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03.01.18

Los límites del pragmatismo

Kuczynski actuó más como el banquero de inversión que es que como el hombre de estado que tanta falta hace en América Latina, negociando una salida pragmática para solucionar un problema de vida o muerte política. Si bien el caso peruano es extremo, el contraproducente pragmatismo negociador de Kuczynski es un llamado de atención para la región, donde los hombres de negocios se han convertido en líderes políticos.
Por Raúl Ferro

La operación del presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski para abortar su inminente destitución por parte del Congreso en diciembre pasado ha puesto de relieve los límites políticos del pragmatismo. Para impedir la aprobación de la declaración de vacancia de la Presidencia de la República por incapacidad moral en el Congreso –una acusación, por lo demás, que por su parte poco tenía de moral ya que se trató de una burda maniobra urdida por la bancada mayoritaria fujimorista, con la anuencia del Apra— Kuczynski logró que un grupo de congresistas liderados por el hijo predilecto del dictador Alberto Fujimori se abstuviera en la votación, dejando la acusación sin el número de votos necesarios para aprobar su destitución.

El precio que pagó por el favor, sin embargo, fue muy alto: indultar a Fujimori el día de navidad, traicionando las promesas que formuló para captar los votos que le dieron el triunfo por muy estrecho margen en las presidenciales del 2016 frente a la hija de Fujimori, Keiko.

Kuczynski actuó más como el banquero de inversión que es que como el hombre de estado que tanta falta hace en América Latina, negociando una salida pragmática para solucionar un problema de vida o muerte política. Fue una negociación por lo bajo, abusando de las áreas grises de la legislación que regula los indultos. Como estrategia, sería cuestionable incluso si se hubiera tratado de un asunto de negocios y no de política.

De todas formas, la operación de Kuczynski fue un fracaso. Salvó la presidencia, pero perdió el poder político y –ahora sí—todo resto de autoridad moral.

Cuando Kuczynski fue elegido en el 2016, comentamos en estas columnas de Análisis Latino las debilidades del nuevo presidente. Precisamente su perfil de banquero insinuaba que como presidente podría ser un buen administrador, pero no tenía ni el carácter personal ni la densidad política para proponer un proyecto de Estado que pudiera sacar al Perú de su endémica debilidad institucional y encarrilar hacia el futuro el notable éxito económico que ha vivido el país en los últimos 25 años. Desafortunadamente el tiempo ha dado la razón a nuestro análisis: los acontecimientos de diciembre confirmaron que Kuczynski no estaba a la altura de lo que el país requería. Kuczynski no era un novato en política –fue ministro en varias ocasiones, con un primer cargo como ministro de minería a principios de los 80--, pero es más un hombre de negocios que un líder político transformador.

Si bien el caso peruano es extremo, el contraproducente pragmatismo negociador de Kuczynski es un llamado de atención para la región, donde los hombres de negocios se han convertido en líderes políticos. Mauricio Macri en Argentina y Sebastián Piñera en Chile son buenos ejemplos de ello. La mirada tecnocrática y el pragmatismo que aportan al combinar ambos mundos –el de la gestión y el de la política-- es saludable para las democracias latinoamericanas. Pero, como demostró Kuczynski, ese pragmatismo debe tener límites.

Tanto Macri como Piñera enfrentan situaciones políticas muy difíciles, con demandas ciudadanas complejas, marcos institucionales débiles o inadecuados –especialmente en Argentina—y con amplios sectores de la sociedad fácilmente manipulables desde las redes sociales y el discurso facilista. Esto, en un marco de transformación profunda de los sistemas económicos y sociales que son igualmente inciertos tanto para los ciudadanos como para los políticos.

El pragmatismo y la capacidad de negociación son bienvenidos. Con sus avances y retrocesos, Macri ha demostrado habilidad en ese sentido para ganar gobernabilidad y llevar adelante en la medida de lo posible su agenda transformadora. Piñera, en Chile, ha prometido rescatar la política del consenso abandonada durante la segunda presidencia de Michelle Bachelet. Pero deben mantener en mente el fiasco de Kuczynski. El pragmatismo tiene límites.

Raúl Ferro es director de Industry Exchange LLC. Fue director editorial de AméricaEconomía y director de análisis de BNamericas. Es miembro del Consejo Consultivo del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).