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25.05.18

Feminismo mejor que gratuidad

(El Líbero) El movimiento estudiantil de 2018 ha convertido al machismo en su enemigo. Ya que el gobierno de derecha comparte el objetivo de ampliar las libertades individuales, este año no se siente atacado por los jóvenes.
Por Patricio Navia

(El Líbero) El gobierno del Presidente Piñera debería sentirse agradecido de que las movilizaciones estudiantiles de 2018 sean más sobre temas de feminismo e igualdad de género que sobre demandas que son mucho más complejas de abordar para Chile Vamos, como la gratuidad universitaria o el fin al lucro en la educación.

Después de que las protestas estudiantiles de 2011 generaran una profunda crisis en el primer gobierno de Piñera, un temor que existía en su segunda administración era la forma en que el movimiento intentaría avanzar su agenda. Como Piñera se había declarado en contra de expandir la gratuidad en universidades y, en cambio, optó por ampliarla a institutos profesionales y centros de formación técnica, había buenas razones para creer que las protestas se volverían a focalizar en la gratuidad en la educación. Además, como el gobierno tiene que promulgar los estatutos que regirán a todas las universidades —las estatales, las privadas del CRUCH, las privadas fuera del CRUCH que se sumen a la gratuidad y las privadas que quedan fuera de la gratuidad—, el debate sobre las reglas que regirán a la educación superior abría un espacio complejo que fácilmente podía convertirse en tema central de las demandas estudiantiles.

Como si el punto de partida no fuera suficientemente complejo para el gobierno de Piñera, la sentencia del Tribunal Constitucional que declaró inconstitucional prohibir a empresas con fines de lucro ser propietarias de instituciones educacionales sin fines de lucro pareció ser la chispa que iba a encender la mecha de movilizaciones estudiantiles.

Pero como si La Moneda se hubiera sacado la lotería en el tema central de las movilizaciones en 2018, las demandas feministas se tomaron la agenda de las protestas estudiantiles. Varios casos de acoso y abuso de profesores y autoridades hacia estudiantes mujeres en algunas instituciones de educación superior provocaron movilizaciones. En pocas semanas, la temporada de paros de 2018 se definió a partir de la demanda por una educación no sexista.

El gobierno no podría estar más satisfecho. Por un lado, si el adversario en la demanda por gratuidad y contra el lucro era la administración de Piñera que se oponía a la gratuidad y defendía el lucro, el adversario en la demanda por una educación no sexista es más difuso. De partida, el símbolo del acoso de profesores a estudiantes es un académico constitucionalista históricamente ligado a la centroizquierda. Como los espacios académicos tienen más profesores de izquierda que de derecha, la campaña para denunciar a profesores acosadores probablemente golpeará más a la elite de ese sector. Nada mejor para un gobierno de derecha que el movimiento estudiantil vaya por tótems de la izquierda que abusan de su posición de poder, que por empresarios de derecha que lucran con la educación o políticos derechistas que se oponen a la gratuidad.

De hecho, aunque le tomó unos días reaccionar, el gobierno de Piñera se ha subido a la ola de las movilizaciones estudiantiles realizando una serie de propuestas que responden a varias de las populares demandas del movimiento. Tanto así, que la propia ministra de la Mujer, Isabel Plá, se ha convertido en una aliada del movimiento. Esto contrasta con las marchas de 2011, cuando los manifestantes pedían la cabeza del ministro de Educación. Ahora, incluso los líderes más radicales del movimiento deben reconocer que el gobierno ha tomado cartas en el asunto. Aunque esos líderes de todos modos critican que el Ejecutivo no ha hecho lo suficiente, Piñera se siente más cómodo hablando —e incluso tomando las banderas— de la equidad de género que sobre la educación como un derecho social y no un bien de consumo.

El movimiento estudiantil de 2018 ha convertido al machismo en su enemigo. Ya que el gobierno de derecha comparte el objetivo de ampliar las libertades individuales, este año no se siente atacado por los jóvenes. Es más, como el movimiento estudiantil desnuda un conflicto al interior de la izquierda entre los que quieren defender el fin del machismo y los que se sienten tentados a defender sus espacios históricos de poder e influencia, la derecha goza al ver cómo las protestas generan tensiones al interior de la propia izquierda.

Desde que llegó al poder, el gobierno de Piñera temía que el movimiento estudiantil se convirtiera nuevamente en un dolor de cabeza. Aunque todavía quedan tres temporadas de protestas en lo que queda de mandato, por lo que es demasiado temprano para cantar victoria, La Moneda puede respirar tranquila por el momento, en tanto el movimiento de 2018 encontró un adversario lo suficientemente amplio y difuso como para que el gobierno pudiera apropiarse de las demandas y, en vez de sentirse amenazado, convertirlas en una oportunidad para mostrar liderazgo y ponerse del lado popular de la trinchera.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)