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12.04.12

Tareas pendientes en la región

Además de facilitar los negocios y estimular el crecimiento económico, los países latinoamericanos más prósperos tienen que diseñar y aplicar políticas públicas que faciliten la inclusión social, profundizando de este modo la calidad de la democracia.
Por Raúl Ferro

Mientras los países desarrollados se debaten entre una grave crisis de deuda (como en el caso de Europa), el estancamiento (como Japón) o una lánguida recuperación (como Estados Unidos), la economía de América Latina sigue vivita y coleando. Sí, el crecimiento económico de la región se desacelerará en 2012, pero todavía será un crecimiento significativo, por encima del promedio mundial. La región está repitiendo la experiencia vivida en la crisis de 2008-2009, cuando la mayor parte de los países latinoamericanos soportó de manera más que satisfactoria la fuerte desaceleración que sufrió la economía global.

Las razones son conocidas: el protagónico papel de China como socio comercial de América Latina y el desacople respecto a las economías desarrolladas que esto significa, la riqueza de recursos naturales de la región y el crecimiento del consumo interno y de la clase media. Estos y otros ingredientes han creado un cóctel que ha resultado muy efectivo a la hora de contrarrestar la crisis financiera global.

Ahora, como sabemos muy bien, América Latina no es una región monolítica. Hay amplias diferencias de visión política entre los países de la región, y esas diferencias se reflejan en el desempeño económico que muestran. Pero especialmente se reflejan en la capacidad estructural que están construyendo para hacer sostenible el buen desempeño que hoy muestran apuntalados por factores coyunturales.

Algunos de los más importantes de estos factores son precisamente los que han sido tomados en cuenta para elaborar el ranking “Democracia, Mercado y Transparencia”. Por eso, no resulta extraño que los primeros lugares del ranking hayan sido ocupados por los países que presentan las perspectivas más sólidas, aquellos que se han tomado más en serio sus procesos de reforma y apertura.

Chile y Uruguay encabezan el ranking regional de CADAL. El primero es el pionero de las reformas en América Latina y el país que presenta la institucionalidad más fuerte, con una evolución de una dictadura militar de derecha a una economía de mercado consolidada en democracia por sucesivos gobiernos de centro izquierda y que ahora se confirma bajo un gobierno de centroderecha que tiene que enfrentar fuertes protestas de una sociedad que en las últimas dos décadas ha pasado de ser de bajos ingresos a una de ingresos intermedios. Es la democracia, que incómoda y contradictoria, funciona como válvula para tratar los conflictos de interés que provoca el desarrollo económico y que ayuda a que este último se convierta también en desarrollo social.

Chile y Uruguay se ubican entre los 25 primeros puestos del ranking, seguidos de Costa Rica en la posición 39. Pero el resto de los países latinoamericanos se ubican del puesto 50 hacia abajo. Esto incluye a los países que hoy están de moda entre los inversionistas, como Brasil, Colombia, Perú y Panamá, estrellas que están cosechando los frutos de las reformas que realizaron en las últimas décadas, pero en los que aún hay mucho trabajo que realizar para asegurar que la prosperidad económica de la que hoy gozan sea sustentable en el tiempo. Estas tareas pendientes se reflejan en las posiciones que ocupan en el ranking.

Es decir, además de facilitar los negocios y estimular el crecimiento económico, los países latinoamericanos más prósperos tienen que diseñar y aplicar políticas públicas que faciliten la inclusión social, profundizando de este modo la calidad de la democracia. Y para esto, el desarrollo de la institucionalidad es clave.