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29.04.19

Continúan ganando los oficialismos locales y Cambiemos los sigue lejos desde atrás

(TN) Santa Fe es el tercer distrito en importancia por número de votantes. Y es bien representativo del electorado del centro del país, donde el Gobierno nacional está obligado a sacar una buena diferencia para que la reelección de Macri sea posible.
Por Marcos Novaro

(TN) Las elecciones santafecinas son un verdadero enredo. Así lo reflejaron las PASO realizadas este domingo y que convocaron a las urnas a 2 millones 700 mil votantes, aunque respondieron al llamado no más del 65% de ellos, porque muy poco estaba en juego en la categoría a gobernador (solo el peronismo presentaba dos precandidatos). Había en cambio bastante más competencia para diputados provinciales y concejales.

El gobernante Frente Progresista compuesto por socialistas y radicales, que postuló al exgobernador Antonio Bonfatti para que volviera al cargo, obtuvo el primer puesto, con alrededor de 35% del total de los votos. Se enfrentó a otros radicales encabezando Cambiemos, aliados con el PRO. Y que postularon al intendente de Santa Fe, José Corral. En tanto los peronistas se unieron todos, como ya es norma en las provincias, pero compitieron dos aspirantes a la gobernación. Con la peculiaridad extra de que el siempre moderado, por no decir conservador, Omar Perotti, como pintaba ganador se hizo del apoyo del kirchnerismo (y no lo defraudó: recibió casi 3 de 4 votos del frente Juntos), mientras la siempre kirchnerista María Eugenia Bielsa (que reprochaba a Perotti, en línea con Unidad Ciudadana, el haber votado en el Senado muchas de las leyes que pidió Macri), debió conformarse con el respaldo de quienes quedaron fuera de esa entente (que eran bastante pocos, así que era de esperar que le fuera bastante mal). Entre ambos sumaron más votos que el Frente Progresista (más de 41 puntos), y esperan mantenerlos unidos para ganarle el 16 de junio, en la elección general.

La gente de Cambiemos ya sabía que iba a quedar lejos de la disputa por la provincia. Pero no tan lejos. Se conformaban con arañar el 20% de los votos. Ya de por sí una caída estrepitosa en comparación con los porcentajes que obtuviera el PRO corriendo solo, con Miguel Del Sel a la cabeza: en 2011 sacó más de 36%, y en 2015, 31%. Ahora apenas reunió 18%, por debajo de la modesta meta propuesta.

Recordemos que José Corral convenció a la mayoría de sus correligionarios de abandonar el Frente Progresista que compartieron durante años con los socialistas prometiéndoles que así se podrían hacerse de la gobernación. Liderando la nueva coalición, y ya no como segundones de nadie. Para reforzar su argumento tuvo para mostrar los resultados de 2017: Cambiemos sumó entonces, también con un cabeza de lista radical (Albor Cantard), casi 38%, mientras los peronistas rondaron apenas los 27 puntos (es cierto que con el massismo corriendo todavía por su lado, aunque sin mucho éxito: apenas recibió poco más del 5% de los sufragios) y el Frente Progresista tocó fondo con una elección catastrófica, con menos de 15 puntos. Santa Fe se volvió así uno de los mejores ejemplos con que la conducción nacional de la UCR podía ilustrar la conveniencia de fortalecer la alianza con el PRO, y su gobernación una de las que Macri imaginó tendría más fácil sumar a su hasta ahí reducido listado de pilares provinciales.

Hoy queda muy poco en pie de aquellos sueños. Y la coalición oficial sabe que lo único a que puede aspirar es a no hacer un papel demasiado malo el 16 de junio. Y, tal vez, a que la provincia no caiga en manos de un peronismo unido, que bien podría terminar jugando a favor de Cristina. Aunque también deben saber en Cambiemos que va a ser muy difícil compatibilizar ambas cosas.

Santa Fe es el tercer distrito en importancia por número de votantes. Y es bien representativo del electorado del centro del país, donde el oficialismo está obligado a sacar una buena diferencia a favor de Macri en octubre, para que tenga chances su reelección. Y va a ser más difícil lograr ese objetivo si el peronismo logra quedarse con la gobernación, después de 12 años de hegemonía del Frente Progresista. El second best del macrismo para la provincia será entonces que los socialistas sigan gobernando. Aunque a Cambiemos le va a resultar bastante más costoso que en Río Negro o Neuquén apostar al voto útil, a costa de sus candidatos locales. Por más que Macri se haya llevado tan bien con Miguel Lifschitz como con Alberto Weretilneck o con Omar Gutiérrez.

¿Y cómo se conectarán luego estos alineamientos provinciales con el apoyo a los distintos candidatos presidenciales? Hoy por hoy nadie puede saberlo, porque lo que impera es la ambigüedad. Los socialistas apoyarán a Lavagna, eso se da por descontado, pero deben saber que muchos de sus votantes de junio planean acompañar a Macri en agosto y octubre. Sobre todo si su principal antagonista es Cristina, como todo parece indicar. Quien a su vez espera que Perotti le devuelva sus gentilezas y la apoye. Aunque entre quienes rodean al actual senador nacional y exintendente de Rafaela predominan los simpatizantes de Alternativa Federal, y entre sus votantes la confusión debe ser tan o más marcada.

Es que nadie se atreve a predecir qué querrá hacer Perotti, quien ya demostró en el debate sobre el aborto (ocasión en que presentó un proyecto “alternativo” para “superar la grieta”, y terminó absteniéndose en la votación del único proyecto que importaba) que en su afán de no quedar mal con nadie puede decepcionar a casi todos. Lo único seguro es que de aquí al 16 de junio seguirá alimentando la ambigüedad respecto a qué candidatura presidencial prefiere, de modo de no enemistarse ni con los K ni con los renovadores o los federales.

Es dudoso que muchos se lo vayan a reprochar: ser ambiguo está de moda en la política provincial de estos tiempos. El propio Bonfatti, para derrotarlo, va a necesitar el apoyo de muchos de esos radicales que en las presidenciales preferirían apoyar a Macri antes que arriesgarse a perder el voto con Lavagna u otras terceras opciones; así que también a él puede que le convenga marcar distancia o abstenerse de opinar en los debates más candentes de la política nacional.

¿Significa esto que así como las terceras fuerzas locales, también los peronismos provinciales pueden seguir prosperando siempre que eviten quedar atrapados por la polarización nacional, que conspira contra los heterogéneos apoyos que necesitan para triunfar? Todo parece indicar que sí. Y si ganara finalmente el Frente Progresista, ¿se consolidará la tendencia a favor de los oficialismos, que tal vez a la postre termine favoreciendo la reelección de Macri? Es un escenario posible, pero que se verifique dependerá de las decisiones que de aquí en más tomen unos cuantos actores, y muchos más votantes, en un contexto extremadamente enredado y de desenlace incierto.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)