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21.02.18

El Papa vs. Macri: ¿un choque entre antigua y nueva religiosidad?

(La Capital/Rosario) Allá por 2012 el entonces alcalde de Buenos Aires Mauricio Macri auspició oficiosamente un masivo acto religioso de tono hinduista. El desprecio de los religiosos tradicionales por las nueva tendencias no puede ser mayor.
Por Pablo Díaz de Brito

(La Capital/Rosario) El distanciamiento inocultable entre el Papa Bergoglio y el presidente Macri se explica generalmente a partir del eje peronismo católico-antiperonismo liberal (la tesis de Juan José Sebreli y Loris Zanatta). Pero se pueden sumar razones dentro del terreno propiamente religioso. Un asunto que no choca con el anterior, sino que lo complementa, o lo desborda.

Allá por 2012 el entonces alcalde de Buenos Aires Mauricio Macri auspició oficiosamente un masivo acto religioso de tono hinduista. Fue la "meditación colectiva" del gurú indio Ravi Shankar. Vino después el acto "pagano" en la Quebrada de Humahuaca en diciembre de 2015. Se cree que Macri practica este tipo de creencias, despectivamente englobadas como "New Age". Se trata de una mezcla, ligera y multiforme, siempre abierta a novedades, en la que se suman elementos budistas, hinduistas y del Tao de Lao Tsé entre otras fuentes y, como práctica corporal, el yoga. Un panteísmo ecologista suele sumarse al menú. La lista varía mucho según la persona, dado el carácter abierto y no institucionalizado de estas creencias.

El desprecio de los religiosos tradicionales por esta nueva tendencia no puede ser mayor. Una irritación explicable: esta nueva religiosidad les está "comiendo" buena parte de su base de creyentes. En el caso de la Iglesia católica, mientras ha perdido seguidores entre los sectores populares a manos de las iglesias evangelistas, la clase media urbana, que es su último bastión, se vuelca o por un agnosticismo indiferente o por este nuevo espiritualismo, conformado con lecturas de gurúes, divulgaciones del budismo e hinduismo y un vasto etcétera de textos, fuentes y autores.

Desde el monoteísmo se tacha de "falsa espiritualidad" a esta nueva religiosidad sin iglesias ni dogmas. A diferencia de las iglesias históricas, que tienen un corpus dogmático solo revisable por sus propios clérigos y laicos calificados, en estas nuevas creencias todos aportan lo suyo, cada individuo tiene su punto de vista y retira de la góndola de creencias aquello que considera mejor para él. Un poco de Tao, otro de Buda, una porción de cosmología hinduista, y así. Hasta el dios cristiano y su hijo pueden tener su lugar: bienvenidos sean, pero son uno más en el coro. No hay tampoco "apostasía", porque nadie se hace hinduista o budista, sino simpatizante de sus doctrinas. El fracaso del movimiento Hare Krishna es claro al respecto. Surgidas al calor de los años 60, con antecedentes en el orientalismo de minorías cultas, las nuevas religiones van instalándose en una sociedad muy secularizada, entre esa clase media urbana que ha dejado vacías las iglesias católicas.

El fondo de la cuestión es que ya muy pocos aceptan someterse a una religión dogmática e institucionalizada como las monoteístas. El monoteísmo resulta hoy particularmente antipático: su Dios único es un padre autoritario. Su bondad solo asoma después de la sumisión, de la humillación, del pedido de perdón del pecador. Es cierto: el cristianismo ha tratado de actualizar esa mala imagen. El islam, impermeable a toda modernización de costumbres y valores, sigue impertérrito enseñando la sumisión absoluta a un Dios tiránico y cruel.

Otro aspecto decisivo es la sexofobia anacrónica del monoteísmo. El desprecio por el cuerpo y la sexualidad, que se viven culposamente toda la vida. A la sexualidad se la reprime sin más en el caso de los clérigos católicos. Pero como es una pulsión y una estructura biológica, vuelve de la peor manera. De ahí el sistemático escándalo de la pedofilia de sotana. En contraste, el nuevo religioso vive su sexualidad como casi todos en Occidente: sin mayores complejos ni culpas. El goce ya no se reprime, más bien se busca.

El cristianismo tiene una figura que todo lo dice sobre la minoridad permanente a la que se somete al fiel: la parábola de la oveja perdida y del buen pastor. Ocurre que reducir a la persona a una oveja obediente en su rebaño no es una metáfora afortunada en los tiempos que corren. El "new age" es en cambio un individuo soberano: escucha a sus gurúes de cabecera, lee sus libros, pero esos maestros pueden siempre desecharse o relativizarse. Este planteo elástico de la nueva religiosidad avisa a las antiguas religiones monoteístas que les puede estar llegando el fin de su tiempo histórico. Como se ve, el asunto de fondo va muchísimo más allá del anecdótico y provincial tema del peronismo del Papa Francisco.

Fuente: La Capital (Rosario, Argentina)