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29.03.19

El error en el llamado al diálogo del gobierno

(El Líbero) Si La Moneda quiere pasar de las palabras de buena crianza a concretar acuerdos que permitan destrabar las reformas, Piñera tiene que mandatar y empoderar a algunos de sus ministros para que lideren la negociación.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Si bien el llamado al diálogo que realizó el Presidente Sebastián Piñera es un paso en la dirección correcta, la forma en que se materializó refleja el error en el diseño de esta estrategia de gobierno. En los encuentros con los líderes de la oposición, el Mandatario estaba solo. Para poder materializar el diálogo, el gobierno necesita hablar con una sola voz —y, de preferencia, además tener un ministro articulador— para sacar adelante las negociaciones.

Es verdad que el Congreso está controlado por una mayoría de centroizquierda. Pero durante los años dorados de la democracia de los acuerdos, entre 1990 y 2006, los gobiernos de la Concertación nunca tuvieron mayoría en el Senado. La derecha, gracias a los senadores designados, logró imponer vetos y restringir el rango de reformas que podían introducir los gobernantes del momento. Sabia y hábilmente, los tres primeros lograron, de forma gradual y pragmática, correr los límites de lo posible. Para ello contaron con un equipo de negociadores capaces, razonables y efectivos.

Al llegar al poder en marzo de 2018, este gobierno dejó en claro que su inspiración sería el primer gobierno del periodo democrático. El Presidente repitió hasta el cansancio su admiración por la democracia de los acuerdos y por el ya fallecido mandatario Patricio Aylwin. De hecho, formó varias comisiones para construir acuerdos sobre reformas importantes en las políticas de infancia, desarrollo y pobreza. En los primeros meses de gobierno, muchos destacaban este intento por construir puentes y no pocos celebraban que la oposición se dividiera respecto a cómo responder ante la iniciativa del gobierno.

Pero a medida que fue pasando el tiempo, la oposición encontró un punto de unidad en la estrategia de bloqueo a las iniciativas del gobierno. Como no tienen un norte común, los distintos partidos de centro e izquierda se unen en torno al único objetivo que hoy los convoca: hacer fracasar al gobierno de Piñera. Ante la evidencia de este fin poco noble, el gobierno no ha sabido articular una respuesta. Por un lado, algunos mantienen los llamados al diálogo. Después de todo, argumentan, hay líderes políticos responsables entre los senadores y diputados que entienden que no vale la pena hundir el barco solo porque estás en desacuerdo con el capitán.

Otros en el gobierno creen, equivocadamente, en la estrategia de la polarización. Sugieren que el gobierno debe ‘sacar al pizarrón’ a la izquierda, con la injustificada esperanza de que la gente la castigará por la estrategia de bloqueo. Aunque la evidencia histórica en Chile apunta a que la ciudadanía culpa al gobierno cuando no se logran acuerdos, esos defensores de la estrategia de la polarización ilusamente creen que, esta vez, la gente responsabilizará a la oposición porque el gobierno no logra sacar adelante sus proyectos de reforma.

Dependiendo de hacia donde sopla el viento, el gobierno ha seguido tanto la estrategia de diálogo como la de la polarización. Cuando La Moneda ataca a la expresidenta Bachelet, el gobierno polariza el ambiente. Cuando, en cambio, Piñera invita a los presidentes de partidos de oposición a dialogar, intenta construir puentes. Naturalmente, pasar de una estrategia a la otra envía un mensaje confuso y disminuye las probabilidades de éxito. Nadie puede sentarse a negociar con un gobierno bipolar.

Felizmente, en los últimos días, el gobierno retomó la estrategia del diálogo. Pero, lamentablemente, la forma en que Piñera lo ha conducido no ha permitido avanzar decididamente en las reformas. En vez de asumir el protagonismo, el Presidente debió invitar a la mesa de negociación a los ministros que estarán a cargo de cerrar los acuerdos con la oposición y -¿por qué no?- incluso a los líderes de RN, UDI y Evópoli, los partidos que conforman el contingente legislativo de Chile Vamos. Si La Moneda quiere pasar de las palabras de buena crianza a concretar acuerdos que permitan destrabar las reformas, Piñera tiene que mandatar y empoderar a algunos de sus ministros para que lideren la negociación.

La evidencia de la soledad con la que el Presidente Piñera está llevando adelante la negociación con la oposición quedó meridianamente clara esta semana, cuando algunos ministros se abrieron a la idea de dividir las reformas tributarias y de pensiones de tal forma de avanzar por la vía expresa los puntos en que hay acuerdo y dejar para después aquellos que generan debate. Otros ministros rápidamente rechazaron esa opción. Esto da a entender que el Presidente no está en sintonía fina con sus ministros sobre cuál es la mejor forma de avanzar las reformas a las que se comprometió el gobierno. Tal vez corresponda que el diálogo sobre cuál es el mejor camino se amplíe también a los partidos del oficialismo e incluso a los miembros del gabinete.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)