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21.10.13

¿Reaparecerá Cristina antes o después del 27?

(TN) Combinar cierta moderación económica, por la vía del crédito, con endurecimiento político, a través de una apuesta por los fieles, no impedirá que Scioli siga en carrera, claro, ni alcanzará para que la economía salga de su mediocre desempeño. Y requeriría de seguro que Cristina corra algunos riesgos. Por ejemplo, el de volver a escena cuanto antes, a pesar de la derrota anunciada.
Por Marcos Novaro

(TN) Es algo que nadie parece saber a ciencia cierta. Y tal vez ni siquiera la propia Cristina lo sepa, pues aun no lo tenga decidido. Una sorpresiva reaparición de acá al sábado próximo, ya recuperada, en Olivos, rodeada de su familia, nieto en brazos incluido, no vendría nada mal a ojos de quienes temen el gobierno esté dando una imagen de desbande y desánimo que tras la derrota electoral sea difícil de revertir.

Del otro lado, provincializar la elección y quitarle importancia, manteniendo a Cristina fuera de escena, incluso impidiendo que haya un búnker oficial la noche del domingo, serviría para cargarle los costos de la derrota a los candidatos y a Scioli, y para facilitar una reaparición posterior de la Presidenta con las pilas renovadas y alguna novedad bajo el brazo más o menos esperanzadora.

Difícil decidirlo, pues ambas opciones tienen sus riesgos. La provincialización serviría para que el vértice no tenga que dar la cara, en particular, ante los esperables malos resultados de Provincia y Capital, inevitables tras el affaire Cabandié y el último accidente ferroviario. Pero habilitaría a los candidatos de esos distritos y en particular a Scioli a apropiarse de los muchos o pocos votos que saquen.

¿Y entonces dónde estarían los de Cristina? Ello es revelador de un drama más amplio que enfrenta el oficialismo y que es imposible resolver sin costos: negándose a que Scioli oficie de heredero conserva la libertad de maniobra para ungir más adelante como propio a ese u otro candidato, y los mantiene por tanto a todos expectantes; pero no puede evitar que con el paso del tiempo su decisión en la materia vaya perdiendo valor y los demás hagan su propio juego.

Scioli, aunque tardó, ya lo ha entendido y busca convertirse por su cuenta en sucesor oficial, ya no tanto del kirchenrismo como del peronismo del interior. Su intervención en Idea, donde habló por primera vez en forma abierta del fracaso de las políticas antiinflacionarias de estos años, fue una señal de lo que se viene.

¿Podrían los kirchneristas duros contrapesar esa presión sciolista con Urribarri? ¿Un recambio aunque sea acotado del gabinete le puede dar a Cristina el aire que necesita para mantenerse en el centro de la escena, o intentándolo se aislará y debilitará aún más, a menos que lo acompañe de un acercamiento al peronismo territorial?

Al respecto es oportuna una breve digresión: los análisis que circulan en estos días dan por hecho que en cuanto a los cambios de gabinete también Cristina estaría desojando la margarita entre dos opciones polares, una que impulsa Zannini y contempla endurecimiento político, Urribarri por Abal Medina, y económico, más Kicillof y Moreno y menos Lorenzino, Bossio y Boudou; y otra que combinaría moderación en los dos terrenos, avalando a la vez la búsqueda de crédito que impulsan estos últimos y la candidatura de Scioli.

Pero tal vez lo que más seduzca a Cristina sea la posibilidad de mixturar ambas opciones, intentando a la vez un cierto endurecimiento político con la apertura al crédito. Con una mínima recomposición de las reservas podría ganar el tiempo que hace falta para que la economía no se estanque del todo ni haga por su cuenta un ajuste desordenado antes de las elecciones de 2015; y para que siga siendo entonces valioso el dedo presidencial. Urribarri y Bossio tienen la ventaja, para un juego mixto de este tipo, de que juegan en los dos campos, el del peronismo territorial y el del kirchnerismo duro.

Combinar cierta moderación económica, por la vía del crédito, con endurecimiento político, a través de una apuesta por los fieles, no impedirá que Scioli siga en carrera, claro, ni alcanzará para que la economía salga de su mediocre desempeño. Y requeriría de seguro que Cristina corra algunos riesgos. Por ejemplo, el de volver a escena cuanto antes, a pesar de la derrota anunciada. Retomamos entonces la cuestión inicial: el efecto esperable de su reaparición.

La imagen de la Presidenta sigue siendo el principal capital político del oficialismo, pero puede actuar sobre él también como un espejismo. Ya lo fue ante las PASO, cuando le hizo creer que porque Cristina retenía 40% de imagen positiva, él podría reunir ese porcentaje de votos. Ahora que la imagen incluso mejoró un poco, podría alentarlo a “relanzar el proyecto”, pero lo cierto es que esa mejora no se debe tanto a sus esfuerzos en estos meses, ni a su enfermedad, como al abandono de la apuesta por la re-reelección: es porque la gente la ve de salida que se reconcilia con ella. Sería absurdo que quisiera usar entonces ese plus de simpatía para contradecir su razón de ser.

Lo cierto es que aunque Cristina sigue siendo popular, y puede que lo siga siendo por un tiempo más, el kirchnerismo decae tanto en la sociedad como en el control del estado a pasos acelerados.

La deslucida movilización oficial a Plaza de Mayo para festejar el 17 de octubre ofreció una imagen bien representativa de lo que está sucediendo con el proyecto oficial en ambos terrenos.

Los organizadores se esmeraron en recrear imágenes de esa particular combinación de recursos estatales y sociales de la que en su origen se alimentó el peronismo: gente con las patas en la fuente, familias, columnas que van y vienen sin necesidad de otro escenario que la misma Plaza del poder, y muchos funcionarios del Ejecutivo y legisladores, algunos como Boudou, sobreactuando su entusiasmo y espontaneidad, como si pudieran ser a la vez representantes del estado y “gente”.

La foto que mejor sintetizaba este esfuerzo fue precisamente una del presidente en ejercicio levantando en sus brazos un cartel escrito con desprolijos pincelazos y que rezaba “Lealtad a Cristina”. Pero el esfuerzo naufragó no sólo por lo raleado de la concurrencia, sino por la indiferencia de la enorme mayoría del “peronismo realmente existente”, tanto el que controla y seguirá controlando el estado, como el que aun logra expresar a amplios sectores de la sociedad.

La parábola recorrida por los Kirchner en estos diez años está concluyendo de modo inevitable, y lo hace desmintiendo dos tesis que quisieron probar y sostener complementariamente: la de que es posible formar una coalición de “todos los que gobiernan”, una alianza imbatible y monotlíticamente articulada para controlar el poder estatal, y la de que es posible construir una hegemonía social y cultural, un sentido común nacional y popular que provea mayorías firmes y constantes a los gobernantes.

Si Perón ya sesenta años atrás había fracasado en este mismo intento en verdad no hay por qué asombrarse de que los Kirchner, pese a la enorme cantidad de dinero que han tenido en sus manos, también fracasaran en reflotarlo.

Al hacerlo han desmentido otra tesis famosa de Perón: la de que lo único que vence al tiempo es la organización. Lo que ha sucedido más bien es que, pese a toda la organización que intentaron las autoridades durante estos diez años, lo que los venció fue la desorganización social y política, el pluralismo de los intereses, las opiniones y las instituciones.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)