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01.01.18

Cuba: la deshonestidad intelectual y la represión política (I)

(Cubaencuentro) El gobierno cubano es profundamente antioccidental en sus valores y en su práctica política, por eso siempre acusa a Naciones Unidas y a la Unión Europea de “politizar” los derechos humanos y cae en estado de negación sobre las violaciones de todos los derechos humanos en Cuba como lo haría la dictadura de Pinochet o la de Videla.
Por Marlene Azor Hernández

(Cubaencuentro) La represión a la información, al conocimiento y a la libertad de expresión impactan en un embrutecimiento sistemático de la población y en la mordaza de las ciencias sociales en Cuba.

Voy a entender por epistemología, las maneras en que se genera y valida el conocimiento en las ciencias sociales, pero también en el sentido de lo que es posible conocer y lo que no es posible conocer. En el caso de Cuba la delimitación de lo que es posible conocer y lo que no es posible conocer, lo posible a investigar y lo prohibido, viene determinado por la imposición del departamento ideológico del partido único: el Partido Comunista de Cuba (PCC).

Primera represión epistemológica: ocultar la realidad nacional

En la opinión pública, el monopolio partidario de los medios de difusión masiva, no permite las opiniones y reportajes que los periodistas puedan hacer sobre la realidad nacional. Esta es la primera represión: las políticas públicas del Gobierno no pueden ser analizadas, la vida cotidiana tampoco, la percepción ciudadana como usuaria de los servicios públicos tampoco, los reportajes sobre los graves problemas acumulados del país no son posibles, la violación de los derechos humanos tampoco, la ausencia de rendición de cuentas de las instituciones públicas: funcionarios del partido, funcionarios administrativos, diputados del parlamento, en fin, la institucionalidad gubernamental, estatal y partidaria no rinde cuentas y toda información posible está filtrada por los criterios de “la realidad” que maneja el departamento ideológico del PCC.

Los periodistas oficiales, es decir los que son empleados por los órganos de difusión masiva: televisión, radio y prensa escrita y digital son obligados a atenuar la realidad de la sociedad al grado en que el ciudadano no se entera de su país y vive en permanente esquizofrenia entre los medios de comunicación y su situación vital. Un joven periodista de un medio digital alternativo señalaba que, si alguien lee la prensa de Cuba actual, 30 años después, no tendrá ninguna información sobre el país. Lo grave del asunto es que aquellos periodistas que se rebelen a esta represión informativa pierden su puesto de trabajo y son intimidados, amenazados y monitoreados por la policía política que puede fabricar un delito común e imponerlo para llevarlo a la cárcel. Es decir, salirse de los límites que dicta el departamento ideológico del partido lleva represalias de tipo económico, ostracismo social, represión política y un asesinato de reputación, y/o el exilio.

Al respecto el profesor de Derecho de la Universidad de la Habana, Julio Antonio Fernández Estrada en una entrevista de 2015, un año antes de su expulsión, señalaba:

Hoy todavía somos víctimas de los prejuicios sobre los Derechos Humanos y sobre el concepto de políticas públicas. Hay que perder esos prejuicios para aspirar a tener un Estado de Derecho. Si en el 2015 no podemos hablar en los medios de comunicación estatales sobre los Derechos Humanos, mi temor es que esos derechos no aparezcan tampoco en la nueva Constitución”, que presuntamente se prepara a puertas cerradas.[1]

Luego entonces primera conclusión, el monopolio estatal de los medios de difusión masiva impiden la opinión pública real tanto en Cuba como en Venezuela y eliminan la posibilidad de cualquier tipo de democracia. Primera lección de la experiencia cubana y venezolana para los “experimentos” actuales y futuros de democracia latinoamericana. Sin libertad de expresión y opinión pública libre no existe ningún tipo de democracia, ni siquiera la democracia participativa por la que aboga la izquierda latinoamericana.

Segunda represión epistemológica: el pensamiento único de la historia oficial

La segunda represión epistemológica del discurso oficial cubano es dictaminar una historia oficial. Todos los historiadores que viven en Cuba están obligados a referirse a la República antes de 1959, como una seudo república porque sólo la Revolución de 1959 instaura una república. A partir de este núcleo duro, todas las corrientes ideológicas que participaron en las luchas de independencia nacional contra el colonialismo español y todos los mártires de las revoluciones del 33 y del 59, los líderes sindicales y sus demandas antes de esa fecha, la sociedad civil de la república desde 1902 a 1959, aparecen o desaparecen por arte de magia en la historiografía de la Isla y si no se puede estirar el pensamiento de los líderes hasta el “socialismo”, aparecen en los libros de historia como “enemigos” del pueblo y/o desaparecen de la historia nacional.

Nada de la institucionalidad democrática, las elecciones, la sociedad civil las constituciones antes de 1959, son viables o rescatables salvo los momentos insurreccionales y estos con una selección de “amigos y enemigos” del pueblo en un clásico pensamiento fascista dicotómico.

La tercera represión epistemológica: la ausencia de información y datos oficiales para la información ciudadana y la investigación social

La Oficina Nacional de Estadísticas e información, por sus siglas ONEI, no publica los indicadores de pobreza y desigualdad en el país desde hace más de 20 años. No publica el salario mínimo, el costo de la canasta básica nacional, manipula el PIB y el ingreso per cápita con parámetros al margen de los indicadores internacionales, no existe información pública sobre la parte del presupuesto que se dedica a financiar las organizaciones de “masa” representadas en el Consejo de Estado, máximo órgano estatal, y que se utilizan para encuadrar y reprimir a la población desde el punto de vista político. No son confiables los bajos presupuestos que informa sobre el gasto del erario público de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, porque ambos organismos gestionan entre el 62 % y 71 % de la actividad económica del país, bajo el opaco conglomerado del Consorcio GAESA, una compañía que se pretende estatal pero no rinde cuentas ni al parlamento. No existen datos sobre la discriminación racial en el país, sobre la violencia de género, sobre los arrestos arbitrarios contra discrepantes de cualquier tipo y opositores, los abusos de poder de las autoridades públicas y militares.

La falta de rendición de cuentas y la opacidad informativa es una política expresa para volver inasible la realidad e impedir la evaluación sobre el gobierno y sobre sus políticas públicas. También para ocultar la represión sistemática contra la población desarmada de información y de instituciones civiles y políticas que la respalden.

Esta es una lección a aprender por los presentes y futuros “experimentos” humanistas latinoamericanos. Sin transparencia informativa e institucional los “experimentos” conducen a la dictadura y al embrutecimiento y desarme ciudadano.

Cuarta represión epistemológica: sólo el capitalismo es criticable

La producción intelectual para analizar y criticar el capitalismo mundial, tiene luz verde desde el departamento ideológico del PCC. Mejor, si lo hace sobre los políticos y el Gobierno de EEUU. En el capitalismo mundial no hay nada rescatable para cualquier “experimento socialista”. La propiedad privada y el mercado siguen siendo “los enemigos” del socialismo. La institucionalidad del Estado de Derecho y sus funciones bien autónomas y delimitadas, la pluralidad de partidos políticos, la libertad sindical, el derecho a huelga, la libertad de expresión y prensa, reunión, asociación y manifestación pacífica y el resto de los derechos humanos, son falacias del capitalismo central y periférico que manipulan políticamente a sus pueblos.

El gobierno cubano es profundamente antioccidental en sus valores y en su práctica política, por eso siempre acusa a Naciones Unidas y a la Unión Europea de “politizar” los derechos humanos y cae en estado de negación sobre las violaciones de todos los derechos humanos en Cuba como lo haría la dictadura de Pinochet o la de Videla.

Cuarta lección a aprender de la experiencia cubana y venezolana: la prohibición de criticar la realidad social en sus partes y como sistema económico y político en su totalidad conducen a la dictadura, al embrutecimiento de la población y al desarme ciudadano.

En los próximos artículos comentaré otras represiones gnoseológicas y políticas del discurso oficial cubano y su impacto en la opinión pública y las ciencias sociales cubanas.


[1] José Jasán Nieves “Andar (con) derechos la ruta del Cambio” en Oncuba.com, 25 de mayo de 2015.

Fuente: Cubaencuentro