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30.06.17

Libros y política (coloquios, remordimientos e hijos pródigos)

(El Observador) Cada vez más claramente, en lugar de servir a los líderes, los medios de comunicación apuestan a servir a los ciudadanos. Este proceso se intensificó notablemente después de la dictadura. El periodismo es, cada vez más, una profesión autónoma. El vínculo entre periodista y político experimentó un giro copernicano.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) La campaña electoral que terminó depositando a José Mujica en el sillón presidencial se vio sacudida en julio de 2009 cuando el periodista Alfredo García publicó Pepe. Coloquios. Gracias a la tenacidad del autor y la locuacidad del entrevistado, en un momento crucial, la ciudadanía dispuso de más elementos de juicio para decidir su voto.

Hace una semana exactamente, en el Senado, tuvo lugar un debate muy importante en términos políticos, y muy bienvenido desde el punto de vista de la salud de nuestras instituciones. Como es sabido, la discusión giró en torno a si debía o no formarse una comisión investigadora para indagar en las posibles conexiones políticas de asaltos registrados en los noventa, como sugirió recientemente la obra Eleuterio Fernández Huidobro.
Sin remordimientos, de la periodista María Urruzola. Desde ayer, gracias a otra investigación periodística, en este caso, desarrollada por Patricia Madrid y Viviana Ruggiero, circula más información sobre la trayectoria de Raúl Sendic, el "hijo pródigo". Aunque todavía no conozco en detalle su contenido, no hace falta mucha imaginación para suponer que este libro también podría tener consecuencias políticas relevantes.
No descarto, por ejemplo, que se intensifique el debate en curso respecto a si el actual vicepresidente debería o no renunciar a su cargo.

Cada vez que aparecen libros de este tipo que levantan olas grandes, desde las tiendas de los potenciales damnificados suele pensarse que se está en presencia de una operación política. Los autores de estas obras serían, en el extremo, cadetes calificados trabajando al servicio de intereses políticos ocultos.
Es completamente comprensible que dirigentes y ciudadanos muy comprometidos con proyectos políticos tiendan a hacer una interpretación instrumental de obras de esta naturaleza. Los que "operan" políticamente "descubren" operaciones políticas por doquier.
Es normal, además, dada la avasallante centralidad de los partidos en Uruguay, que también los ciudadanos menos identificados con bandos políticos se pregunten sobre las posibles motivaciones electorales de textos polémicos. Al fin de cuentas, la competencia política en este país es tan intensa que no es fácil aceptar que muchos de quienes participamos en el debate público (aportando información o análisis) lo hacemos sin especular sobre las posibles consecuencias electorales de nuestro trabajo.
No escribimos para llevar o traer votos. Investigamos y publicamos con la ilusión de mover neuronas y de contribuir a calificar el debate público.

Es posible que la publicación de un libro polémico tenga impacto electoral. ¿Qué tiene de malo? Al contrario: considero francamente deseable que una investigación bien hecha estimule cambios en el comportamiento electoral de sus lectores. Es bueno que la ciudadanía, si recibe información confiable, pueda dudar de sus opciones electorales y, eventualmente, se permita cambiarlas. Por eso, en lugar de especular con operaciones políticas e intenciones menores corresponde, creo, celebrar la publicación de este tipo de obras y agradecer la valentía y el esfuerzo de autores y editoriales.
Los libros arriesgados, escritos con responsabilidad pero desde la libertad, contribuyen a desarrollar el espíritu crítico de la ciudadanía. Mueven. Problematizan. Emancipan. Constituyen, al mismo tiempo, un testimonio del lento y zizagueante proceso de autonomización de lo que genéricamente podemos llamar la intelectualidad nacional respecto a las lealtades partidarias. Ambos procesos se retroalimentan. De este modo, cada vez hay más espacio en la democracia uruguaya para la libertad y la independencia de pensamiento, en el debate público (a la hora de informarse) y en el "cuarto secreto" (cuando hay que votar). Esto es una regla general. Gane quien gane. Pierda quien pierda.

La publicación de investigaciones periodísticas forma parte de la tendencia hacia la profesionalización del periodismo que se ha vuelto cada vez más evidente en Uruguay. Como es bien sabido, nuestra prensa nació ligada a partidos, fracciones y líderes. Fue, al comienzo, un instrumento de propaganda electoral y de construcción de lealtades políticas. Con el tiempo, en un proceso que tiene como algunos de sus principales hitos la trayectoria de las revistas Marcha y Búsqueda, la prensa se fue desvinculando de las estrategias de supervivencia de los actores políticos.
Cada vez más claramente, en lugar de servir a los líderes, los medios de comunicación apuestan a servir a los ciudadanos. Este proceso se intensificó notablemente después de la dictadura. El periodismo es, cada vez más, una profesión autónoma. El vínculo entre periodista y político experimentó un giro copernicano. Aunque siempre puede haber excepciones, el periodista ya no es simplemente un "agente", al servicio del "principal". El político dejó de ser referente para convertirse en "fuente" u objeto de estudio.

Desde luego, sigue habiendo medios de comunicación identificados más o menos abiertamente con partidos o fracciones. Juegan un papel importante. Siguen siendo un vehículo de reproducción de lealtades. En esa medida, coadyuvan a fortalecer los partidos que constituyen la columna vertebral de la representación ciudadana en las democracias modernas.

Pero es muy importante que la opinión pública pueda distinguir unos de otros. Y es fundamental desde el punto de la calidad del debate público que siga creciendo el espacio para la independencia. En ese sentido, los invito a celebrar la publicación de obras polémicas, de las que hacen pensar, estimulan el debate y obligan a los actores políticos a rendir cuentas de sus actos.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)