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26.02.19

¿Qué hacer ahora con Venezuela?

(El Líbero) El gobierno de Chile deberá evitar aparecer apoyando una salida armada y dar señales claras de que no abandonará los esfuerzos por restaurar la democracia en Venezuela.
Por Patricio Navia

(El Líbero) El peor escenario posible para el gobierno del Presidente Sebastián Piñera —y por cierto para el pueblo venezolano— es que la crisis humanitaria y política se prolongue indefinidamente en ese país. Después de que, con su viaje a Cúcuta, optara por involucrarse profundamente en la búsqueda de una solución, ha quedado parcialmente atrapado en el pantano político de ese trance. Ante la negativa de Nicolás Maduro a dejar el poder y el comprensible apuro de una oposición en la que algunos ya se han visto tentados a pedir una intervención militar estadounidense, el gobierno de Chile deberá evitar aparecer apoyando una salida armada y dar señales claras de que no abandonará los esfuerzos por restaurar la democracia en Venezuela.

Desde que asumió el poder en 2013, ganando unas elecciones realizadas pocas semanas después de la muerte de Hugo Chávez que fueron ampliamente cuestionadas por la comunidad internacional, Nicolás Maduro ha gobernado de forma irresponsable y autoritaria. Venezuela hoy es un país que está mucho peor que cuando él asumió. Independientemente de si uno cree que es una dictadura o una democracia en una profunda crisis, es incuestionable que su gobierno ha sido un desastre en el manejo económico y ha llevado al país por un camino equivocado. Incluso para aquellos que insisten en rescatar aspectos positivos de la revolución bolivariana, parece claro que el gobernante es hoy mucho más parte del problema que de la solución.

Por cierto, Venezuela no es el único país de la región en problemas. Haití ha vivido décadas de inestabilidad política. Pero mientras la crisis en Haití ha sido la norma en los últimos 15 años, la brusca caída en los estándares de vida en Venezuela ha generado una inmensa ola migratoria. Ese gran flujo a otros países de América Latina en meses recientes ha hecho que la opinión pública de la región ponga tanta atención a los sucesos políticos en Venezuela. Es verdad que muchos haitianos también han migrado a otros países, incluido Chile. Pero la rapidez con que ha aumentado la migración venezolana en los últimos meses supera ampliamente el flujo de haitianos. Además, Venezuela tiene tres veces la población de Haití y se puede viajar por tierra —aunque sea un viaje largo y difícil—a Chile.

Por todas esas razones, resulta comprensible que el gobierno de Piñera haya decidido involucrarse en la búsqueda de una salida a la crisis venezolana. Es más, todo gobierno que dice defender la democracia hace lo correcto cuando promueve el restablecimiento de las elecciones libres y competitivas como la única forma legítima de escoger gobiernos. Pero el camino al infierno está plagado de buenas intenciones. La forma en que el gobierno de Piñera se involucró en el intento por hacer entrar ayuda humanitaria a Venezuela el fin de semana pasada fue contraproducente.Precisamente porque las formas importan, la decisión del gobierno estadounidense de forzar el ingreso de ayuda humanitaria como una forma de debilitar al régimen de Maduro, incitando a las fuerzas armadas a dejar de apoyar al régimen, polariza todavía más una situación que ya es bastante peligrosa.

La aparente determinación estadounidense por mantener todas las opciones sobre la mesa —incluida una intervención militar— hace especialmente incómodo estar del lado que busca conseguir el cambio de régimen en Venezuela. Si bien una transición a la democracia es deseable, los países de América Latina están comprensiblemente poco dispuestos a considerar la intervención militar como una opción.

Como el Presidente Piñera se sumó al esfuerzo encabezado por el gobierno de Donald Trump, no controla las decisiones que se tomarán para forzar la salida de Maduro. Si no logra convencer a Washington de rechazar una intervención militar, será difícil seguir sentado en la misma mesa. Pero como Estados Unidos lleva el liderazgo en el esfuerzo internacional por lograr la salida de Maduro, aparecer tan comprometido con la estrategia estadounidense hace difícil marcar diferencias respecto a la conveniencia de considerar la intervención militar como una salida posible.

En la medida que la crisis en Venezuela se prolongue, el gobierno de Chile deberá decidir si se une a las voces más radicales que quieren usar la intervención militar como una amenaza para lograr concesiones del régimen venezolano o si, en cambio, marca distancias con Estados Unidos en su defensa de una salida pacífica a la crisis.Porque Chile tiene la obligación moral de apoyar la democracia en Venezuela, pero es peligroso sumarse a una coalición que lidera un gobierno que considera que la intervención militar es una opción válida, el gobierno de Piñera debería comenzar a forjar una posición más independiente y autónoma de Washington de la que hasta ahora ha mostrado.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)