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01.11.12

La prosperidad Latinoamericana

Otro ambicioso esfuerzo para ir más allá del PBI es el índice Legatum Prosperity Index™ (el Índice de la Prosperidad de Legatum), que evalúa la riqueza y el bienestar global, incluyendo a 142 países de todo el mundo en ocho categorías: economía, educación, emprendimiento y oportunidades (E & O), gobierno, sanidad, libertad personal, seguridad y estabilidad, y capital social. Estos 142 países componen el 99% del producto bruto mundial y el 96% de la población mundial. Y en este índice Latinoamérica no sale tan bien parada.
Por Camden Luxford

En este espacio, hace algunos meses, resumí el índice “Happy Planet”, el cual identificó a América Latina como la región más feliz del mundo, según tres grandes indicadores: bienestar (subjetivo), la esperanza de vida, y la huella ecológica de cada sociedad. Otro ambicioso esfuerzo para ir más allá del PBI es el índice Legatum Prosperity Index™ (el Índice de la Prosperidad de Legatum), que evalúa la riqueza y el bienestar global, incluyendo a 142 países de todo el mundo en ocho categorías: economía, educación, emprendimiento y oportunidades (E & O), gobierno, sanidad, libertad personal, seguridad y estabilidad, y capital social. Estos 142 países componen el 99% del producto bruto mundial y el 96% de la población mundial. Y en este índice Latinoamérica no sale tan bien parada.

¿Qué es el Legatum Prosperity Index™?

Según Jeffrey Gedmin, presidente y director ejecutivo del Legatum Institute, este índice “nos permite trazar un esquema completo que incluye los factores reales por los que un país tiene éxito, abarcando medidas tradicionales de riqueza material, así como captando la sensación de bienestar de los ciudadanos: desde si se sienten seguros y cuánto, hasta la libertad personal que sienten. Con el PIB únicamente no se puede ofrecer una visión completa de prosperidad en ningún caso”.

En otras palabras, el índice pretende medir hasta qué punto cada persona tiene los recursos – tangibles y no tangibles –, la seguridad personal y la libertad necesarios para desarrollar sus propios proyectos de vida. Se imagina un mundo de capitalismo compasivo, gobiernos limitados pero efectivos y una dinámica sociedad civil inspirada por el afán de servir al prójimo de cada individuo.

Tres gran retos para Latinoamérica

Las buenas noticias son que la prosperidad está en aumento en todas las regiones del mundo; sin embargo, la seguridad y la estabilidad van declinando a nivel global, gracias en gran medida a las turbulentas revoluciones de la primavera árabe y a la ya tradicional inseguridad latinoamericana.

De hecho, en este indicador la región comparte la última posición con la África subsahariana, y no hay persona en el mundo que se sienta menos seguro al caminar solo de noche que el latinoamericano promedio.

En Paraguay, Bolivia y Perú se experimentan las tasas más altas tanto de robo como de asalto. Los paraguayos también, junto con los dominicanos y los venezolanos, se sienten menos seguros al caminar solos de noche. En Uruguay la agresión personal es poco común – relativamente – y esto se refleja en que los ciudadanos se sienten más o menos seguro al caminar solos de noche. Sin embargo, el país se encuentra dentro de los últimos cinco en las tasas de robo.

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Otro gran reto para la región será el fortalecimiento de la democracia. Llama la atención que el 90% de los primeros 30 países en el índice son democracias. Si examinamos a Polity IV, el estudio que aportó la data para esta variable, veremos que hay 95 países en el mundo calificados como democracias – un 57.93% de los países que se estudian en ese muy respetado programa (164 en total). Parece poco probable que la abrumadora representación de democracias dentro de los países más prósperos sea por pura casualidad.

En América Latina, la falta de consolidación de las democracias se refleja en la poca confianza que tienen los ciudadanos en sus gobiernos e instituciones nacionales. Según Legatum esta falta de confianza se relaciona, en parte, con la falta de libertad de prensa, lo que puede perjudicar la transparencia de las instituciones políticas y la confianza en la honestidad de las elecciones. Además, señala la debilidad de las instituciones jurídicas y legales que son incapaces de prevenir que la política tenga una indebida influencia sobre los medios.

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Pero mientras el gobierno debe ser democrático y transparente es importantísimo el papel de la sociedad. El capital social se define como los beneficios que se acumulan cuando la ciudadanía es interconectada y confía entre sí, y participa en actividades altruistas o de caridad. El índice señala que en cada región del mundo el capital social guarda una relación inversa con la regulación gubernamental, y la literatura sugiere que la relación causal probablemente sea que el buen capital social lleve a la menor regulación: las sociedades donde haya mucha confianza necesitan de regulaciones económicas menos complicadas y restrictivas. Así que donde hay capital social, se exige menos regulación y participación del estado en la economía, lo cuál facilita los pequeños y medianos emprendimientos.

En este subíndice la región como un todo tiene un desempeño peor aún que en el de la seguridad y estabilidad. Mientras que Uruguay – líder de la región en temas de seguridad – se coloca en el 26° lugar de ese subíndice y cinco países más se juntan con él dentro de los primeros 60 países (Chile, Costa Rica, Argentina, Panamá, y Trinidad y Tobago), ningún país latinoamericano se encuentra dentro de los primeros treinta en el subíndice de capital social. El primero en aparecer en la lista es Jamaica en la 48° posición, seguido por Belice (50°). El primer país de la América hispanohablante es Paraguay (53°), y Uruguay (55°) los acompaña en el top 60 del subíndice.

Parece probable que este bajísimo nivel de capital social tiene mucho que ver con la falta de seguridad y la sensación de una sociedad asediada. Y es así que se empieza a sospechar que no son tres grandes retos sino uno, que es complicadísimo. Mejorar la seguridad para que la sociedad se abra y se ayude y confíe entre sí, dando al gobierno las herramientas necesarias para que la regulación sea a la vez más transparente y más efectiva. Esto dará más oportunidades económicas al pueblo de a pie, ayudando a mejorar la seguridad para que la sociedad se abra…. Y todo esto en un marco democrático.