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06.09.17

Raúl Sendic: dimensiones y salidas de una crisis terminal

(El Observador) La crisis es muy grave. Es, sin lugar a dudas, la coyuntura más difícil para el FA desde el inicio de la era progresista. Es, probablemente, el peor momento de la democracia uruguaya desde su restauración en 1985. Hasta ahora se han manejado dos alternativas polares. Algunos actores, dentro y fuera del FA, reclaman la renuncia de Sendic. Otros, los más cercanos al vicepresidente, insisten en esperar el fallo de la Justicia.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) El fallo del Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio fue devastador. Serio, profesional, categórico: “El cuadro general que presentan los actos reseñados del Cro. Sendic no deja dudas de un modo de proceder inaceptable en la utilización de dineros públicos”. Me imagino que será muy difícil, incluso para los frenteamplistas más devotos, mirar para otro lado. Ahora le toca al Plenario Nacional. No hay forma de saber qué pasará cuando este organismo se reúna el próximo sábado. Comunistas y emepepistas, los sectores más influyentes en este ámbito, habían adelantado su disposición a no condenar a Sendic. Ahora que se conoce este informe es probable que cambien de opinión. De todos modos, como el pronunciamiento del Plenario no es vinculante, el futuro inmediato del vicepresidente depende de sí mismo. Hasta ahora ha dicho que quiere esperar el pronunciamiento de la Justicia y que, mientras tanto, seguirá en el cargo al que el pueblo lo llevó.

En todo caso, la crisis es muy grave. Me propongo distinguir sus principales planos y analizar posibles salidas. La primera dimensión es estrictamente humana. Estamos asistiendo a una tragedia de magnitud inusual. No me corresponde ir a fondo. Tampoco sabría cómo hacerlo. No tengo ni suficiente información ni la formación profesional que se requiere. Pero ojalá el lógico fastidio que todo este tema ha generado en tanta gente no hiciera perder de vista que estamos hablando de una persona que, luego de llegar casi a la cima de una exitosa carrera política, hace dos años y medio que no para de dinamitar su propia imagen. ¿Por qué? No lo sé. Rousseau decía que el “buen salvaje” no podía distinguir el bien del mal. Pero, en ausencia de este sentido moral, era capaz del sentimiento de piedad. Esto es lo mínimo que me exijo a mí mismo y que me atrevo a pedir a los demás.

La segunda dimensión de la crisis es política. La tragedia personal de Sendic ha generado un problema institucional que suele pasar inadvertido pero de hondas consecuencias. El vicepresidente es mucho más que el suplente del presidente. Tiene responsabilidades mucho más importantes que las, ciertamente nada menores, de presidir el Senado y la Asamblea General. Es el puente principal entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo. Dado que la mayor parte de las leyes que se aprueban (como ha medido cuidadosamente Daniel Chasquetti) se originan en el Ejecutivo, tiene un rol decisivo en el proceso legislativo. Este puente está roto. El vicepresidente no está pudiendo desempeñar esta función. No es el único responsable de la falta de dinamismo del gobierno nacional. Pero no puede soslayarse a la hora del análisis que Sendic es parte del problema.

La tercera dimensión trasciende tanto la persona como el gobierno que integra. La crisis de la vicepresidencia también está arrastrando, inexorablemente, la imagen del país. Este daño también es muy profundo y tiene consecuencias negativas de todo tipo. La prensa internacional ha dejado de hablar de Uruguay como el país del “presidente más pobre del mundo” o el de los experimentos sociales de vanguardia (matrimonio igualitario, nueva política hacia el cannabis, etcétera). Las referencias, rápidamente, van cambiando de tono. Ya empezamos a ser un caso más en la lista de democracias con problemas de corrupción. Los analistas internacionales comienzan a referirse a todo esto. Según Carlos Malamud, Sendic es otro “vicepresidente en apuros”, que no quiere renunciar a su cargo pese a haber perdido el apoyo del presidente Tabaré Vázquez y a estar acusado de corrupción (1).

La crisis es muy grave. Es, sin lugar a dudas, la coyuntura más difícil para el FA desde el inicio de la era progresista. Es, probablemente, el peor momento de la democracia uruguaya desde su restauración en 1985. Hasta ahora se han manejado dos alternativas polares. Algunos actores, dentro y fuera del FA, reclaman la renuncia de Sendic. Tienen excelentes razones para hacerlo. Sostienen que, dando este paso, se ayudaría a sí mismo, a su partido y a su país. Otros, los más cercanos al vicepresidente, insisten en esperar el fallo de la Justicia. Sospechan de la imparcialidad del fallo del TCP. Consideran que Sendic puede ser usado como “chivo expiatorio” de una gestión de gobierno que genera más críticas que aprobación. Algo de esto también hay.

Ninguna de estas dos opciones parece viable. La segunda es directamente insostenible: Sendic no puede seguir ejerciendo el cargo para el que fue electo. Pero la primera enfrenta un obstáculo decisivo: el vicepresidente se ha negado sistemáticamente a renunciar. Existe un camino intermedio. Sendic podría pedir licencia en su cargo hasta que se pronuncie la Justicia. Es una salida. Desde luego, no es perfecta. No hay una solución ideal en un caso con tantas dimensiones relevantes como este. El pedido de licencia podría ser el mejor punto de equilibrio entre la posición asumida por el directamente implicado (con el respaldo de sus más leales) y la presión de la mayoría de su partido (y de la opinión pública: según la medición de Equipos Mori, 62% de los uruguayos piensa que el vicepresidente debe renunciar).

En todo caso, la crisis es terminal. El statu quo es insostenible. El vicepresidente deberá elegir entre pedir licencia o renunciar. No puede seguir aferrado a una ilusión y negando sus propios y gravísimos errores éticos y políticos.

(1) Ver: Dos vicepresidentes en apuros

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)