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11.10.17

Cuba: estadísticas y realidad

Cada cuestionamiento que se le hace al régimen castrista en materia de derechos humanos es justificado por las buenas estadísticas que presenta en ciertas áreas, como la escolarización, la mortalidad infantil, la esperanza de vida al nacer, o la calidad de su medicina. El costo del desarrollo parecería ser la libertad. Sin embargo, ¿son reales dichas estadísticas?
Por Bruno J. Zacconi

La paradisíaca isla de Cuba ha sido utilizada por la izquierda latinoamericana para demostrar que un régimen comunista puede ser capaz de mejorar sustancialmente la calidad de vida de sus habitantes.

Como es sabido, los derechos humanos en Cuba se ven diariamente amedrentados. Sin embargo, cada cuestionamiento que se le hace al régimen castrista es justificado por las buenas estadísticas que presenta en ciertas áreas, como la escolarización, la mortalidad infantil, la esperanza de vida al nacer, o la calidad de su medicina. El costo del desarrollo parecería ser la libertad.

Por tal motivo, aquí se pretende iluminar el empleo de estas estadísticas en favor de la dictadura que desde hace más de cincuenta años somete a un pueblo entero.

Los indicadores, que han parecido incuestionables durante décadas, actualmente son puestos en tela de juicio. Este camino comenzó en el año 2010 cuando el Programa de las Naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD) hizo notar que Cuba mide su Producto Bruto Interno de manera diferente a la de otros Estados. Se listó a la isla junto a países y territorios cuyas estadísticas no son contrastables y entre los que casualmente encontramos aquellos donde se violan sistemáticamente los derechos humanos, como lo son Eritrea, Somalia y Corea del Norte. Esta misma agencia es la que publica anualmente un Informe del Desarrollo Humano, por lo que el mito del alto IDH de Cuba se derrumbaría sin más, debido a que una distorsión en alza de la medición del Producto Bruto Interno provocaría un ascenso en el Índice de Desarrollo Humano.

La escolarización del cien por ciento de los niños ha sido uno de los puntos más emblemáticos de la revolución cubana y con grandes éxitos reconocidos, entre otros, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (UNESCO). Quizás a simple vista uno podría imaginarse las bondades que esto conlleva, pero sin embargo es sabido que el régimen de la isla utiliza el sistema educativo como una forma de adoctrinamiento extremo fomentando fanatismos y odios. Este adoctrinamiento esta expresado en el artículo 39 de la Constitución Cubana. Según Ricardo Rojas, en su libro Los derechos fundamentales y el orden jurídico e institucional de Cuba: “(…) la educación general, pública y gratuita que el régimen invoca como uno de sus máximo logros en pos del bienestar del pueblo cubano, en realidad constituye uno de los pilares fundamentales del sistema que permite el control social y la opresión de los ciudadanos de Cuba”  (Ricardo Manuel Rojas, 2005, p. 189).

Es de importancia resaltar que la educación cubana tiene una mirada sesgada sobre la enseñanza que es acompañada por la censura de material y producciones que no sean favorables a la revolución castrista. Tal es la prohibición que se han formado bibliotecas independientes que difunden publicaciones más allá de las aprobadas por el régimen.

Asimismo, el tan reconocido nivel educativo cubano ha decaído en los últimos 25 años debido a que, según un reporte de la BBC Mundo hay “… un éxodo de profesionales de la educación a otras ramas con mejores salarios…”

La gran inversión en los primeros años de vida de los habitantes de la isla que realiza el Estado cubano, a lo que se debe agregar su descenso desde la asunción a la primera magistratura de Raúl Castro en el año 2008, se refleja en las bajas tasas de mortalidad infantil. No obstante, un investigador de la Universidad de Carolina del Norte concluyó en un informe que el número de muertos podría ser casi el doble y hasta el triple de las cifras oficiales.

La tasa oficial de mortalidad infantil cubana en el 2014 fue de 4.2 por cada mil nacidos vivos. Pero al contrastar los datos en su investigación, descripta en un artículo del periódico New Herald, Roberto M. González - investigador cubano refugiado en EE.UU - encontró una discrepancia anormal entre las cifras de mortalidad fetal y la de mortalidad neonatal, siendo la primera definida como la muerte de un feto dentro del útero con un peso mayor de quinientos gramos y/o con un desarrollo gestacional mayor a veintidós semanas, y la segunda como la mortalidad de los nacidos antes de alcanzar los veintiocho días de edad.

La diferencia entre los dos indicadores es inusual, pues en los países con bajas tasas de un tipo también exhiben niveles parecidos de la otra, mientras que en la isla la explicación más probable es que existe “un subregistro sustancial” en las cifras debido a una clasificación incorrecta de las muertes de recién nacidos como muertes ocurridas en las últimas semanas de la gestación o durante el parto. También Tassie Katherine Hirschfeld -profesora de la Universidad de Oklahoma- en el mismo artículo citado anteriormente, agrega como posible causa el aborto tardío en casos de embarazos de “alto riesgo” como un probable método para mantener la tasa de mortalidad infantil baja. Todo esto implicaría que: si bien la tasa de mortalidad infantil ajustada se ubicaría con valores cercanos a los de Chile y Costa Rica, es decir cercano a los 10 niños muertos cada mil nacidos vivos, la cual no sería equivalente a la de países desarrollados y duplicaría entonces la tasa oficial.

Es menester aclarar que, tanto la Organización Mundial de la Salud como la Organización Panamericana de la Salud, suelen utilizar los datos aportados por los propios gobiernos de los estados, por lo que estos números podrían estar manipulados por el régimen para mantener su reputación internacional.

Otro punto que es reivindicado por quienes se autodenominan progresistas latinoamericanos, sobre las políticas de Estado que lleva adelante el gobierno cubano, es el libre acceso al aborto que existe en la isla desde su despenalización en 1965. Según la legislación vigente en el país caribeño, hasta las diez semanas de embarazo no se requiere ninguna razón para optar por esa alternativa.

A criterio de la psicóloga Mayra Rodríguez, subdirectora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), en un artículo de BBC mundo, el aborto es “un logro social que no se puede perder”. Sin embargo, esta profesional estaría olvidando que según las estadísticas del país, las que resultan creíbles debido a que el aborto no presenta ninguna carga negativa en lo penal como en lo moral, los adolescentes y jóvenes adultos estarían utilizando este método como alternativa a los distintos mecanismos anticonceptivos, poniendo así en riesgo la salud de las mujeres que lo practican. Alrededor del setenta y seis por ciento de jóvenes de entre quince y diecinueve años han decidido interrumpir al menos un embarazo, lo que eleva la tasa general fuertemente, siendo de treinta prácticas cada mil embarazos.

La utilización de la interrupción del embarazo, como opción anticonceptiva, se produce por la ausencia de los diversos métodos posibles de evitar los embarazos. Los dispositivos intrauterinos, pastillas y hasta los condones son muy difíciles de encontrar en las farmacias y hospitales cubanos: existen y desaparecen de manera intermitente.

En palabras del médico cubano Miguel Sosa, presidente de la Sociedad Científica Cubana para el Desarrollo de la Familia (SOCUDEF), en una entrevista realizada por la BBC, más de la mitad de los casos de infertilidad desde el año 2009, tenían como causa las secuelas de uno o más abortos. La legalidad de la interrupción del embarazo sería, según  lo expresado por la médica cubana Grazie Pozo Christie radicada en Miami en un artículo del The Huffington Post, la principal forma del régimen de controlar la natalidad, dando como resultado la población más envejecida de América Latina. Lo que sería un beneficio, traería grandes problemas.

Sin embargo, se debe decir que la situación de pobreza endémica de vivienda, empleo mal retribuido -con un salario promedio de treinta dólares-, angustia para resolver la alimentación diaria, y falta de perspectiva de mejoramiento económico de más del 90% de la población, desestimula el crecimiento demográfico.

Según datos surgidos de un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la cual es dependiente de la Organización de las Naciones Unidas, la tasa de crecimiento poblacional proyectada para el período 2015-2020 para toda la región es de 10 por cada mil habitante, la isla tiene una proyección de crecimiento de -0,3, siendo esta la más baja de toda Latinoamérica.

Por último, pero no menos importante, es necesario contrastar estos indicadores con las estadísticas de suicidio que se obtienen del informe “Mortalidad por suicidio en las Américas”, citado por el portal de noticias Infobae, donde se muestra que la isla presenta el mayor índice en América, quitándose la vida 16,3 personas por cada cien mil habitantes. Esta alta tasa, que duplica los 7,3 por cada cien mil habitantes en promedio de América, es tomada por psicólogos expertos como una señal de la opresión en la que viven los cubanos y comparan estos números con los altos índices que presentaba la Unión Soviética antes de su caída.

En conclusión, los datos con los que se intenta justificar en Cuba la falta de libertad cubana y el mantenimiento por más de cincuenta años de una misma familia en el poder de forma dictatorial, serían un elemento más en la construcción de un ideal inexistente.