitución – el ala moderada apuesta a asegurarse un nuevo pedido de referéndum que, si se hacía en 2016, habría forzado a Maduro fuera del camino y habría allanado el paso a nuevas elecciones presidenciales. Ninguna de las partes tuvo éxito, ya que Maduro usó su poder sobre la Corte Suprema para bloquear los esfuerzos de la oposición para utilizar procedimientos administrativos para sacarlo del poder y dilató lo suficiente el proceso que habría obligado a un referéndum para que sea constitucionalmente imposible llamar nuevas elecciones antes de que finalice su período en 2019.

De la desesperación hacia ¿dónde?

Doce meses luego del resultado electoral que llevó a muchos venezolanos a ver una luz al final de túnel, la esperanza se transformó en desesperación. Pocos ven como opción viable a una transición pacífica. Si el referéndum se hace en 2017 podría forzar a Maduro fuera del poder. Pero, de acuerdo a la Constitución, sería reemplazado por su vicepresidente Aristóbulo Istúriz – no por un nuevo presidente electo.

El gobierno siguió administrando mal la economía. La inflación está fuera de control, alcanzando casi 500 por ciento en un año. El desempleo y la pobreza son generalizados. La escasez de comida y electricidad son cosas comunes y el crimen está desenfrenado. El país está al borde del caos. Para peor, el gobierno sigue demostrando que es incapaz de direccionar el país en el sentido correcto.

Las políticas adoptadas por el gobierno han empeorado las cosas. En un supuesto esfuerzo por combatir las mafias que contrabandean los tan necesarios bienes a Venezuela, el gobierno anunció que sacaría de circulación en una semana el billete de 100 bolívares, el de mayor valor – que sólo vale dos centavos de dólar en el mercado negro. El anuncio, a diez días de Navidad, provocó estragos en una economía ya deprimida. Miles esperaron durante horas fuera de los bancos para cambiar sus billetes por moneda de menor denominación. Los comercios dejaron de aceptar billetes de 100 bolívares y a la gente le fue aún más difícil comprar los bienes que necesitan tan desesperadamente (Maduro luego pospuso la eliminación de los billetes hasta el 2 de enero, haciendo las cosas aún peor).

Como para ilustrar su desesperación, el gobierno optó por enfrentarse a los miembros del Mercosur. Tras ser suspendido del bloque comercial a comienzos de diciembre, el gobierno venezolano envió a su ministra de relaciones exteriores, Delcy Rodríguez a meterse en una reunión regular en Buenos Aires. Rodríguez eventualmente forzó su entrada a una sala de reunión vacía y denunció el aislamiento del cual es víctima su gobierno por parte de los nuevos gobiernos de centro-derecha en Argentina y Brasil.

En medio de la peor crisis económica que haya visto ese país en más de cinco décadas, el gobierno venezolano optó por subrayar su incompetencia al intentar colarse en una fiesta sin invitación.

Con la llegada del final del año, la desaparición del orden social en Venezuela es la crónica de una muerte anunciada. Si bien 2016 comenzó con expectativas de un cambio de gobierno pacífico, ni la administración de Maduro ni la oposición han demostrado el coraje y el liderazgo necesarios para encontrar un punto común y para sacar al país del profundo hueco en que se encuentra. Desafortunadamente para los venezolanos, que están sufriendo profundamente el caos económico, social y político, tienen poco que esperar de 2017.

Este artículo fue originalmente publicado en inglés el 23 de diciembre de 2016 en The Buenos Aires Herald:

Traducción de Hernán Alberro.