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26.05.17

¿Democracias en recesión?

(El Observador) Que la democracia tenga problemas en Brasil, una nación sin tradiciones democráticas potentes, dentro de todo, es comprensible. Pero que haya retrocedido tanto en Venezuela, un país que logró preservar sus instituciones en los sesenta y setenta, es mucho más preocupante. El chavismo, con su mezcla explosiva de populismo y leninismo, se las ingenió para paralizar la economía y destruir la democracia
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Hace apenas algo más de una década, la publicación del informe América Latina Hacia una democracia de ciudadanas y de ciudadanos, elaborado por Proddal por encargo del PNUD, permitió documentar avances y cuentas pendientes de la democracia en la región. El hilo conductor era sencillo y fácilmente compartible. América Latina, se decía, ha logrado finalmente consolidar democracias electorales. Pero es preciso mejorar la calidad de los sistemas democráticos generando las condiciones para que los electores ejerzan más efectivamente sus derechos ciudadanos en las tres dimensiones clásicas: política, civil y social. El informe, por tanto, aunque celebraba los avances realizados desde principios de la década de 1980 (cuando empezó a avanzar una potente ola democratizadora en toda la región), alertaba contra el conformismo e invitaba a llegar más lejos.

La publicación del informe Proddal coincidió con un ciclo muy especial en la historia política latinoamericana. Luego de varios años de dinamismo en tiempos de “ajuste estructural” (apertura económica y reorientación hacia el mercado), las economías regionales enlentecieron su tasa de crecimiento o, directamente, entraron en recesión. Con la crisis económica y la agudización de los problemas sociales, se produjo un giro político extraordinario: llegaron al gobierno por la vía electoral partidos y movimientos que levantaban la bandera de la justicia social y de la recuperación del papel del Estado en el desarrollo económico y social. Las izquierdas, convertidas de desafiantes en gobernantes, se beneficiaron de un boom económico extraordinario que las ayudó a mantenerse en el poder.

El balance de estos años, como resultará obvio, es objeto de una intensa disputa política. Algunos hablan de “décadas ganadas”. Otros de “décadas perdidas”. La discusión vale la pena y da para entretenerse. Pero, cuando se mira más globalmente el proceso político, es muy difícil no sacar una conclusión dolorosa y difícilmente controvertible. En materia de calidad de la democracia no hemos avanzado. Es más: posiblemente hayamos retrocedido. Hace diez años los latinoamericanos teníamos la expectativa de mejorar la calidad de la democracia. Hoy por hoy, mirando el panorama regional, muchos de nosotros nos conformaríamos simplemente con lograr que la libertad política no siga retrocediendo. Los sucesos recientes en Brasil y Venezuela, dos casos emblemáticos, ilustran con mucha claridad este cambio de perspectiva.

Durante los años de predominio del PT, con Lula, primero, y Dilma, después, Brasil fue considerado un ejemplo extraordinario de gobierno de izquierda moderno y exitoso. El crecimiento económico fue acompañando de una gran inversión en políticas sociales. Decenas de millones de brasileños fueron rescatados de la pobreza y pasaron a conformar una nueva clase media. Las primeras señales de alarma sonaron durante la organización del campeonato mundial de fútbol. Quejas, manifestaciones, malestar. El estruendoso y sorprendente fracaso futbolístico del Scratch adelantó, sin que lo pudiéramos anticipar, el derrumbe político ulterior. Primero cayó Dilma. Ahora podría caer también el gobierno Temer. Todo el sistema de partidos está bajo sospecha de corrupción. La democracia brasileña es un auténtico desastre. Lo único rescatable de todo este proceso es que ha quedado claro que la Justicia es tan independiente como implacable. Como consuelo es demasiado magro.

Que la democracia tenga problemas en Brasil, una nación sin tradiciones democráticas potentes, dentro de todo, es comprensible. Pero que haya retrocedido tanto en Venezuela, un país que logró preservar sus instituciones en los sesenta y setenta, es decir, durante los peores años de la oleada autoritaria en la región, es mucho más preocupante. El chavismo, con su mezcla explosiva de populismo y leninismo, se las ingenió para paralizar la economía y destruir la democracia. Con el incremento de la resistencia popular se viene intensificando, día a día, también, la violencia de la represión. El ascenso autoritario fue gradual. Primero el régimen ejerció distintas formas de censura sobre los medios de comunicación. Luego fue el turno de los presos políticos y de las bandas paramilitares. Ahora, la violencia la ejercen directamente militares y policías. Lo peor de todo es que no se vislumbra la salida.

Hace más de 20 años, Samuel Huntington, uno de los politólogos más reconocidos, publicó La tercera ola. En este libro analizó el proceso de democratización en Occidente desde la tercera década del siglo XIX hasta fines del siglo XX. Según él, durante este lapso hubo tres grandes olas de democratización en el mundo: la primera durante el siglo XIX e inicios del XX; la segunda después de la segunda guerra mundial; la tercera desde la Revolución de los Claveles en Portugal, a mediados de los setenta, en adelante. Argumentó, asimismo, que cada una de las dos primeras olas fue seguida de una contraola que barrió parcialmente el progreso democrático acumulado en la fase de expansión. Una de las preguntas que su obra, tácitamente, dejaba planteada era si la tercera ola sería seguida, ella también, de su respectiva contraola. Observando algunas tendencias en la política regional me veo tentado a responder que sí. En todo caso, como mínimo, la democracia en la región ha vuelto a exhibir su secular fragilidad.*

* Entre el 26 y el 28 de julio de este año se realizará en Montevideo, organizado por aucip, el 9o Congreso de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política. La pregunta central que nos convoca es, precisamente, si las democracias de la región están o no en recesión. Ver: http://www.congresoalacip2017.org/apresentacao

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)