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13.12.19

En el 2020 es probable que continúe la agitación: la visión de The Economist para América Latina

Para poder deslumbrar las chances de posibles nuevas agitaciones en el próximo año EIU elabora un índice sobre el riesgo de inestabilidad política que cuenta con las siguientes categorías: inequidad en los ingresos, adecuación de los programas sociales, efectividad del gobierno, corrupción, empleo juvenil, cambio en el ingreso real per cápita después del auge de las materias primas, lo cual afecta las expectativas de progreso, y el retroceso en la calidad de la democracia ya que incita a ocupar las calles al no poder canalizar el descontento a través de la libertad de expresión o elecciones libres.
Por CADAL

Latinoamérica de ninguna manera es ajena al malestar social y la agitación política. Sin embargo, el 2019 terminó siendo un año extremadamente volátil y el 2020 no trae mejores augurios. Esta visión la trae el The Economist Intelligence Unit (EIU) en su último informe para la región publicado antes de fin de año para examinar los sorpresivos últimos meses y proyectar la situación futura.

Cada estallido vivido recientemente se explica en gran medida por dinámicas nacionales, pero hay dos factores que contribuyen a la inestabilidad trascendiendo fronteras: mal estado económico y disfuncionalidad política. En relación al primer aspecto, casi todos los países tuvieron que emprender un ajuste luego de la caída de los commodities. El informe resalta los logros que tuvieron los gobiernos de izquierda para reducir la pobreza por medio de transferencias y subsidios, pero critica que no aprovecharon la oportunidad para sentar las bases de un crecimiento a largo plazo por medio de la inversión en infraestructura o la diversificación económica.

Aunque no todo se trata de economía, también existe una importante divergencia entre las instituciones políticas que la población espera y las que tiene. En particular ostentan una mala reputación las legislaturas, que paradójicamente deberían ser el órgano que mejor representa la voluntad popular. Al estar a menudo fragmentadas de tal forma que se hace imposible alcanzar acuerdos, terminan siendo vistas como un obstáculo para emprender las políticas necesarias.

En la misma sintonía, EIU señala como se está erosionando el control social de los votantes (accountability vertical como se conoce en la Ciencia Política) producto del aumento en la toma de medidas en el marco de coaliciones que dificulta asignar culpa o rédito a la hora de votar a los partidos. Ante la ausencia de esta regulación electoral se deriva en la protesta como otra forma de control.

El cultivo político económico es intensificado por los logros que tuvieron las manifestaciones y las herramientas que brinda la globalización. Habiendo tenido relativo éxito la mayor parte de las protestas en el 2019, es posible que haya un efecto contagio en otros puntos de la región para también obtener concesiones de sus gobiernos durante el 2020.

Para poder deslumbrar las chances de posibles nuevas agitaciones en el próximo año EIU elabora un índice sobre el riesgo de inestabilidad política (political instability risk heat map) que cuenta con las siguientes categorías: inequidad en los ingresos, adecuación de los programas sociales, efectividad del gobierno, corrupción, empleo juvenil, cambio en el ingreso real per cápita después del auge de las materias primas, lo cual afecta las expectativas de progreso, y el retroceso en la calidad de la democracia ya que incita a ocupar las calles al no poder canalizar el descontento a través de la libertad de expresión o elecciones libres.

Los resultados son que hay claras raíces para la persistencia de las agitaciones. El único país cuyo riesgo de agitación entra en la categoría de muy alto es Nicaragua con un 4,1 (yendo de 1 a 5 como lo mejor y peor respectivamente), pero viene escoltado por Guatemala (3,9), Brasil (3,9), Honduras (3,7), México (3,6), Paraguay (3,6) y Chile (3,6) que se encuentran en un escalón abajo con altas chances de perturbación.

Quien se lleva el mejor promedio con un riesgo bajo es Uruguay (2,6), pero aun así tiene dos categorías en las que tiene muy malas calificaciones como en el cambio en el ingreso real per cápita después del auge de las materias primas y el empleo juvenil. Esto es algo importante para destacar porque puede pasar que en determinadas situaciones solo haga falta un factor para provocar el desequilibro, como pasó en Bolivia a partir de las denuncias de fraude en las elecciones.

Con respecto a la situación boliviana EIU señala la fragilidad del acuerdo alcanzado entre las fuerzas que respaldan el gobierno Jeanine Áñez y las que tienen como líder a Evo Morales para convocar nuevas elecciones. Es potencialmente desestabilizador el hecho de que si bien es un gobierno interino con fuertes críticas a su legitimidad, Añez ha tomado drásticas decisiones en materia de política exterior y una dura posición en cuanto seguridad interna. Asimismo, las investigaciones a funcionarios del anterior gobierno y sumado a la extrema polarización que puede provocar que se quiera atentar de nuevo contra unas elecciones libres y justas no auspicia nada bueno. Pero aun en el caso en que el proceso electoral se desarrolle sin mayores complicaciones, la permanencia en el cargo va a ser igual de difícil. La polarización no se va a diluir después de los comicios, y frente al desbalance fiscal y comercial es probable que se tenga que emprender un ajuste cuyas consecuencias desestabilizadoras se amplíen como suele pasar a lo largo de la historia boliviana.

Un país que no contaba con los mismos desafíos económicos pero que igualmente corrió días de tremenda convulsión fue Chile. EIU lo atribuye a las frustraciones de las clases medias por el estancamiento en su nivel de vida, altos niveles de inequidad, el desigual acceso a servicios públicos como la educación y la noción que se está frente a un sistema político que es indiferente frente a sus reclamos. Las medidas de Piñera tendientes a aumentar el gasto social y a impulsar una reforma constitucional pueden ayudar alivianar las causas de las protestas, pero es probable que por lo menos en los próximos meses continúen los desafíos a la gobernabilidad.

En las otras dos grandes economías del Cono Sur como Brasil y Argentina (3,1) las aguas parecen más calmadas. En el primer caso, con un 3,9 tiene un promedio considerablemente alto, pero esas frustraciones ya fueron canalizadas con la selección de un anti-establishment como Jair Bolsonaro y al parecer la población todavía le es complaciente. Por el lado de Argentina es fascinante como la deplorable situación económica sumada a la corrupción no generó otro estallido en la región. The Economist lo ve en el hecho de que mientras una mitad de la ciudadanía estaba a favor de las políticas de la anterior administración en aras de una supuesta normalización de la economía, la otra simplemente estaba esperando a las elecciones de octubre para cambiar de gobierno. Mirando hacia adelante, el gobierno de Alberto Fernández tiene la ventaja de los estrechos lazos que el peronismo cuenta con los sindicatos, pero tal vez le puede jugar una mala pasada las altas expectativas con las que llega al poder.

Venezuela no forma parte del índice y la razón es la dificultad para obtener datos fehacientes. No obstante, EIU no deja de compartir unas perspectivas que no son alentadoras. El régimen de Nicolás Maduro apoyado por las Fuerzas Armadas no muestra señales de fractura y entre la población se observa un desgaste que sumado a la emigración hace difícil que sucedan grandes manifestaciones. Puede que los cortes de agua y electricidad junto con la mayor intensidad política que se va a vivir en la antesala a las elecciones de la Asamblea Nacional sean potenciales amenazas para Maduro, pero lo más probable al día de hoy es que cualquier revuelo sea contenido por el aparato represivo.

A principios de este año que se acaba nadie se hubiese imaginado que íbamos a estar bajo este panorama, en una región que hacía gala de su estabilidad y contaba con altas expectativas con la situación venezolana. Ahora el escenario es diferente, pero se tiene que reconocer que detrás de las masivas manifestaciones que tantos desequilibrios pueden traer hay genuinas causas de una población que simplemente quiere vivir mejor y que en muchos casos solo recibe una excesiva represión por parte del estado.