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07.03.18

Satisfacción simbólica recargada

(7 Miradas) Volvemos a insistir con un concepto central: en momentos de crisis, los gobiernos empiezan a construir sus relatos, más o menos épicos, pero relatos al fin. Sobre todo si además Guillermo Moreno se está convirtiendo en una política de Estado.
Por Carlos Fara

(7 Miradas) ¿El presidente leyó nuestra columna de la semana pasada????Jaja, seguro que no. Pero lo cierto es que el discurso del 1ro. de marzo y algunas cuestiones posteriores no hicieron más que consolidar la tesis central de nuestra nota previa: frente a una serie de dificultades de contexto socioeconómico y políticas, no sencillas de manejar, atenuar o resolver, el gobierno se ha orientado hacia los “sixties”, issues que convocan adhesión de la opinión pública en un 60 % (por poner el parámetro que Morris le indicaba a Clinton). A eso llamamos dar “satisfacción simbólica”.

La queja de la oposición frente a un discurso que consideraron light tiene sentido: Macri debería haberse referido con más énfasis a serios problemas productivos y sociales que tiene la Argentina. Sin embargo, el contrargumento lógico es “¿y pa´ que meterse en camisa de once varas, si no es mucho lo que podemos ganar hablando de cosas que llevarán mucho tiempo resolver?”. De ahí que hayan surgido algunas expresiones polémicas como “crecimiento invisible” (que no es más ni menos lo que muchos opositores hacían referencia el año pasado como “crecimiento estadístico”, esto es, existe en los papeles, pero la calle no lo siente).

Lo cierto es que volvió a aparecer el Macri posmoderno, el de las pequeñas historias cotidianas que algo le pueden cambiar la vida a la gente. O, como dijo Clinton en sus memorias, la política “debe dar a la gente la posibilidad de mejorar su historia”.

Hagamos un repaso rápido de ese discurso: abrió el debate sobre el aborto, se refirió a la igualdad salario entre hombres y mujeres, planteó la extensión de la licencia por paternidad, de la obesidad infantil, y de transformar al viejo Campo de Mayo en un parque para la gente, en el marco de un llamado al diálogo (que ya es un mantra).

Sin embargo, a las pocas horas el ministro de la producción tildó de “llorones” a los empresarios (¿se habrá tentado con el recuerdo de Alfonsín calificando al ex líder sindical Saúl Ubaldini como “mantequita y llorón”), y los mandó a invertir. Luego el presidente felicitó a Cabrera casi deseando tener un Guillermo Moreno, y para no dejar de seguir mostrando los colmillos, está tratando de poner en caja a los laboratorios farmacéuticos con los precios de los medicamentos que adquiere el PAMI.

Nada de todo esto es casual. Son mensajes a varias bandas: “No se engañen!” …

  1. Miren que yo también puede ser progre – feminista.
  2. No solo los sindicalistas van a recibir lo suyo. Los empresarios también (o ¿de dónde sacaron que este era un gobierno para ricos?).
  3. Una cosa es llamar al diálogo y otra hacer el papel demócrata débil (yo no quiero ser Illia).
  4. Acá ahora hay que salir a mostrar los dientes con el poder fáctico! Sigan el ejemplo de Pancho (Cabrera).

Dicho todo esto, volvemos a insistir con un concepto central: en momentos de crisis, los gobiernos empiezan a construir sus relatos, más o menos épicos, pero relatos al fin. Sobre todo si además Guillermo Moreno se está convirtiendo en una política de Estado.

Fuente: 7 Miradas (Buenos Aires, Argentina)