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14.09.05

¿Qué hay de nuevo en la política argentina?

Por Carlos Fara

Para responder a si hay algo de nuevo en la política argentina, primero debería definirse qué se entiende por "nuevo" y qué por "viejo", y quién es el que define el parámetro. Lo viejo serían los aparatos, los actos con gente acarreada, el clientelismo, la corrupción, el aburguesamiento, los arreglos  de cúpulas transando todo por intereses políticos, el doble discurso, la mentira, el hablar y no hacer, etc. Lo nuevo sería la honestidad, la sinceridad, la vocación de hacer cosas, el no aprovechamiento de los cargos para cuestiones personales, el contacto permanente con la sociedad, la negociación en función de los intereses de la gente, entre otras cosas.

Si uno le pide a cualquier ciudadano común a boca de jarro que mencione un dirigente que se enrole con la condición nueva, seguramente no expresaría ningún apellido, mientras que en el otro bando ubicaría a todos.

La pregunta central es: ¿nadie intenta cosas nuevas? La respuesta es: no, hay gente que trata de no quedar enlodado. Hay muchos dirigentes que se capacitan, que arman institutos para formar cuadros técnicos, que no abusan del oportunismo, que no quieren depender de los aparatos, ni de los intereses económicos. Existen municipios modelo como Rafaela, Morón o Curuzú Cuatiá. Hay escuelas de formación como la Hannah Arendt del ARI. Hay redes dirigenciales como la que constituye la ONG Acep con apoyo de la Fundación Adenauer. La lista es larga y las omisiones injustas.

Sin embargo, para el gran público todo esto pasa desapercibido porque las buenas noticias no son noticia. La política se vuelve tapa de diario nacional cuando se produce un escándalo, no cuando hay políticas públicas exitosas.

Es cierto que los ejemplos que vienen más rápidamente a la mente son municipales o provinciales. Daría la impresión que cuando se llega lejos, se pierden algunos valores por el camino. Pero hacer (o parecer que se hace) "nueva" política tampoco es sencillo.

Si el parámetro lo establece la opinión pública, debemos tener en cuenta que el "juez" es complejo, contradictorio y volátil. No es fácil tener satisfecha a la sociedad, porque ésta tiene dosis de hipocresía y cinismo que le nublan la vista en más de una ocasión. Muchas veces se premia al deshonesto pero eficaz, y otras al de buenos modales, pero sin proyecto. Esto hace que los bien intencionados se desorienten de tanto en tanto respecto a quien en definitiva juzga sus acciones.

El árbol demasiadas veces tapa al bosque.