Artículos

12.10.19

La esperanza nuestra de cada día

En una región que trabajosamente ha ido consolidando sus instituciones en las que paralelamente ha crecido el descreimiento ciudadano, estos sacudones políticos/sociales de diferente origen, distintas implicaciones y consecuencias, invariablemente desdibujan la imagen latinoamericana ante los ojos del mundo y debilitan los esfuerzos por restablecimiento de la democracia plena.
Por Hugo Machín Fajardo

Esta columna debería ser en recuerdo de Javier Darío Restrepo (1932 -2019), ese maestro de periodismo fallecido el pasado viernes 4 en su natal Jericó, pueblo antioqueño, tras dedicar una vida al ejercicio ético del oficio desde el que formó a cientos de periodistas no solamente colombianos.

Una treintena de libros, el Consultorio Ético creado en la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), son una parte de su extraordinario legado.

Pero la urgencia de la siempre efervescente cotidianeidad latinoamericana exige asomarse al cambiante panorama que hoy no deja de sorprendernos.

La esperanza nuestra de cada día

Ecuador presenta un panorama convulso desde principios de octubre, que según informó el jueves 10 de octubre la Defensoría del Pueblo, desde el inicio de las protestas en el país, cinco personas han muerto, 554 han resultado heridas y 929 han sido detenidas en el contexto de las mismas. El martes 7, unos 30 mil indígenas marcharon sobre Quito para protestar contra un decreto del presidente Lenin Moreno que quita subsidios al petróleo tras lo acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por llevar a la realidad los precios en el país.

Quito perdió USD 110millones diarios por los efectos del vandalismo al comercio y la productividad. Moreno debió trasladar su despacho a la ciudad de Guayaquil, distante a 460 kilómetros de la capital.

Los fantasmas de anteriores derrocamientos aparecen en el horizonte: Abdalá Bucaram (1996-1997); Jamil Mahuad (1998-2000) y Lucio Gutiérrez (2003-2005), tres de los siete presidentes que tuvo el país en una década culminada en 2007 con el ascenso de Rafael Correa, a quien Moreno responsabiliza de impulsar los hechos que determinaron el estado de excepción vigente por 30 días.

El Parlamento venezolano analiza conjuntamente con autoridades ecuatorianas la eventual participación de grupos financiados por Nicolás Maduro en los desórdenes, informó el jueves 10 el diputado venezolano opositor Carlos Valero al El Comercio, de Quito.

Perú convulsionado por la decisión del presidente Martín Vizcarra de disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones que permitan destrancar un funcionamiento que se ha visto afectado por mayorías fujimoristas cuya lideresa, la senadora Keiko Fujimori, permanece encarcelada a raíz de hechos de corrupción vinculados, cuando no, a la brasileña Odebrecht. Ni el Poder Judicial ni las fuerzas armadas han cuestionado la decisión de Vizcarra; y la OEA se pronunció a favor del restablecimiento del orden constitucional acorde a las etapas previstas por el Poder Ejecutivo.

Brasil a través de su presidente Jair Bolsonaro, acusa de actitud criminal al país que haya propiciado la contaminación de su costa atlántica norte desde comienzos de setiembre con un inmenso derrame de crudo que está contaminando un área de 2 mil kilómetros a lo largo de las playas brasileñas y matando tortugas y aves en áreas de preservación ambiental. No ha individualizado al país responsable, pero entrelineas puede leerse que el destinatario del cuestionamiento es Maduro, quien ha rechazado esa posibilidad.  

El controvertido jefe de Estado brasileño obtiene la más baja popularidad que haya cosechado un mandatario en su primer año de gobierno. El miércoles 9 de octubre anunció que seguirá adelante como hombre sin partido, tras renunciar al Partido Social Liberal (PSL), a cinco meses de que el Ministerio Público y la Policía Federal de Brasil iniciaran una investigación sobre la existencia de un esquema para desviar recursos a través de candidaturas fachadas en el PSL.

Argentina encamina por un sendero de retroceso hacia el populismo que dejó pesadísima herencia de un 29% de pobreza, ahora incrementada a un 35,4%, -casi 16 millones de ciudadanos en una población de 45 millones -  por la impericia de una administración que desaprovechó una oportunidad de restablecer el republicanismo en el país.

Bolivia orientada a una cuarta reelección de Evo Morales que ya apunta a entronizar en el poder a quien no ha tenido una mala gestión, pero a costa de erosionar seriamente el recambio democrático y avanzar sobre libertades esenciales.

Colombia vive en estos días los efectos de un hecho cinematográfico, pero que en realidad es la punta del iceberg: la corrupción de la sistemática y añeja compra de votos en varias regiones del país. La fuga de una senadora condenada a 15 años de prisión en abril, al habérsele comprobado compra de votos en las elecciones de 2018, en realidad deja en evidencia una práctica que involucra a barones electorales especialmente de la Costa Atlántica que por décadas detentan el poder en esa región, según ha explicado el martes 8 de octubre el subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, Ariel Ávila, en la emisora La W.

Tal es así que Ávila teme que la ex legisladora prófuga Aída Merlano (43), “no aparezca más”, por los datos incriminatorios sobre varios políticos que podría aportar a la justicia. Panorama al que se le sumó el martes 8 la comparecencia durante 7 horas del expresidente y senador Álvaro Uribe ante la Corte Suprema de Justicia, investigado por un presunto delito de manipulación de testigos. Una situación que es un parte aguas en la opinión publica colombiana dividida y enfrentada entre quienes defienden y quienes cuestionan al ex a mandatario.

Nicaragua y Venezuela cuyos regímenes siguen siendo blanco de múltiples denuncias a raíz de las permanentes violaciones a los derechos humanos de sus ciudadanos, han sumido a sus respectivos países en graves crisis. Humanitaria, con casi 3 millones de exiliados, por Maduro; y en el país de los lagos y los volcanes con retrocesos económicos importantes generados por el atornillamiento del felón de Ortega al sillón presidencial.

En una región que trabajosamente ha ido consolidando sus instituciones en las que paralelamente ha crecido el descreimiento ciudadano, estos sacudones políticos/sociales de diferente origen, distintas implicaciones y consecuencias, invariablemente desdibujan la imagen latinoamericana ante los ojos del mundo y debilitan los esfuerzos por restablecimiento de la democracia plena -incluido el cese de la dictadura cubana- en la región.

En momentos como estos, así como en anteriores mucho más duros para la expectativa regional, nacional y personal, es necesario apelar a la esperanza que, como ha dicho con justeza Martha Nussbaum en referencia al trabajo del médico Adrienne Martin, “la esperanza es un tema filosófico importante pero recientemente descuidado. La esperanza juega un papel central en nuestros planes diarios y en las formas en que enfrentamos trastornos, enfermedades y pérdidas”. De cómo y qué hacemos mientras esperamos los cambios que por lógica y racionamiento sabemos imprescindibles en nuestra región y nuestras vidas, también depende el futuro. Está fresco aun, pese a los despropósitos que le sucedieron en su tierra, el legado de Nelson Mandela.