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10.10.18

Lecciones para Chile de la elección en Brasil

(El Líbero) La imperiosa necesidad de implementar reformas que pongan a Brasil de regreso en el sendero del crecimiento se verá obstaculizada por un congreso electo con un sistema de representación proporcional demasiado permisivo, que hace casi imposible construir mayorías legislativas en torno al gobierno.
Por Patricio Navia

(El Líbero) La gran lección que nos debe dejar la elección en Brasil es el efecto dañino de un sistema electoral proporcional que hará muy difícil que el próximo presidente logre construir las mayorías legislativas necesarias para impulsar su agenda. La noche del domingo, la atención se centró en la enorme ventaja que le sacó Jair Bolsonaro (46%) a su más cercano rival, Fernando Haddad (29.3%), el candidato del PT de Lula. Haddad necesitará sumar el apoyo de casi todos los votantes que optaron por candidatos alternativos de izquierda y de centro. Bolsonaro, en cambio, solo necesita sumar a parte de los votantes que optaron por candidatos alternativos de derecha y centro. Es más, considerando que, en elecciones pasadas, la participación en segunda vuelta siempre cayó, Bolsonaro se beneficia incluso si los votantes que optaron por candidatos alternativos deciden sumarse a ese 25% de abstencionistas que desafió la obligatoriedad de la elección y se quedó en casa el día de los comicios. 

La comprensible atención que despertó la alta votación de Bolsonaro llevó a mucha gente a ignorar los preocupantes resultados que se produjeron en la elección legislativa. Los 513 escaños de la Cámara de Diputados se repartirán entre 30 partidos. El partido con más escaños será el PT de Lula, con 56. El derechista Partido Social Liberal de Bolsonaro tendrá 52 escaños. En el Senado, la fragmentación también será alta. De los 81 escaños, el partido más grande, el PMDB del presidente saliente Michel Temer solo tendrá 11. Para poder avanzar su agenda legislativa, el próximo presidente deberá ser capaz de construir mayoría.

Es verdad que, si se analiza la ideología de los partidos representados, hay más legisladores de derecha que de izquierda. Pero los dos principales partidos tradicionales de derecha —el PSDB y el PMDB— también fueron duramente castigados por el electorado. Junto al PT, los partidos políticos más poderosos vieron caer fuertemente su presencia legislativa. El próximo Congreso estará altamente fragmentado, con muchos legisladores de partidos tradicionalmente menores que, refugiándose en torno a la figura de Bolsonaro, mejoraron su representación. Pero esos partidos no son necesariamente leales a los postulados de libre mercado plasmados en el programa de Bolsonaro —producto de la influencia de Paulo Guedes, su asesor Chicago Boy. Esos legisladores ganaron con un discurso fuertemente anti-establishment y anti PT. Eso los une.

El contingente de legisladores anti-PT tiene mucho menos concordancia respecto a qué debe hacer Brasil para salir de la crisis. Unos pocos favorecen políticas de libre mercado, privatización y competencia. La mayoría, no obstante, parece más bien interesados en combatir la delincuencia (lo que implica aumentar el gasto público), proteger grupos de interés favorecidos por la anacrónica legislación brasileña, y defender un sistema de pensiones estatales que favorece a una minoría de la población. Como esos legisladores no le deben lealtad a Bolsonaro —y mucho menos a Haddad— su comportamiento será el de un mercenario que vende su voto al mejor postor. Si el presidente es popular, esos legisladores lo apoyarán. Pero si la popularidad del presidente cae, esos legisladores serán los primeros en distanciarse del gobierno. Es más, si el presidente promueve reformas necesarias pero dolorosas, esos legisladores también lo pensarán dos veces antes de darle su apoyo. 

La historia de Brasil desde los 90 —bajo los gobiernos de Cardoso, Lula, Dilma y Temer— ha estado marcada por escándalos producto de la necesidad de los gobiernos de comprar apoyo legislativo para sus iniciativas. La compra de votos en un congreso que siempre ha estado fragmentado es la norma en Brasil. En el periodo que se iniciará el 1 de enero de 2019, el Congreso estará aún más fragmentado. A diferencia de gobiernos anteriores, Bolsonaro (o Haddad, si da la sorpresa) llegará al poder como presidente minoritario. La imperiosa necesidad de implementar reformas que pongan a Brasil de regreso en el sendero del crecimiento se verá obstaculizada por un congreso electo con un sistema de representación proporcional demasiado permisivo que hace casi imposible construir mayorías legislativas en torno al gobierno.

La gran lección para Chile es que, mientras más permisivo es el sistema electoral, más difícil que el mandato popular en la elección presidencial de segunda vuelta se materialice en una mayoría estable en el Congreso para el candidato ganador. El Presidente Piñera ha tenido que convivir con un congreso controlado por la oposición—que se une solo en torno a su rechazo a Piñera, no en torno a un plan alternativo común. El éxito de la agenda legislativa presidencial depende de la capacidad del gobierno para construir grandes acuerdos.

Con un desafío mucho más complejo en Brasil, el próximo Presidente de ese país deberá demostrar que puede construir acuerdos. De lo contrario, su presidencia será víctima de un diseño institucional que, gracias a la representación proporcional, fragmenta en exceso la representación política en el Congreso.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)