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24.06.19

Pichetto, Lavagna, Fernández y Massa: todos peronistas, todos avejentados

(TN) La oferta electoral presenta peronismo en todos lados, en distintos envases y con distintos acompañamientos. Pero tienen denominadores comunes: carecen de novedades y son versiones gastadas.
Por Marcos Novaro

(TN) Cada quien haciendo su juego, se terminó de armar la oferta para octubre. Lavagna logró finalmente su cometido: ser cabeza de ratón. Cristina sigue compitiendo para ser la más cholula, así evita que la recuerden y juzguen como gobernante y deja la campaña en manos de su empleado del mes. Macri, tarde y en su fuero íntimo tal vez de mentirita, abandona el sueño de la nueva política y se aviene a hacer un poco de política contante y sonante, con la versión más antigua, pero también más confiable.

Resultado: una oferta en la que hay peronismo en todos lados, en distintos envases y con distintos acompañamientos. Pero que además, en todos los casos, carece de mayor novedad, a cuál versión más gastada, tanto que hasta las que cuentan con una cara joven parecen envejecidas, como le sucede al pobre Massa, que se avino a ser cola de león, y de uno compuesto de jóvenes aún más jóvenes que él, e igual de gastados. Frente al cual hasta un modelo clásico, opaco y formalísimo como el de Pichetto reluce como peronismo vintage.

¿Por qué esta contradicción, están en todos lados pero nos dejan tanto sabor a poco? Porque peronistas nuevos sí que están faltando. Y hace tiempo. Todos los que están y los que asoman, hasta los que aún no pintan canas, tienen más antecedentes que el Gordo Valor. Todos ya dejaron huella con los Kirchner, e incluso con Menem. Y no por nada a algún delirante se le ocurrió en estos días la idea de echar a rodar de nuevo el apellido Menem para las listas. Tal la vocación por recombinar y refritar los ingredientes conocidos, a ver si sale un plato nuevo.

¿Es que fracasaron los renovadores o los renovadores finalmente no lo eran tanto, porque también ellos estaban discutiendo cosas sucedidas hace diez, quince o hasta veinte años y que no han digerido del todo? Lo cierto es que el peronismo todavía discute qué hacer con el kirchnerismo, no lo tiene resuelto. Y como Macri no logró procesar la salida de esa etapa desde fuera de esa fuerza política, es lógico que sea en el terreno del peronismo donde se vuelva a disputar la cuestión.

Dicho de otro modo, mientras la transición iniciada en 2015 no concluya, o fracase del todo, la conversación política seguirá girando en gran medida en torno a qué se debe conservar, y qué descartar de esos años, cómo superar sus errores y limitaciones, cuándo esa etapa se empezó a ir al tacho, o si todavía tiene algo para ofrecer. Y es lógico que en esa conversación no tengan mucho para aportar los más jóvenes. E intervengan sobre todo, del lado del peronismo al menos, sus protagonistas estelares, todos con opiniones distintas: Alberto Fernández con su nestorismo remixeado, con la dosis de cristinismo que le exigen las causas de corrupción; Roberto Lavagna con su duhaldismo progre, y de nuevo “desarrollista” en homenaje a sus años mozos, Miguel Ángel Pichetto con su pejotismo a prueba de balas. Y Sergio Massa… bueno, Massa rogando que no le pidan explicaciones y buscando donde caer, de ser posible cerca de su casa, en Tigre.

El consuelo de Massa puede ser, de todos modos, que fue Pichetto sin duda quien más falló en sus pronósticos. Meses atrás se animaba a decir que Cristina era Unidad Ciudadana, otro partido, nada que ver con el peronismo. Hoy se afana por rescatar del geriátrico algo del peronismo histórico que hace veinte años que viene esperando que por algún azar del destino los Kirchner queden atrás como un mal sueño, un desliz olvidable, para que las cosas vuelvan a su normalidad. Claro que el peronismo llamado un poco exageradamente “republicano” es más que esa ilusión y nostalgia, pero lo es sobre todo en potencia, en los hechos, no se sabe todavía qué cuernos es.

Sucede además que los más jóvenes tienen sus propias limitaciones: son mucho menos gravitantes que los jóvenes del peronismo de los ochenta, los renovadores y los menemistas de entonces, porque tienen menos para decir, menos noción de para dónde agarrar. Viven un peronismo que se ha ampliado, pero ha perdido profundidad, tiene menos para decirle al país en general. Y los jóvenes de esa extracción son un reflejo particularmente fiel de esta pérdida de espesor: los gobernadores, cuanto más jóvenes, más se parecen a los intendentes, se les ha municipalizado el cerebro, pues la mayoría no tiene por meta más que repartir recursos, no intervienen siquiera en la discusión de cómo se generan, ni les interesa hacerlo.

Este peronismo más extenso, más fragmentado y menos denso es resultado de las fenomenales volteretas políticas y programáticas, de un sistema fragmentado y poco proclive a generar responsabilidades y acuerdos amplios, y del consecuente estímulo al prebendarismo más craso. Con eso ganan, y por lo mismo carecen de arrastre nacional. Por eso Urtubey va a la cola del octogenario Lavagna. Por eso ni Uñac ni Bordet lograron incidir en nada. Y Schiaretti, una mosca blanca que se quedó más solo que un paria, no logra ser referente de nadie, apenas hacer de tuerto de un mundo de ciegos.

Por eso, también Alberto Fernández, un personaje en cualquier otro contexto bastante menor, terminará siendo el peronista más votado, y tal vez hasta presidente, aunque nadie en su sano juicio lo considere ni haya considerado nunca "presidenciable". Y Pichetto, experto en roscas, termina siendo el mejor, por no decir el único, estratega.

Así, haciendo cosas que no están preparados para hacer, los peronistas pueden seguir multiplicándose. Pero es dudoso que puedan por sí mismos gobernar, orientar al país en alguna dirección más o menos reconocible. Y por eso Macri, a menos que la sociedad se arrepienta de haberla iniciado, seguirá seguramente orientando la transición. Con sus dificultades pero con la ayuda todavía por algún tiempo de una parte de ese peronismo disperso.

Finalmente, ¿hay muchos peronismos y ningún “mejor peronismo”, vaya a saber lo que eso pueda significar, por culpa de Cristina y de Macri? El problema es, en realidad, bastante más complicado: mientras los peronistas no decidan cerrar la puerta que abrieron los Kirchner, hacia el anticapitalismo, la radicalización populista y la violación de los límites constitucionales, todo lo que se resume confusamente como “la grieta”, esa fuerza seguirá a medio camino entre una cosa y la otra, y si no puede resolver esa disyuntiva, y en muchos casos siquiera entender de qué se trata, es lógico que no tenga mucho que ofrecer. Lo peor a este respecto es que muchos de sus integrantes hasta han demostrado ser capaces de desaprender, desandar el camino a este respecto. Es lo que sucedió, en última instancia, con Alternativa Federal.

Hacia fines de 2015 y comienzos de 2016 parecía estar claro para muchos peronistas que jubilar a Cristina era la prioridad. Y significaba bastante más que disputar sus votos. Era cerrar esa puerta a la política antisistema que ella había abierto, y tirar la llave, comprometerse con una suerte de Nunca Más democrático y capitalista. Pero cuando la cosa se complicó, porque Cristina se mantuvo en pie y Macri se debilitó, aparecieron los que, como Lavagna y Massa, desaprendieron las lecciones del pasado reciente, y establecieron una suerte de equivalencia entre los dos lados de la grieta, para promocionar su tercera posición como una superación “neutral” que a todos dejaría felices, pero que en verdad se parecería a la nada misma: como la grieta era, ahora, fruto solo del capricho de dos fracasados, su alternativa no podía ser mejor que eso, y así terminó revelándose. Una amplia coalición superadora que dejaba fuera a los “fracasos”, que en conjunto representaban la enorme mayoría del país, terminó siendo lo que hoy es, una ambición enorme para una construcción raquítica, un mero capricho incapaz de decidir sobre lo único que indefectiblemente habrá que decidir: ¿el camino es reunificar el peronismo a como de lugar, aunque sea bajo el mando de Cristina, o es impedir que ella vuelva al poder porque la puerta al populismo radicalizado sigue abierta?, ¿Macri puede ser medio torpe pero es parte del país con el que hay que acordar, o es la derecha neoliberal que no debe volver a gobernar? Como los peronistas no tienen una respuesta unificada a estas preguntas seguirán por un tiempo sin ser un partido. Y muchos sin siquiera idea de lo que están haciendo.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)